Sergio Dávila Espinosa
Cuando el entonces candidato a la presidencia de la república Andrés Manuel López Obrador recorría el país en la última de sus campañas presidenciales, uno de sus estandartes retóricos fue prometer la derogación de la Reforma Educativa del sexenio anterior, en la que se incluía un proceso de evaluación para los docentes. Mediante una estrategia bien diseñada y ejecutada de comunicación convenció a los docentes y a gran parte de la sociedad de que dicho proceso era indigno y lastimoso para los maestros y se estableció por repetición ad nauseam el eslogan de que se trataba de una “evaluación punitiva”.
Con la entrada de la nueva administración, se reformó la constitución y se publicó la Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros que, en un espíritu revanchista parecido a quien arranca de raíz la planta con la que se tropezó, desapareció al Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE) que era la institución encargada del diseño y aplicación de esas evaluaciones, para reemplazarlo por la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros (USICAMM) encargada ahora de los procesos de admisión al ejercicio docente en instituciones públicas, así como de la promoción de éstos en los casos donde existen vacantes. Se prometió la revalorización social de los docentes, por lo que muchos supusieron que no se enfrentarían nunca más al estrés de evaluarse con la inevitable consecuencia de evidenciar, aunque sea de manera privada, un resultado no favorable.
Lamentablemente el remedio del gobierno de la 3A (tercera alternancia) no parece ser mejor que la enfermedad. La USICAMM no ha mostrado ninguna empatía con las maestras y maestros que participan de los procesos de admisión y promoción vertical (para acceder a un cargo directivo) u horizontal (para aumentar el número de horas o cambiar la escuela de adscripción) de los docentes.
Con total desfachatez ha cambiado sobre la marcha las reglas y fechas para realizar las diversas etapas del proceso. Vaya, ni la perversa imaginación de los creadores de Big Brother se habían atrevido a tanto. Además, es todo un reto para los docentes, encontrar la información y acceder a una plataforma permanentemente inestable, no sabemos si por saturación o por ineficacia de sus administradores.
Por otro lado, no deja de ser paradójico que, a los nuevos docentes, supuestos paladines de la instauración de una nueva cultura escolar en la que se privilegie la evaluación formativa de competencias y a la que se recomiende en todos los documentos y lineamientos superar el modelo del examen individual de conocimientos, se les evalúe precisamente de esta forma. Pero, además, haciéndolo con un modelo basado en la desconfianza. Los profesores tienen que realizar su examen frente a una cámara activada y son advertidos de que entre las causales de anulación se encuentra el levantarse de su asiento o leer en voz alta las preguntas del cuestionario. ¿Se imagina el nivel de estrés de aquellos que no saben qué harán si necesitan ir al baño durante el tiempo del examen? ¿Y si por estrategia personal de aprendizaje, esas estrategias sobre las que les preguntarán si toman en cuenta en su planeación, el profesor acostumbra a leer moviendo los labios?
Pero eso no es todo. ¿Cuáles son los conocimientos que deben demostrar los maestros? El temario incluye algo de Principios Pedagógicos y resolución de casos prácticos, pero en su mayoría incluye temas normativos y de ideología como el no modelo educativo conocido como Nueva Escuela Mexicana, reformas, ley general de educación y artículo 3º constitucional. La bibliografía incluida en la guía contiene más de treinta referencias, que por su extensión es imposible de leer y asimilar.
Por si esto fuera poco, los maestros que hicieron el examen reportan que las preguntas tenían referencias a documentos no incluidos en esa bibliografía como ciertas guías o de plano, que a algunos maestros que solicitan ingreso para trabajar en educación básica en preescolar, les aplicaron el examen destinado a la secundaria.
Y para terminar, al tiempo de escribir esta columna encuentro el reporte de que una vez más se cayó el sistema, esta vez en plena aplicación del examen, para sorpresa y preocupación de cientos de maestros.
Falta saber si los resultados se darán a conocer en los plazos establecidos o nuevamente serán postergados sin mayor explicación, y si honran los principios de legalidad, certeza, equidad, imparcialidad, objetividad, transparencia y publicidad, incluidos en la ley publicada en el Diario Oficial de la Federación.
¿Qué calificación otorgaremos entonces a la USICAMM en el cumplimiento de los objetivos para la que fue creada? ¿Tenemos una USICAMM congruente con la excelencia educativa que pregona nuestra Constitución?
Quizás habría que hacerles un examen para saber si conocen y cómo aplican la fracción III del artículo 3º de la ley referida: “Fomentar el respeto a la labor docente y a su persona por parte de las autoridades educativas…”