Herzel Nashiely García Márquez
Consultora Académica de la RCSA
El desarrollo del pensamiento crítico es posible en gran parte, por la vivencia de experiencias de aprendizaje que fomentan la curiosidad y la indagación como características permanentes en el ser humano. Entre los fundamentos de la Reforma Educativa que la SEP comparte en el documento: “Los Fines de la educación en el Siglo XXI”, se lee claramente la necesidad de que el pensamiento crítico de los ciudadanos mexicanos sea un objetivo prioritario para el Sistema Educativo y la sociedad en general; el compromiso es grande respecto a las prioridades planteadas: “Nos enfrentamos a la necesidad de construir un México más libre, justo y próspero, que forma parte de un mundo cada vez más interconectado, complejo y desafiante” (SEP, s.f.)
La importancia del desarrollo del pensamiento crítico es clara desde las competencias consideradas en el mismo documento como clave para vivir en plenitud en el Siglo XXI, entendiendo por ello, el vivir como ciudadanos libres, responsables e informados; ciertamente, las condiciones con que la pandemia por la COVID-19 retó a cada persona respecto al manejo y discriminación de información, así como el uso y distribución de tiempo y su el consumo mediático, reclama una atención inmediata hacia el nivel de pensamiento crítico que manejamos respecto a la información y producciones televisivas, sobre todo en poblaciones tan vulnerables como resultan personas cuya capacidad de discriminación por calidad, certeza e intención informativa de contenidos, se encuentra en desarrollo.
Es importante considerar que en México, se estima que los niños entre 4 y 12 años invierten 291, 48 minutos al trimestre en ver televisión (Statista, 2019); la cifra nos debe llevar a reflexionar sobre el tiempo frente a pantalla pero también acerca del contenido de lo consumido, sobre todo, considerando la gran cantidad de ocasiones en que la televisión es utilizada para resolver el problema de los padres cuando tienen que extender sus actividades laborales. La “tele” consigue tener “entretenido” al niño y funge como un tipo de “cuidador-atrapador” atencional. Repensar el sentido de ese entretenimiento es el caso medular, ya que la continua exposición a contenidos basura adormece el estado de atención, acostumbrando al cerebro a estímulos constantes pero sin correspondencia con otros procesos cognitivos que dan sentido verdadero a la atención y a la memoria como base fundamental para lograr niveles superiores del aprendizaje.
Enfocar la intención didáctica y formativa en el desarrollo del pensamiento crítico, aún antes del regreso presencial a la escuela, equivale a un excelente calentamiento previo para próximamente, correr un maratón. Si bien, entendemos claramente que las clases nunca se han suspendido y que el esfuerzo docente ha sido digno de admiración y reconocimiento social, resultaría una coherente y valiosa reciprocidad, cuidar los otros entornos que conforman el microambiente del ecosistema en el que se desenvuelve el estudiante y que significan una influencia directa en su conducta (Brofenbrenner, 1979).
Crear un ambiente seguro para nuestras niñas y niños, significa asegurar que sobre todo, las condiciones que son comunes y que tienen facilidad para llegar al consumo de la niñez y juventud, son de alta calidad. En las bases democráticas de la Educación es imposible escatimar y permitir actitudes de conformismo sobre todo con aquellos agentes cuya responsabilidad social por el impacto de su alcance comunicativo, es más grande, incluso, que la posibilidad tecnológica que tienen ciertos subsistemas y centros escolares.
El considerar el espacio de entretenimiento televisivo como una oportunidad de formación ciudadana valiosa, rescata la responsabilidad social que cada cadena televisora comunica en sus redes sociales y que clarifican la posibilidad de contribución en estos momentos de emergencia social y la importancia que tiene la atención socio emocional de la niñez y juventud mexicana, como en tantos foros públicos y privados se ha acentuado (Educar en contingencia, 2021).
Habría que reflexionar qué pretendemos con la oferta televisiva destinada para niños. En la actualidad, la barra de uno de los canales nacionales de tv abierta considerado como de corte infantil, comienza con transmisiones desde las seis y media de la mañana con episodios de media hora de duración. La oferta abarca desde series animadas sobre las aventuras de una niña y un oso (personajes del folklore ruso) hasta producciones norteamericanas de series para adolescentes. Los programas permanecen como estímulos constantes para los televidentes que no cuentan con la edad madurativa necesaria para decidir completa, responsable y conscientemente sobre su toma de decisiones en cuanto al entretenimiento; esas habilidades se encuentran en proceso, mismo que está comprometido con el desarrollo orgánico.
De acuerdo con Forbes (2019) “En México, alrededor de 32.2 millones de hogares cuentan con al menos un televisor, lo cual representa 92.9 % del total en el país”; sería una pena, bajo esta consideración, que la oferta de contenidos careciera de calidad, sobre todo, en cuanto al sector infantil. Este dato resalta que es muy importante repensar críticamente acerca de articular los elementos artísticos con intenciones pedagógicas desde la oferta televisiva infantil; la intención instruccional, el propósito de para qué elegir o no las mejores opciones para formar a los niños y niñas del país, habla mucho de la proyección que se tiene respecto a la formación integral de los ciudadanos y por ende, el compromiso con la calidad de sus vidas.
Existen retos importantes a nivel social y es que el que cada práctica social de la comunidad se enfoque en el desarrollo del pensamiento crítico ciudadano, respaldará indispensablemente el esfuerzo didáctico realizado en el contexto escolar. Estas posibilidades abarcan las propuestas televisivas que atrapan con la promoción del pensamiento distorsionado a partir de la relación que ciertos programas televisivos tratan de forzar, entre la problemática social y el pensamiento mágico revuelto con elementos que resultan distantes de los cánones religiosos.
Anular este tipo de programas de la propuesta televisiva abierta resultaría una respuesta lógica de alineación de fuerzas institucionales para atender verdaderamente al punto de interés neurálgico: más allá del regreso presencial, debemos asegurar el cumplimiento del derecho de cada niña y niño mexicano a un ambiente seguro en todas las dimensiones de su vida. ¿Qué respuestas de afrontamiento socio emocional brindan las historias hiper dramatizadas que resuelven situaciones límite con apariciones y alucinaciones colectivas? Es indispensable pensar cómo se está respaldando el currículum nacional científico por parte de las empresas televisoras y la coherencia institucional del entretejido social en el que se desenvuelven nuestros niños.
Es importante considerar la posibilidad de aprovechar los espacios de entretenimiento y la fuerza actoral, musical y tantas otras aptitudes artísticas de los agentes culturales que pueden enriquecer los materiales y favorecer el logro de aprendizajes verdaderamente significativos. Esto sin duda permitiría a cada televisora cumplir eficazmente con su cometido social a través de la articulación del talento artístico del sector cultural desarrollando contenidos y atendiendo a la formación de habilidades indispensables para vivir una vida de gran calidad como es la apreciación artística, el conocimiento histórico, las leyendas, cuentos, obras teatrales y tantos otros géneros y temas que sin duda, son expresados claramente en el currículo nacional. Sería tan evidente entonces, lo anunciado: “Como empresa socialmente responsable buscamos que nuestras actividades tengan un impacto positivo y trascendente en el desarrollo humano de las personas” (Informe Anual Televisa, 2012). Es imposible no relacionar este compromiso con la primera emisión en nuestro país de Plaza Sésamo en 1972 y su continua innovación de contenidos y estrategias tanto comunicativas como didácticas para adecuarse a las necesidades y cambios de una sociedad cada vez más abierta y diversa.
La oportunidad que para la televisión representan las metodologías activas como son: el aprendizaje basado en retos, e en problemas, aprendizaje basado en juegos, tiene en México, antecedentes importantes como lo es: “A la cachi cachi porra”, programa de concursos que atiende de manera lúdica al dominio de contenidos curriculares del programa de Bachilleratos Tecnológicos del Instituto Politécnico Nacional y que por décadas ha contagiado el sentido de cooperación e identidad institucional en concordancia con la evidencia de calidad académica y formativa.
También existe un importante antecedente con Sofía Álvarez y el programa “Sofiando” que protagonizó desde 1984 hasta 1990. En esa transmisión, Sofía, vivía el oficio de cuentacuentos y maravillaba a los niños con biografías de personajes de relevancia histórica por sus descubrimientos y aportaciones a la humanidad.
En Educación y especialmente en didáctica, el hilo negro ni es recientemente descubierto ni tampoco está nunca terminado. Esto da sentido a la espiral de toma de decisiones docentes que se mueve entre reflexiones, intervenciones, evaluaciones y ajustes necesarios para dar sentido a cada actividad y encuentro en el aula y entendiendo que el aprendizaje se extiende más allá de lo escolarizado, podemos como sociedad, participar activa y críticamente en la reconstrucción y el reencuentro social que se dará en la escuela y en este proceso, la televisión, definitivamente puede ser un catalizador de ejercicios creativos y críticos que fomenten la colaboración y la cooperación, tan solo considerando la calidad y pertinencia de sus contenidos respecto a las pretensiones de formación ciudadana que tiene México.
¿Cuántos contenidos pueden ser abordados desde los cuentos televisados? ¿Cuántas oportunidades tiene la oratoria, el relato, la personificación para captar la emoción y atención auténtica de los estudiantes a través de la televisión de entretenimiento? Quedará la duda en tanto no se abra el espacio para que estos acercamientos artísticos que significan un aprendizaje auténtico de calidad y para toda la vida, puedan estar al alcance de cada niño, independientemente de cuál sea el contexto en que tiene la oportunidad de encender el televisor; como lo señala Umberto Eco, ”la civilización democrática se salvará únicamente si hace del lenguaje de la imagen una provocación a la reflexión crítica, y no una invitación a la hipnosis”.