Para pocos es desconocido que la mayoría de las personas, seres humanos, como usted o como yo, aprendimos a caminar sin un libro texto, guía o instructivo; lo aprendimos, a través de nuestras capacidades innatas y, desde luego, con el apoyo, ofrecido muchas veces, a través de algo que en el medio educativo se conoce como estimulación temprana. Así, mediante el ensayo y error, pudimos ponernos de pie, sostenernos, controlar nuestros movimientos y caminar. Un aprendizaje que el individuo logra pulir mediante ese ensayo y error que indicaba.
Ahora bien, si partimos de la idea que el ser humano aprende por esas capacidades innatas, debemos entonces considerar todo lo que el entorno le ofrece para que pueda desarrollarlas. En este punto, juega un papel muy importante la observación de cada uno de nosotros. Sí, una observación que, para acabar pronto, produce una serie de preguntas sobre todo lo que vemos y escuchamos a diario: ¿por qué el cielo es azul?, ¿por qué en la noche ese cielo es obscuro?, ¿por qué llueve?, ¿por qué cae granizo del cielo?, ¿por qué las aves vuelan?, ¿cómo respiran los peces en el agua?, ¿cómo nacen los bebés?, ¿cómo nacen los animales?, ¿por qué los hombres tienen bigote y barba?, ¿por qué los niños son diferentes a las niñas? Son una serie de preguntas que, seguro estoy, habremos escuchado pronunciar a los niños y niñas en alguna parte de nuestra vida.
Ante estos cuestionamientos, el padre o madre de familia, en primera instancia, los responden de diversa manera, ya sea a partir de sus creencias, o bien, si es que está especializado en ellas, con el conocimiento que ello implica. En cualesquiera de los casos, esas respuestas constituyen el punto de partida de una investigación que el niño puede realizar, a partir de lo que observa en su contexto o de las herramientas tecnológicas con las que cuenta en casa. Por ejemplo, para conocer cómo nacen los animales, si el pequeño vive en una zona rural donde seguramente hay muchos animales de granja, seguramente, podrá vivir el nacimiento de un becerro; por el contrario, si el niño tiene los medios tecnológicos necesarios en su hogar, podrá vivir esa experiencia a través de un monitor, tableta o teléfono. De esta forma, el aprendizaje que resulta del planteamiento de una pregunta, se genera a partir de lo que observa, registra, interpreta y reflexiona.
Esta situación, típica del proceso de enseñanza y de aprendizaje, encierra un gran tesoro: el proceso mediante el cual el niño o niña aprende. Todo lo que ocurre en su mente es inimaginable. Por ello, el papel del docente se vuelve sumamente valioso para lograr que, en primer lugar, esa creencia o conocimiento del padre o madre, adquiera un sentido formativo a partir de criterios científicos y especializados. Así pues, ¿por qué la Secretaría de Educación Pública (SEP), ante la contingencia sanitaria que generó el Covid-19, no partió de la premisa de que el proceso de aprendizaje es factor fundamental para que el niño aprenda? Imagino que, al ser una instancia normativa y administrativa, lo pedagógico y didáctico no está en sus manos cuando, desde mi perspectiva, debería ser lo prioritario. Y es que, como bien sabemos, el niño aprende por curiosidad, jugando, preguntando, haciendo. Así aprendimos muchos de nosotros. Luego entonces, repito, el maestro o maestra, se vuelve un actor de primer orden para lograr que esos aprendizajes adquieran sentido y les sean útiles en su vida.
De hecho, el profesor tiene a la mano una serie de estrategias didácticas que emplea para el logro de esos propósitos; menciono algunas de ellas: cartel, maqueta, libro artesanal, problemario, reportaje, entrevista, línea del tiempo, folleto, historieta, periódico mural, experimento, antología, organizador gráfico, revista, ensayo, álbum, cancionero, fichero, collage, carta, cuento, entre otras.
Con estas estrategias, los contenidos que marcan los planes y programas de estudio (2011-2018) pueden abordarse. Vuelvo a repetir, partiendo de los intereses de los niños, del conocimiento que tenga el profesor del estilo de aprendizaje de sus alumnos, de conocimiento que tenga el maestro sobre el contexto y los recursos con los que cuentan sus estudiantes, del conocimiento que tenga el docente sobre el nivel educativo de los padres de familia de los menores, y de las actividades que pueden o no desarrollar los pequeños, dadas sus condiciones de vida y del contexto y nivel socioeconómico del grupo que atiende.
Planteado así como está, al considerar una estrategia didáctica, se puede fijar un propósito y las sesiones en las que se puede abordar el tema; es decir, si la intención didáctica tiene como objetivo que los alumnos conozcan el ciclo de agua y, para ello, se les encomienda la elaboración de un cartel; para la primera sesión se pueden plantear unas preguntas que los niños puedan investigar en cualquier medio o con cualquier persona lo relacionado a este tema; luego, en la siguiente sesión, se puede abordar una lectura, misma que los puede llevar a elaborar un resumen o reporte de lectura sobre dicho contenido; en la tercera, se puede comenzar con la preparación de materiales para la elaboración del cartel, identificando en revistas o periódicos, lo que el estudiante haya comprendido de la lectura sobre los ciclos del agua; en la cuarta sesión, se propicia la elaboración considerando los criterios mínimos necesarios para la estructuración del cartel; y, en la última sesión, se podría presentar el cartel, mismo que puede ser evaluado a partir de los criterios que el profesor haya establecido y que haya dado a conocer desde un inicio a sus alumnos y padres de familia. De esta forma, hemos visto, cómo en 5 sesiones el profesor o profesora puede abordar un contenido. Este proyecto, ¿puede articular otros contenidos de otras asignaturas? Desde luego, pensemos matemática o geográficamente, e incluyamos aquello que nos sugiere abordar en esas materias e incluyámoslo en este proyecto.
Todo este planteamiento viene a colación dado que, desde mi perspectiva, la SEP ha errado en lo que ellos llamaron “Estrategia de educación a distancia: transformación e innovación para México: propuesta integral frente al Covid-19”. Google por education”. Y digo que ha errado porque, de nueva cuenta, se dejó de lado todo el cúmulo de conocimientos que tienen los maestros y maestras de México. Esto, al considerar que esta estrategia podría funcionar para el grueso de alumnos que cursan alguno de los niveles educativos en México pero, sin tomar en cuenta, los indicadores socioeconómicos de los millones de mexicanos que, como he dicho en anteriores entregas, son graves en nuestro país.
¿Por qué no se invirtió esta estrategia? Es decir, ¿por qué no se partió de lo que los profesores conocen dado que son los actores que viven a diario las circunstancias por las que atraviesan los alumnos? Lo explico: en primer lugar, se tuvo que considerar que el ser humano aprende, mayormente, de la forma que he señalado; luego, pensar en los recursos a los que los alumnos pueden acceder en casa para que, a partir de estas consideraciones, el profesor o profesora, tomara la decisión de diseñar sus planes de aprendizaje considerando el aprendizaje en línea, el aprendizaje a través de los programas de televisión y, finalmente, la más importante, el aprendizaje que puede propiciar en sus alumnos a través de las estrategias que he mencionado y que pudieron dar a conocer a los padres de familia y a sus alumnos mediante el teléfono, avisos comunitarios o perifoneos. En este sentido es importante señalar, que estos aprendizajes no están peleados unos con otros, ni que sean independientes unos de otros, por el contrario, tienen una relación muy estrecha y, prácticamente, tienen la misma intención porque, independientemente de la acción, el plan de aprendizaje se vuelve fundamental a partir, repito, de lo que el profesor conoce de sus alumnos y padres de familia. De ahí que, nuevamente me atreva afirmar, que pretender mantener un control burocrático, siguiendo ciertos esquemas de planificación y evaluación de aprendizajes tal y como lo establece la SEP y las SEP locales, es un sin sentido, sencillamente porque tal acción, en lugar de favorecer el proceso señalado, lo que propicia, es el atiborramiento de actividades de los alumnos y de padres de familia en casa. Ya no se diga de los maestros.
En este sentido, un aspecto que tuvo que considerarse de primer orden, fue el de los padres de familia. Como bien sabemos, algunos tuvieron la oportunidad de quedarse en casa pero, desafortunadamente, muchos no la tuvieron. Esto porque, como bien sabemos, trabajan y tienen que llevar, diariamente, el sustento a su hogar, motivo por el cual, los niños se pudieron haber quedado con los hermanos mayores o con los abuelos o familiares cercanos. Aunado a ello, no tuvo que perderse de vista que, también, estos padres de familia, tienen diferentes niveles de conocimiento; es decir, algunos de ellos, con seguridad, tendrían licenciaturas, maestrías o posgrados pero, otros, solamente el básico (preescolar, primaria o secundaria); en cualesquiera de los casos, se tuvo que pensar en ellos para que se les hiciera llegar la información, con palabras sencillas y sin tanto tecnicismo, la forma mediante la cual podrían apoyar a sus hijos. ¿Cuál es su papel en estos momentos de contingencia?, ¿cómo podemos apoyar a nuestros hijos en casa? Podrían haber sido, algunas preguntas, con sus respectivas respuestas, que pudieron ayudar en este proceso.
Y, finalmente, me gustaría expresar que, si bien es cierto que la evaluación es fundamental para valorar el logro de los aprendizajes de los alumnos; ésta, así como tal, durante esta contingencia, tuve que verse como un apoyo al proceso de aprendizaje pero, desde mi perspectiva, jamás como un indicador que permitiría valorar la promoción de grado o de nivel educativo. Al parecer, al momento en que cierro estas líneas, el Secretario de Educación, Esteban Moctezuma, cambió el discurso en la conferencia del Presidente (de este día), y ya no será de esta forma esa evaluación a través de las carpetas de experiencias y/o evidencias. Ojalá las autoridades locales lo entiendan.
Desde hace muchos años tengo conocimiento, que en la Secretaría de Educación Federal y, en las locales, en sus respectivos organigramas, existen áreas de planeación y/o diseño de programas emergentes para la puesta en marcha de estrategias y/o planes educativos. Bueno sería que, al menos, se les diera vida y que esas áreas hicieran su trabajo acercándose a los que verdaderamente conocen: los maestros, para que diseñaran estrategias y/o programas, acordes a la realidad o realidades que vivimos en el territorio nacional. A la fecha, seguimos sin conocer un plan educativo por parte de la SEP; bien valdría la pena que esta dependencia, definiera lo que, durante este mes y medio se tendría que hacer, más allá de la estrategia que ha dado a conocer para que, el regreso a las aulas, propicie espacio de aprendizaje, reflexión y valoración de lo que somos, hacia dónde vamos y qué podemos hacer antes las diversas circunstancias que llegaran a presentarse. La estrategia difundida por la SEP tiene uno que otro acierto, no lo niego, pero así, sigo pensando que se puede hacer mucho más en este terreno. No todo lo que ocurre en línea, a distancia o virtualmente es motivo de aprendizaje y viceversa; ahí está la clave de este proceso.