Quienes tienen la fortuna de estar insertos en el sector educativo, de sobra saben que una vez que termine el periodo vacacional de marzo o abril, mejor conocido como de “Semana Santa”, el camino hacia la culminación del ciclo escolar se aproxima a pasos agigantados. Tres Consejos Técnicos Escolares (en abril, mayo y junio), un momento de descarga administrativa (en julio) y tres días de Taller intensivo de formación continua para docentes (en julio), además de las infinitas actividades escolares y socioculturales venideras, son las que marcarán el cierre de este intricado ciclo 2023-2024.
Para nadie es desconocido que la Secretaría de Educación Pública (SEP) erró en su estrategia de comunicación para la implementación del Plan de Estudios 2022 de educación básica; una especie de teléfono descompuesto es lo que caracterizó su puesta en marcha en cientos de escuelas a lo largo y ancho de nuestro país. Y desde luego, el magisterio, a cuentagotas y prácticamente por cuenta propia viene comprendiendo el quehacer que le exige la propuesta curricular que, como se ha dicho en reiteradas ocasiones, implicó un viraje importante, porque del enfoque basado en competencias (plan 2011) y/o competencial (plan 2017), se transitó a otro donde la libre expresión de los aprendizajes, intereses y necesidades de los alumnos se prioriza y materializa con el trabajo por proyectos a partir de realizar una lectura de la realidad que permite contextualizar las actividades considerando los contenidos marcados en los programas sintéticos y analíticos; me refiero al enfoque por capacidades.
Visto de esta forma, parecería simple afirmar que dicho tránsito ha sido terso desde que comenzó el ciclo escolar 2023-2024, y que los docentes han logrado desaprender lo que en dos décadas absorbieron de un esquema que priorizaba la individualidad y el mérito y no la colectividad propiamente dicha, en pro de una mal llamada “calidad” educativa. Desde luego, quien se encuentra ejerciendo su docencia en educación básica dirá lo contrario, es decir, podría decir que no ha sido fácil comprender ese viraje al que me refiero, pero tampoco, el que hoy por hoy, el plan de estudios 2022 tenga mucho sentido en las aulas de nuestra República Mexicana.
Pienso que el problema mayor no pasa por el reconocimiento de los contenidos y procesos de desarrollo de los aprendizajes (PDA) establecidos en los programas sintéticos; éstos, igual que antaño, se han desprendido del centro. La cuestión tiene que ver, insisto, por un lado, con la comprensión de su fundamento y, por el otro, con su puesta en marcha en eso que podríamos denominar el plano didáctico cuyo sentido se encuentra en las aulas. Intentaré enfatizar en esto último.
Se sabe que una vez que el docente ha comprendido la esencia del plan 2022 y, desde luego, haber conocido los programas sintéticos, el siguiente paso es la conformación de un programa analítico; programa que no es otra cosa más que una estrategia de contextualización para leer la realidad de la comunidad, escuela y grupo; para ello, el primer paso que se debe realizar es precisamente la lectura de la realidad, lo cual implica problematizar sobre las características del entorno, la escuela, los procesos de aprendizaje, los retos de los alumnos y maestros, el involucramiento de los padres de familia, etcétera. Con este proceso, insisto, que pretende leer la realidad a través de la identificación de los problemas que afectan a la comunidad, escuela y aula, se transita al siguiente momento, en donde se contextualiza aquello que fue identificado en el primero, con la finalidad de construir un horizonte de trabajo a través de la revisión de los programas sintéticos (contenidos y PDA), estrategias nacionales, metodologías activas, estrategias didácticas, entre otros. Y bueno, en este segundo paso, acontece otro de singular importancia, que tiene que ver con el codiseño, es decir, la posibilidad que tiene el maestro o colectivo docente para incorporar contenidos locales que respondan a las necesidades locales e institucionales.
Hasta aquí, por la experiencia que he tenido al estar compartiendo diversos espacios con docentes de preescolar, primaria y secundaria en lo que va del ciclo escolar, puedo decir que no hay tanto problema o dificultad, sin embargo, la lectura de la realidad (diagnóstico) que los lleva a problematizar tal y como he mencionado, sí representa un desafío importante pero que puede ser conseguido a través de la reflexión, análisis (de información y/o datos) e interpretación (de los mismos); ello da como resultado la construcción de su programa analítico.
Entonces, las dificultades que he logrado observar en el plano didáctico que refería hace unos momentos, pasa por lo siguiente: una vez que se tiene el programa analítico, con su respectivo horizonte de trabajo mediante la identificación de ciertos problemas, a buena parte de los docentes les ha costado, y les viene costando, aterrizar estas cuestiones en dicho plano didáctico. Esto puede entenderse, muy probablemente, por la confusión que ha generado el trabajar por proyectos con ciertas metodologías activas o sociocríticas; proyectos y metodologías que no son lo mismo, pero que colaboran para el logro de los propósitos educativos plasmados en el plan 2022.
Desde mi perspectiva, no ha logrado entenderse que trabajar por proyectos implica favorecer el aprendizaje con experiencias para que el alumno sea parte del proceso de planificación, desarrollo y evaluación de dicho aprendizaje hasta su compresión. Al ser una técnica, claramente se diferencia de una metodología (activa o sociocrítica), porque ésta promueve que el estudiante participe activamente en su aprendizaje ya que, como se sabe, la mayor parte de la acción educativa recae en el alumno porque él es quien ejecuta, de ahí que se sugieren que las actividades sean significativas o auténticas a la vida cotidiana y al contexto real del niño. Dichas metodologías, sugeridas por la SEP son: Aprendizaje basado en proyectos comunitarios para el campo formativo de lenguajes, Aprendizaje basado en Indagación con enfoque STEAM para el campo saberes y pensamiento científico, Aprendizaje basado en problemas para el campo ética, naturaleza y sociedades, y Aprendiza servicio para el campo de lo humano a lo comunitario.
Visto de esta manera, podría decir que el trabajo por proyectos sería el Qué y las metodologías el Cómo el docente podría organizar las actividades de aprendizaje. Esto, insisto, desde mi perspectiva es lo que representa un problema porque, si bien es cierto que un proyecto se planea, también es cierto que, para desarrollarlo, se requiere de una serie de fases, momentos o pasos, dependiendo del campo de conocimiento que desee abordarse. Dichas fases, momentos o pasos son los que aún no logran comprenderse del todo, así como la forma en que podrían planearse para favorecer los aprendizajes de los estudiantes porque, pareciera que el modelo de planeación del esquema anterior a éste aún se mantiene o, en otras palabras, se resiste a desaparecer.
Como he venido señalando en anteriores artículos, pienso que el trabajo que se realiza en los Consejos Técnicos Escolares no es suficiente y, si a ello le sumamos que hay una cantidad impresionante de vendedores de cursos, talleres, diplomados, pero también de formatos, programas analíticos y planeaciones, la situación de agrava un poco más. No sé si la rectoría de la educación que tanto se ha mencionado en los últimos años se refería a quitarle al sindicato el poder que la misma SEP le había otorgado al SNTE al interior de esta dependencia; yo creo que la rectoría debería abrir su mirada o campo de acción y considerar a la formación continua como un asunto serio.
Reconozco que hay varios docentes que las maestras y maestros identifican como edutubers; ellos (no todos por supuesto, pero particularmente me interesa el contenido del profesor Edgar Valladares), en estos años han venido haciendo el trabajo que la SEP debería estar haciendo, tal vez a través de la Subsecretaría de Educación Básica con su respectiva área de comunicación; desafortunadamente esta dependencia se encuentra ensimismada y con subsecretarías y áreas arcaicas y anquilosadas y con funcionarios que cobran un dineral sin hacer prácticamente nada.
Benditos tiempos en los que vivimos una profunda contradicción: entre una transformación que no transforma y el mantenimiento de viejas estructuras que no mantienen ni su propio mantenimiento.
¡Pobre SEP, qué SEP tan pobre!