En el momento de escribir este artículo tengo presente aquella obra musical llamada “El diluvio que viene”, en donde en el colofón de la obra un grupo de hormigas bien organizadas logran construir una barca para evitar el diluvio. La metáfora cabe para pensar-nos en la situación de la educación que atraviesa nuestro país en este momento, y de pensar de igual manera en la reforma que viene.
Para todas aquellas personas que hemos sostenido posiciones encontradas con la actual propuesta de reformas del gobierno, se ha confundido nuestra la postura haciendo creer de que nos oponemos a toda reforma, porque (dicen ellos) mantenemos una posición mesiánica, atrasada y que carecemos de propuestas y de argumentos de nuestra visión y postura. Nosotros así en plural, estamos a favor de una verdadera reforma, la cual quedaría debidamente legitimada a partir de sus consensos. La reforma educativa que necesita México, requiere cumplir con tres grandes componentes (ausentes en la actual propuesta).
- Toda reforma o toda iniciativa educativa surge de la elaboración de un diagnóstico y de la detección y jerarquización de necesidades educativas. En este caso no se trata de re-elaborar un diagnóstico para conocer lo que como verdades de Perogrullo ya conocemos, que hay una serie de déficits, inconsistencias y tensiones en el funcionamiento del sistema, que los aprendizajes esperados de niños y niñas en todos los niveles de la educación básica no son los adecuados, de tal manera que les permitan arribar de mejor manera a una sociedad cada vez más exigente y compleja, que en la escuela mexicana predomina un paradigma de atención educativa que no reconoce suficientemente ni atiende las demandas particulares, las diversidades sociales y las diferencias en los ritmos y estilos de aprender del estudiantado, que hemos venido acumulando una serie de rezagos producto de los vicios y las inconsistencias de otro tiempo pero que dichos vicios no se han podido superar por falta de disposición gubernamental y disposición social y podríamos añadir a lo anterior un largo etcétera en donde enmarquemos más problemáticas educativas, la mayoría de ellas de carácter estructural y propias de la naturaleza del propio sistema. Ante todo ello se requiere trazar una ruta de acción del trayecto de la reforma, que obedezca no tiempos y estrategias políticas sino más bien condicionadas por el calendario educativo y de las costumbres sociales.
- Una reforma verdadera deberá establecer objetivos y contenidos claros en cuanto a sus definiciones programáticas, a qué se aspira lograr con la reforma, qué problemáticas y rezagos se pretenden superar, cuáles son los puntos críticos que se busca resolver y con qué recursos y estrategias se cuenta para lograrlo. Las aspiraciones estratégicas de toda reforma verdadera, en cuanto a su proyección y los impactos por generarse, no deberán ser ni tan ambiciosos que nunca se cumplan, ni tampoco tan inmediatas que se cumplan con relativa facilidad. La distancia de su búsqueda deberá colocarse en tal punto que le permitan al sistema exigirse cambios y ajustes que incidan en una nueva cultura de gestión y del cumplimiento oportuno de metas y objetivos.
- Una reforma verdadera deberá establecer un método de trabajo incluyente y participativo, será a partir de la inclusión y participación de los principales actores y agentes del propio sistema como se podrán garantizar avances. El método en el diseño y operación de la reforma deberá ser tal que permita garantizar el NO incurrir y menos aún abusar en excesos autoritarios e imposiciones, como sucede actualmente. Los consensos y la inclusión de todo tipo de propuestas son fundamentales desde el inicio.
La reforma que viene deberá trascender los esquemas sexenales, deberá ser producto de un pacto entre todas las fuerzas y agencias políticas en la perspectiva de anteponer los intereses de la educación del país muy por encima de los intereses partidistas, de un grupo o de una ideología determinada.
La reforma que viene deberá documentar sus propuestas, la generación de documentos de trabajo por operarse, abrirán consultas, foros y espacios abiertos al diálogo y al intercambio de propuestas y experiencias.
Por último, la reforma que viene deberá pensar en el México que aspiramos para el siglo XXI y en el perfil de mexicanos educados a los que se aspira formar y no cuáles son las formas de cómo se pretende continuar con el control político, laboral y hasta ideológica de educadores y educadoras a todo lo largo y ancho del país.
Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Guadalajara. mipreynoso@yahoo.com.mx