Los recientes acontecimientos han mostrado el curriculum oculto de la reforma educativa de Peña–Nuño, el recurrir a la fuerza desmedida, al despliegue desproporcionado de policías para impedir que los maestros se manifiesten, lejos de abrir un diálogo verdadero con los y las educadores con la intención de encontrar nuevos caminos y mejores búsquedas para implementar la reforma y de mejorar la educación en nuestro país, se cancela con ello todos los vasos comunicantes entre las partes y sus diversas posiciones.
El lado oscuro de la reforma educativa, si nos atenemos a sus métodos de implementación y al proceso seguido para imponerla, es que realmente no da evidencias de un interés válido y legítimo por mejorar la calidad del servicio educativo o de garantizar realmente mejorar la educación. Lo que se pretende, desde el gobierno, es desmantelar y desarticular los derechos históricos de maestros y maestras a partir de forzar una serie de mecanismos obligatorios, prescriptivos y atentatorios en donde se pone en peligro incluso la fuente de trabajo para todos aquellos y aquellas que no acaten las ‘decisiones obligatorias’ de este galimatías llamado RE.
El gobierno se ha negado sistemáticamente a negociar los términos de la reforma y se ha negado con interlocutores muy válidos como son los propios educadores. Sin un espacio de diálogo, de intercambio de posiciones lo único que aparece es una postura unilateral y un abuso de poder desde el poder. Bajo este escenario es donde se explica el papel del SNTE que ha ratificado su postura de ser un comparsa más de la propuesta gubernamental, junto con otros aliados como Mexicanos Primero y Televisa. El interés desde esta postura global es imponer para nuestro país un esquema de educación de primer mundo es decir, privatizando el servicio, desmantelando en los hechos el carácter social del contenido del artículo tercero y reconfigurando el papel y la figura de los y las docentes al convertirlos, en empleados controlados, en burócratas de la educación, en una pieza más de un sistema el cual deberá estar plenamente vigilado desde la cúpula gobernante.
El arribo a un espacio de diálogo y negociación es la forma más avanzada y civilizada de lograr y construir acuerdos y consensos en torno a la reforma. Dicha forma de diálogo tendría que pasar por tres condiciones básicas, no tanto en cuanto a sus contenidos sino en cuanto al procedimiento para tomar acuerdos.
- Las partes deben de sentarse en condición de iguales y dar a conocer sus posiciones, sus propuestas distinguiendo lo que es negociable de aquellas cosas que son de principio no negociables.
- Se deberán buscar acuerdos básicos en una primera ronda de negociación que permitan hacer avanzar la reforma, por ejemplo quitarle el carácter punitivo y obligatorio a la evaluación, incluir las propuestas docentes en todo el nuevo esquema por diseñarse, garantizar la capacitación que incida positivamente en el trabajo áulico y crear un nuevo esquema de estímulos, los cuales no estarán condicionados a los resultados de los evaluaciones, valorar el estudio y la formación a partir de ofertar propuestas de posgrado atractivos que estén vinculados con la práctica docente, etc.
- Buscar una estrategia que permita garantizar que las partes cedan en sus posiciones, de tal manera que los puntos de encuentro sean sobre la base de la construcción de consensos para avanzar. En todo esto la parte gubernamental no ha dado ninguna muestra de interés verdadero en negociar.
Para garantizar el éxito de este esquema de negociación se requiere también tener un árbitro que permita sentar a las partes y hacerlas negociar, en ello algunos de los colegas de Educación Futura podrán servir de árbitros y hacer avanzar dicha propuesta.
Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Guadalajara. mipreynoso@yahoo.com.mx