Sergio Martínez Dunstan
La reforma curricular está sitiada entre fuego cruzado y fuego amigo. Diversos grupos la han colocado al centro de la lucha por el poder político, la disputa por la educación y la pugna por la Secretaría de Educación Pública. Así lo dejó entrever Marx Arriaga, Director General de Materiales Educativos. “Estamos en una guerra, en una gran batalla. No estoy exagerando”.
En el marco del evento “Desafíos de la transformación educativa para la nueva escuela mexicana”, organizado por la Scretaría de Educación de Michoacán, el funcionario reaccionó a las preguntas planteadas por los participantes y el otro ponente invitado, Erick Juárez Pineda. El también Director de Educación Futura resaltó el activismo del titular de la dependencia gubernamental en las asambleas de análisis de los planes y programas de estudios 2022. Y, en contraparte, destacó la ausencia, por ejemplo, de la Subsecretaria de Educación Básica y la Directora de Desarrollo Curricular en la divulgación de la propuesta curricular. Quienes por obvias razones, también deberían estarlo haciendo según las atribuciones legales inherentes a sus cargos.
Marx, el empleado federal, puso el dedo en la llaga al mencionar: Todavía están las presiones de la derecha para que no se publiquen el plan y los programas de estudios. Hay fuerzas al interior de la SEP que están resistiéndose a hacerlos públicos. Están ganando voluntades. Aún no se ha logrado. Si esto se llega a concretar, de lograrse, sería una conquista social.
El periodista previamente cuestionó: ¿quién va a seguir al frente de la SEP? tomando en cuenta que Delfina Gómez Álvarez encabeza las encuestas para asumir la candidatura al gobierno del Estado de México. Se habla de Marx Arriaga, de Luciano Concheiro, Adela Piña entre otros personajes, remató. Luego entonces, el proyecto curricular de relevancia transexenal ¿quién lo defenderá de los embates opositores? Su interlocutor, Marx Arriaga, delegó tal responsabilidad a los maestros al expresar: ¿Quién va a dar la cara? tienen que ser los maestros. En el mismo tenor, y a propósito de las inquietudes de los participantes en las mesas de trabajo sobre ¿cuál debería ser el perfil docente para abordar esta nueva escuela mexicana? respondió con toda puntualidad:
“Un sujeto que tenga conciencia social y de clase. Si no hay un análisis del materialismo histórico, de lo que sucede en sus contextos resultaría casi imposible que identifiquen las problemáticas en sus entornos.”
Asimismo, reflexionó en torno a otra interrogante igualmente trascendental: ¿Cómo debería ser la formación hacia el docente? Centrada en comunidades de aprendizaje. Es impensable desarrollar el modelo de la nueva escuela mexicana a través de un programa de capacitación porque vendría a contradecir la misma propuesta curricular. La formación continua es imposible mediante un proceso donde sólo se desarrollen contenidos. El modelo debería considerar el desarrollo del pensamiento crítico alrededor de la propuesta curricular. Si no hay un análisis de las crisis sociales, entones ¿cómo vamos a llegar a la expectativa de la Ley General de Educación, de la nueva escuela mexicana, de la propuesta curricular que promueven el pensamiento crítico para la transformación social? La estrategia de hacerlo en cascada en las sesiones de los Consejos Técnicos Escolares, sería un fracaso.
En el modelo neoliberal, prosiguió, el control del magisterio es más sencillo tras su fragmentación (o atomización). Por ello, resulta peligroso para el sistema formar comunidades de aprendizaje. “Vamos a ver si la SEP tiene el valor de llegar hasta sus últimas consecuencias de promover el pensamiento crítico tanto de los sujetos de la educación como también de los docentes”. Y, por supuesto, que hay contradicciones en los procesos del Sistema para la Carrera de la Maestras y los Maestros. Tendrán que modificarse los lineamientos, desaparecer o centrarlos en una evaluación formativa. No debe reconocerse la formación de los maestros a través de un examen de conocimientos. Los profesores son parte del Estado. Para ganar espacios se requiere conquistar previamente otros. Ya se ganaron las normales, las universidades interculturales, los libros de texto, la UPN.
Los puntos coyunturales que ponen en riesgo la puesta en marcha de un nuevo plan de estudios saltan a la vista. Trastocaría también al de educación superior el cual se ha venido discutiendo con mayor sigilo en comparación con el de educación básica.
En una guerra sin cuartel, el fuego amigo da cuenta de una lucha fratricida entre los correlegionarios afines a la linea presidencial mientras que los fuegos cruzados ocurren desde varios lados y distintas lineas provenientes de los opositores a la política gubernamental. A la lucha por el poder político se le suma la pugna por ocupar la Secretaría de Educación Pública. Al debate sobre el sustento paradigmático y epistémico del plan de estudios habrá que agregarle las visiones particulares para su implementación. Rebatir la propuesta curricular se ha convertido en un pretexto perfecto para la lucha por el poder. La casi inminente salida de Delfina Gómez Álvarez dejando acéfala la Secretaría de Educación Pública bajo estas circunstancias se torna por demás riesgoso. En esta lucha, se ha privilegiado el control político dejando en segundo término la formación de la futura generación de niñas, niños y adolescentes. Y, paralelamente, la política de revalorar el trabajo docente la han llevado hasta la pretensión de manipular al magisterio para el control político.
Por ello, cuando se habla de la reforma educativa del 2019, de los preceptos constitucionales y legales de ella emanados, de la nueva escuela mexicana como el instrumento para lograrlo, a esta fórmula hay que sumarle la política curricular como piedra angular para el éxito de la política educativa. Con ello, el fortalecimiento del grupo político influyente y agenciarse la victoria en la lucha por el poder.