El confinamiento ha dividido posiciones, algunos dicen que así viviremos por los siguientes años, que es mejor acostumbrarnos a este nuevo estilo de vida o como le han llamado a esta nueva normalidad y otros dicen que pronto regresará la otra, la verdadera normalidad, aquella que os permite salir a las calles, abrazarnos, abarrotar los espectáculos las tiendas, que da libertad plena para comprar y consumir. En educación esta etapa de aislamiento y virtualización de la tarea educativa tomó por sorpresa al sistema (y a muchos organismos sociales) y no ha sido posible valorar con mayor y mejor mesura todo lo que se ha puesto en juego.
Desde el 17 de marzo del presente año la sociedad mundial ha quedado parcialmente paralizada, (según la geografía en algunos lugares desde enero como ha sido el caso Chino) un virus microscópico de fácil y rápido contagio y con riesgos graves ha servido para poner en jaque a la humanidad en plena era de las telecomunicaciones, la era de la información, los a satélites y la inteligencia artificial, dicho virus ha mostrado lo vulneraba como somos como especie como conglomerado humano, como sociedad avanzada.
Hoy lo global y local por fin se han fusionado en un punto de alto riesgo, aderezado por el miedo y el aislamiento social. En educación se tuvieron que cerrar escuelas, habilitar plataformas digitales, capacitar de emergencia a los maestros y maestras, garantizar que niños, niñas y los propios docentes contarán con un aparato que les permitiera estar conectados por cualquier vía con las indicaciones educativas. Todo esto pasó en un lapso relativamente corto de tiempo, pero la aventura pandémica, no termina aún, en agosto y hasta el mes de enero del próximo año se pronostica que la atención educativa seguirá bajo el mismo formato con el que concluimos, es decir, con la pedagogía de la incertidumbre y el desconcierto.
La Pedagogía de la pandemia es un movimiento nuevo, surgido en el seno de los círculos académicos, se trata de saber de virus, de bacterias, de medicamentos, de remedios ancestrales, de herbolaria, de bioquímica del organismo, se trata de saber para ya no temer. Porque también el virus que contagia y pone en riesgo los pulmones humanos, todo el sistema de respiración de los seres humanos y la vida misma, viene acompañado de otro tipo de virus el del miedo, la inmovilidad, la paranoia colectiva y una especie de modorra humana. El nuevo sedentarismo gracias a los nuevos riesgos, ha modificado los hábitos de vivir, de estar en casa, de estar con la familia, de comer, asearse, utilizar el agua, de comprar y consumir, de vincularse con el mundo y el medio ambiente e incluso con uno mismo.
Las redes sociales dan cuenta de un clima de desesperación y sufrimiento en el aislamiento, y ¿por qué no hablar de la seguridad en el resguardo?
Hace falta ordenar y sistematizar las ideas, se necesita generar relatos y metarrelatos de todo esto que todos y todas estamos viviendo, se requiere sistematizar una experiencia inédita que no tiene referentes cercanos ni lejanos tampoco. Pero para todo ello se requiere que nos desprejuiciemos, que nos desalienemos, que le demos chance a las ideas frescas y verdaderas que hablen por nosotros y también por los otros y a los sentimientos y las emociones. No solo importa lo que hemos vivido también importa lo que está por venir y lo que está por venir es igualmente impredecible e incierto como la gran mayoría de las cosas de una sociedad líquida y en riesgo a la cual apenas nos estamos acostumbrando.
¿Cómo se recordarán estos días cuando estuvimos atrapados en el tobogán de la pedagogía de la pandemia y el confinamiento social?