Miguel Ángel Rodríguez
Leo con tristeza el artículo “La contrarreforma educativa” de Gilberto Guevara Niebla. Me duele pensar que, como algunos otros líderes de la generación del 68, terminará devorado por la voluntad de poder. Lejos ya de la crítica a las instituciones oficiales por La catástrofe silenciosa de México en materia educativa, ahora, en este momento de su vida, se dedica a defenderlas con pasión caballeresca.
El texto de Niebla comienza estableciendo una correspondencia cierta, indudable, entre los demonios de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y la alta probabilidad de que Andrés Manuel López Obrador alcance la presidencia de la república. Sobre esa certidumbre el consejero del INEE pretende descalificar moralmente a quien propone una reforma moral del Estado mexicano.
No obstante, después de alarmarnos por el desmesurado riesgo de que AMLO apruebe un plan educación con la CNTE, luego de aderezar con adjetivos medievales a los profesores oaxaqueños que infamaron a “la reforma educativa”, dos párrafos antes del final de su reflexión, nos dice que el sentido de la verdad de lo dicho es lo que menos importa, por ahora, porque de lo que realmente se trata es de evitar a toda costa que llegue Andrés Manuel a la presidencia:
“Pero, en medio de todo esto, hay datos confusos: se nos informa que el congreso nacional de la CNTE acordó explícitamente no apoyar a ninguno de los candidatos a la Presidencia “porque todos ellos —incluso López Obrador—, son candidatos de la oligarquía (sic)” (Milenio 18-03-18). Los congresistas van a seguir, por su lado, la lucha para derogar la reforma educativa llevando a cabo “una protesta nunca vista” y que incluye una serie de paros nacionales en las escuelas. ¿Obligan estos acuerdos a que la sección 22 rompa su alianza con AMLO? No lo sabemos.”
Si Guevara Niebla hubiera empezado su artículo, como queda claro en el párrafo superior, por la duda de la alianza entre la CNTE y MORENA, por afirmar que la organización sindical de profesores decidió no apoyar al Peje y, peor aún, que lo consideran “candidato de la oligarquía”, hubiera perdido la oportunidad de sustentar su ataque moral basado en la identidad entre AMLO y la CNTE. Es una clara muestra que no es el sentido de verdad, la voluntad de saber, lo que mueve la escritura de Niebla, es la desnuda voluntad de poder la que se hace presente en “La contrarreforma educativa”.
Justo ahora, cuando la catástrofe educativa es estrepitosa, cuando la cantidad de niños y niñas pobres ha crecido sistemáticamente y la violencia de la miseria humana alcanza niveles históricos sin precedentes, aparece el consejero del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), servidor del Estado, como bien apuntó Alberto Arnaut, para trovarnos un confuso madrigal de ovejas, pastores, jinetes y mozas infamadas. Más allá del sentido de verdad del texto, que, como ya quedó claro, no es el interés central del artículo, me interesa reflexionar brevemente sobre la consistencia de las ideas políticas y morales de quien es consejero del INEE.
Escribe Guevara Niebla: “Alarma la idea, manifestada por Andrés Manuel López Obrador, de reunir en estos días en Guelatao, Oaxaca, a un grupo de maestros para aprobar un “plan de educación” que substituya a la infamada reforma educativa y que “corresponda a los verdaderos intereses de los maestros.”
Al respecto, huelga decir que el consejero no se alarmó tanto cuando Enrique Peña Nieto, como parte del Pacto por México, que de paso disolvía las diferencias ideológicas entre los principales partidos políticos, envió la malparida “Reforma Educativa”, nueve días después de su toma de posesión, el 10 de diciembre del 2012, a la Cámara de Diputados. Y once días después, el 21 de diciembre del mismo año, fue aprobada por el Senado de la República. Para el 26 de febrero del 2013 la reforma educativa había sido promulgada y publicada por el Ejecutivo, incorporado transformaciones constitucionales sustanciales, en materia administrativa y laboral, para dejar en el abandono jurídico al magisterio del país.
A partir de esa mutación los derechos laborales de los trabajadores de la educación se encuentran en un estado de excepción, pues el derecho se aplica desaplicándolo, suspendiéndolo, sobre una individualidad histórica particular: el gremio de los profesores. Ese si era un enorme motivo de alarma y era evidente que Peña Nieto trabajaba, con la asesoría intelectual de Mexicanos Primero A.C., y algunos otros empleados del Estado, en la mal infamada Reforma Educativa desde meses antes de su toma de protesta como Presidente de México.
Gilberto Guevara Niebla guardó entonces un estruendoso silencio.
Como el pastor que cuida celosamente de sus ovejas nos grita ahora, muy preocupado, que “hay viene el lobo” y se quiere comer a la reforma educativa. Escribe con patriotismo ardoroso: “Nos preocupa que el destino de la educación nacional, que es un valor supremo de la república, sea decidido por una reunión de individuos, probablemente, los líderes de la sección 22 de Oaxaca, que hasta hoy se han caracterizado por su sectarismo, sus expresiones de odio y violencia, y en ningún caso por sus ideas pedagógicas.”
La nueva profesión de fe de Niebla lo conduce a ignorar olímpicamente los diversos esfuerzos pedagógicos que, por ejemplo, se fundamentan en la unidad de la cultura, la escuela y la comunidad. La idea de comunalidad, con origen en la región Mije, de Oaxaca, supongo que no le dice nada a Guevara Niebla, pero estudiosos de México y varias partes del mundo encuentran en esa fusión caminos pedagógicos novedosos para alcanzar mejores aprendizajes, más próximos a su identidad existencial, menos degradantes que los tradicionales conceptos cuantitativos de calidad educativa.
El juicio de Guevara Niebla no duda en recurrir a la invectiva para producir un efecto catastrófico en la retina del lector, deforma al extremo moral, de la manera más grotesca posible, a los enemigos cantados de la reforma educativa. En su madrigal la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) representa el oscurantismo, el odio y la violencia, en cuatro palabras: la fuente del mal. Pero la herencia de control clientelar, corporativo, del magisterio nacional que ejerce el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), aliado con el PRI, no le merece ningún comentario.
El huevo de la serpiente, el lobo del cuento, se incuba en los profesores que militan en la sección 22 de Oaxaca. La casta doncella es la reforma educativa de Enrique Peña Nieto, PRI, PAN, PRD y los prístinos empresarios de Mexicanos Primero A.C., quienes idearon y diseñaron las directrices centrales de la desfundamentada reforma de la educación.
Vista con lupa, en una lectura cuidadosa de los textos de la reforma educativa, a mí no me fue posible encontrar ni la sombra, ni huella alguna de ideas pedagógicas o filosóficas que hayan legitimado los cambios jurídicos perpetrados a los artículos 3 y 73 de la Constitución.
En los hechos se trataba de reformas administrativas que restringían y cancelaban el derecho a la permanencia en el trabajo y, de igual forma, obstaculizaban el cumplimiento pleno de los derechos laborales de los profesores. Por esa vía quedaban prácticamente suspendidos del Estado de derecho y se sentaban las bases para la formación de seres humanos funcionales a la sociedad del rendimiento, eficiencia, logros, metas y, sobre todo, obediencia y sumisión sin condiciones a los modelos educativos de la OCDE.
Y Gilberto Guevara Niebla otra vez guardó un ruidoso silencio.
El corazón del otrora líder estudiantil se enciende cuando nos pone sobre aviso, con las manos y la voz crispadas, que más allá del grito de alarma, él nos quiere advertir del real peligro: “La preocupación crece cuando se constata que López Obrador sigue encabezando las preferencias electorales y que, debido a los desaguisados recurrentes de sus opositores, muy probablemente será el electo presidente. Lo que no se observa, sin embargo, es que la estatura de estadista de candidato esté creciendo y que asuntos tan cruciales como el educativo los pretenda dejar en manos de un grupo que no representa al magisterio y menos a la sociedad en general.”
La causa de la exaltación de Guevara Niebla queda al descubierto cuando revela el verdadero leitmotiv de su diatriba contra la CNTE, la alta probabilidad de que Andrés Manuel López Obrador sea electo Presidente por la voluntad popular de los mexicanos. Declara públicamente que le inquieta la carencia de estatura de estadista del Peje. Y aquí me interrogo pensativo: ¿cuántos presidentes mexicanos alcanzan la dimensión de lo que se conoce como un estadista…?
Mirándolo bien, desde Lázaro Cárdenas no tenemos un Presidente con talla de estadista. La historia de los presidentes de México, desde el último tercio del siglo XX, es el espejo del curso del mundo occidental, cada vez más grises, más pequeños y más bárbaros: el inicio del siglo XXI es una muestra clara. Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, dos presidentes panistas y un priista, corrompieron en medida sin precedente las estructuras del Estado y sumieron a los ciudadanos de México en la más infame -in-fa-me- miseria. Con razón Goran Therborn habla recientemente de Los campos de exterminio de la desigualdad (FCE, 2015) y con datos objetivos, también, identifica a México como el país más desigual de la OCDE a principios de la segunda década del presente siglo (2010). Las posibilidades para el ser se encuentran, como en los campos de concentración judía, absolutamente negadas.
Y uno no puede dejar de hacerse algunas preguntas derivadas de la crítica de Guevara Niebla a la moralidad de Andrés Manuel López Obrador: ¿por qué nunca cuestionó, durante seis años de Consejero del INEE, ya no digamos la falta de estatura política sino la evidente corrupción del gobierno de Enrique Peña Nieto?, ¿por qué jamás alzó la voz cuando los policías federales transportaban a los profesores de la Sierra de Michoacán en helicópteros para ser evaluados en Morelia?, ¿le parece acaso que Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Margarita Zavala, los otros candidatos presidenciales, son de la estatura política y moral que demanda con tanto entusiasmo de Andrés Manuel…?
Desde la elevada tribuna pública -que confunde con autoridad moral- que le da el sitial de consejero del INEE, condena la que identifica como “estrategia de AMLO… él quiere atraer votos para su causa por cualquier medio, sin reparar en valores morales —aunque presume de ser el líder de un renacimiento moral del país—. ¿Cuál es la moralidad –nos preguntamos– de la CNTE-Oaxaca? ¿Qué respeto guardan por el derecho a la educación de los niños de su estado? La sección 22 es una agrupación oscurantista que razona poco y, en cambio, utiliza mucho la violencia, la usa como método sistemático de lucha.”
Lo que persigue Guevara Niebla, en mi opinión, es parte de una estrategia orquestada por algunos intelectuales afines al régimen del PRIAN. Se trata de descalificar moralmente al candidato de mayor consistencia en la contienda electoral, sabedor que parte del arrastre masivo del Peje estriba en su, al parecer, inobjetable honestidad política.
Para demostrar la inmoralidad de la CNTE Guevara Niebla corea el estribillo, la tonadita bobalicona y falsa de Mexicanos Primero y Televisa, el mismo que presenta la lucha del magisterio de Oaxaca, de la CNTE, como contraria a los derechos de los niños, niñas y adolescentes del país a una educación de calidad.
Para que el silogismo jurídico de los interesados defensores de la “reforma” se cumpla es necesario, a fortiori, reducir o ignorar la complejidad de la problemática económica, cultural, lingüística y política que atraviesan los precarios modos de vida de la niñez indígena y afrodescendiente de ese estado del sur. Una tierra a la que Dios se empeña en regalarle dones y bienes naturales en abundancia y los caciques oaxaqueños de toda laya se obstinan en robarles toda gracia con igual rapiña.
Gilberto Guevara Niebla debiera leer los muy documentados testimonios que el INEE, el órgano autónomo para el cual trabaja, preparó el 2013 y levantó durante el 2014 en la Consulta previa, libre e informada a pueblos indígenas sobre evaluación educativa. Así sabría el crítico de AMLOVICH que los niños y niñas indígenas de México tienen miedo de ir a la escuela, pues las evaluaciones se han convertido, dicen profesores y padres de familia, antes que en un instrumento para mejorar el logro educativo, en un pretexto para continuar, sobre esos pobres resultados, siempre los mismos, los prejuicios y la leyenda negra de que los niños y niñas indígenas son “burros”, para perpetuar el racismo de los mestizos contra ellos.
Cito aquí el testimonio de un padre de familia, porque lo expresó con claridad filosófica envidiable en la Colonia Jerusalen, Las Margaritas, Chiapas, cuando respondió a la pregunta qué se debe eliminar de la educación:
“Estas cosas es lo que más se les platica en las escuelas o en educación los consideran como bienestar (lekubtesel) para nuestro vivir (kuxlejaltik), que en realidad es una maldad (chopol) que está sembrando la autoridad gubernamental (a’walil) para que así tenga elemento que nos discrimine…
Pero nos vinieron a obligar (sujotik) a vivir una esclavitud (uts’inel) de consciencia para destruir nuestra forma de vivir. Esta esclavitud es diferente a lo que sufrieron nuestros antepasados que los utilizaron como cargadores, como animales, ahora nos esclavizan de ideas desorientadas al revés y al derecho (cha’ walk’ojoyp’inel).”
La educación y su evaluación son consideradas antes que como un beneficio como la encarnación de la discriminación y la colonización de las conciencias y formas de vida de las comunidades, pues arrasan con sus tradiciones, con sus saberes medicinales, con sus calendarios, con sus epistemologías y rituales. Una lectura detallada del extenso trabajo de consulta nos narra una historia de carencias y necesidades no atendidas jamás por el Estado mexicano.
Lamentos por el aire frío que se cuela por las ventanas rotas y congela a los estudiantes durante el invierno y, la carencia de baños, la queja de que un solo profesor atiende toda la escuela sin conocer la lengua en la que enseña y la sempiterna acechanza de la miseria económica que obstaculiza el desarrollo pleno de las capacidades de desarrollo humano, pues en promedio nacional el 96.6 por ciento y el 96.7 por ciento, respectivamente, de los estudiantes indígenas y afrodescendientes de educación preescolar y primaria de México perviven en condiciones de alta y muy alta marginación (INEE, 2015).
En la telesecundaria el 75. 6 por ciento de los adolescentes indígenas vive en esas condiciones, la aparente mejora en las posibilidades de vida no ocurre porque la situación de pobreza haya desaparecido sino porque los más pobres ya fueron excluidos del sistema educativo. Los datos estadísticos fueron publicados por el propio Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) en el texto Cifras básicas. Educación básica y media superior. Inicio del ciclo escolar 2014-2015.
En ese contexto la ecuación de la mejora educativa, lo dicen todos los estudios sociológicos serios, como los de Emilio Blanco del Colegio de México, se resuelve sólo en la medida en que los niveles de pobreza se reducen sustancialmente. Por ello sostengo que las evaluaciones educativas, desde la prueba ENLACE, fueron, son y serán un soberano dispendio de recursos económicos que nada habrán de lograr, excepto fortalecer el prejuicio étnico y racial de una parte considerable de la sociedad mexicana.
La prueba ENLACE, por ejemplo, se aplicó del 2006 al 2013 en educación básica. En el periodo de los exámenes el clima escolar de las escuelas indígenas que permitieron la evaluación se volvía asfixiante, tenso, angustiante, pues los alumnos solo tenían una certeza: nuevamente serían exhibidos ante la comunidad nacional e internacional como seres humanos incapaces de desarrollar sus habilidades y capacidades intelectuales de manera plena.
Y la nueva prueba PLANEA repite la misma degradación contra la dignidad de los estudiantes indígenas y afrodescendientes de México, pues los resultados de los exámenes de matemáticas y comunicación aplicados durante el 2017 a los estudiantes de tercero de secundaria repite el mismo patrón de comportamiento que ENLACE. Veamos.
En los resultados educativos de la prueba ENLACE, los ocho años, en primer lugar, en el puesto de honor, aparecían los estudiantes de la educación privada. Luego, muy lejos, venían los alumnos de las escuelas urbanas públicas, luego las rurales públicas y, al final, muy abajo, los adolescentes de las escuelas indígenas y las escuelas comunitarias.
Identifico en la política de evaluación educativa estandarizada un sistemático acto de discriminación, tortura moral y psicológica del Estado mexicano contra los niños, niñas y adolescentes indígenas y afrodescendientes del país. Nada nuevo digo, me atengo a los testimonios de los propios protagonistas de la Consulta previa, libre e informada a pueblos indígenas sobre evaluación educativa.
Una vez puesto el contexto de Oaxaca en su justa dimensión le pregunta por el derecho a una educación de calidad para la niñez de México queda, para mí, en los siguientes términos: ¿Violenta el movimiento magisterial de la CNTE los derechos de los niños, niñas y adolescentes indígenas a una educación de calidad o, por el contrario, es una acción colectiva tendiente a protegerlos del estado de abandono y excepción en el que sobreviven?
Mi respuesta es que las posiciones políticas de la CNTE, que se resisten a la evaluación logocéntrica y monocultural diseñada por la OCDE, por la vía de los hechos se convierten en la mejor defensa de los derechos sociales fundamentales de los estudiantes indígenas, pues con el tenaz empeño por conservar sus lenguas, sus culturas, sus saberes, en donde encuentran fundamentos morales y prácticos para organizar las escuelas con solidarios sentidos y significados comunales; digo, en la praxis, los profesores de Oaxaca descolonizan con su acción los domesticadores sistemas pedagógicos de la razón ilustrada -frecuentemente excluyentes.
Más allá de si participan o no en la campaña de AMLO, que le preocupa tanto a Niebla, cómo ignorar que fue el movimiento de la CNTE en Oaxaca, Chiapas y Michoacán, el que mostró las miserias intelectuales y morales de los hacedores y ejecutores de la política educativa nacional y, en particular, la superficialidad, la vacuidad de las carísimas ocurrencias de los secretarios de educación pública del país durante el gobierno de Enrique Peña Nieto. La culminación natural de esa lucha consiste en revertir las regresivas modificaciones de los artículo 3 y 73 constitucionales que violentan los derechos laborales del profesorado.
La lucha de la CNTE parte del conocimiento objetivo de los resultados de las evaluaciones de ENLACE y, actualmente, de PLANEA. Y saben que desde 2006 hasta el 2017, sin que en ese lapso el Estado mexicano hiciera nada para mejorar las condiciones de vida de la población indígena y afrodescendiente, la publicación de los resultados de las evaluaciones retornará a las escuelas, a los profesores, a los padres y a los estudiantes para sembrar la impotencia colectiva en las posibilidades de desarrollar sus capacidades de manera plena.
Porque las evaluaciones que conocemos casi siempre terminan lastimando el amor propio de los chavos y chavas pobres, profesores y padres de familia. La comunidad escolar en su conjunto se ve trastornada cada año hasta el extremo de olvidar los programas de estudio, pues se trata de entrenar a los estudiantes para que aprendan a llenar los exámenes. Los alumnos más destacados se concentran en aprender cómo contestar correctamente, por medio de bolitas y crucecitas, las pruebas de marras.
Creo que el consejero del INEE y crítico de AMLO se vería en grave aprietos a la hora de identificar y, luego, justificar, las ideas pedagógicas y filosóficas que fundamenten sólidamente la existencia de su hipotética reforma educativa.
Quién puede dudar, por ejemplo, que fueron las luchas de resistencia magisterial oaxaqueña, sus argumentaciones pedagógicas y su bien organizado movimiento político, los que pusieron en jaque la patológica inclinación del sistema educativo a degradar, por la vía de las evaluaciones estandarizadas, la dignidad de los niñas, niños y adolescentes indígenas y afrodescendientes del país.
Por todo lo anterior, no es extraño que, para Gilberto Guevara Niebla, la CNTE y Andrés Manuel representen la inversión de todos los valores morales que él profesa con la fe ciega de estar en lo correcto. Una creencia que lo lleva a afirmar la existencia de una “reforma educativa” en México y, con esa ilusoria certeza -de la misma veracidad que su artículo-, la terrible amenaza de una “contrarreforma educativa”.