Teresa Galicia*
El pasado 22 de abril, se realizó un foro virtual para tratar de delinear la problemática educativa y proponer alternativas de solución. Fue organizado por el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE). Su propósito fue el de promover el debate informado a partir de la participación de investigadores educativos y docentes.
Pedro Flores Crespo, en su publicación “Hacia un Plan para Aprender” (ver referencias) plantea tres fases, reflexionando sobre lo acontecido en el foro: la evaluación, la de regresar para cambiar y la de volver para aprender.
Es evidente que esta etapa en la que estamos viviendo, acrecienta aún más las brechas de la desigualdad, en palabras de Gajardo, “se anexa la crisis sobre la crisis ante la ya preocupante situación educativa que presenta un desarrollo educativo lento y desigual, así como metas no alcanzadas”.
Siguiendo con las reflexiones de Flores Crespo, propongo para el debate informado, tres recomendaciones relacionadas con el foro.
- Innovar la formación.
Durante las últimas reformas educativas, han existido dentro de la formación inicial y continua de los docentes cambios prescriptivos, sin darles la preparación necesaria para lograrlo: el enfoque por competencias, el modelo de inclusión, las habilidades socioemocionales etc. Si bien su relevancia para el aprendizaje no es cuestionable, generalmente están desprovistos de herramientas de contención para abordar la “caja de pandora” (Magaña).
Ahora se anexa la complejidad del trabajo virtual en periodo de contingencia, “ante la cual no hay profesores formados” (Gajardo). Mudar la educación formal de la escuela a entornos digitales implica necesariamente estrategias diferentes, por lo que “esperar que todos manejen las TIC es totalmente cuestionable” (Kalman).
Es necesario innovar las formas de enseñar, aprender y transformar la organización escolar, “cambiando lo que hemos estado haciendo alineado con las nuevas formas de vivir, especialmente cuando no se cuenta con la infraestructura ni con los recursos necesarios. De no ser así, lo único que se está logrando es agrandar las brechas y profundizar la crisis ya existente” (Gajardo).
Resulta indispensable por tanto, proyectar la formación docente inicial y continua como parte de un proceso integral y pensarla como una exigencia que viene de los propios docentes, Frida Diaz Barriga propone focalizarla ahora, en los retos y recursos que requiere el docente ante la virtualidad, atendiendo a la necesidad de que se formen como cibernautas estratégicos de la web, como curadores de contenidos, con acompañamiento de centros de información que promuevan aprendizajes en el sentido de lo que estamos viviendo.
Repensar la formación ante escenarios de vida, dentro de un sistema educativo con una diversidad de realidades y “apoyados en una heterogeneidad de recursos para producir materiales no solo en internet, también aprovechando todo el potencial educador de la radio utilizando por ejemplo la radio comunitaria” (Schmelkes) y “favoreciendo su uso entre los mecanismos de entrega” (Reimers).
Lo que estamos viviendo visibiliza de manera importante la necesidad del trabajo con las emociones en contextos vulnerables y de pobreza, ante la ausencia de padres o la presencia de violencia doméstica, lo que implica “apoyos sustantivos para los docentes dado que existen actualmente, una escasez de especialistas en educación especial, psicología o trabajo social en la mayoría de las escuelas” (Kalman).
- Nueva realidad
Ante esta crisis, se abre una nueva manera de ver las cosas, formas emergentes de vivir y trabajar ante el cambio de la interacción social, lo que debe de conducir a “tomar decisiones de política pública con base en la investigación, aumentando la confianza y utilizando el talento y los recursos para responder a estas necesidades básicas” (Gajardo).
“¿Qué pasa en los hogares?, ¿qué pasa con los roles de los padres, de los hijos, abuelos nietos?, ¿qué pasa con el hacinamiento?, ¿hay espacios de aprendizaje en casa?” (Torres). Se han mostrado situaciones relacionadas con el “acompañamiento impensable de los padres de familia, el compartir espacios en el propio hogar y la transmisión de contenidos” (Kalman). Lo cierto es los padres de familia no tienen tiempo y es posible que algunos no quieran, ni puedan hacer el esfuerzo.
De ahí insistir en la necesidad de la ampliación de lo que implica educar, porque se ha invisibilizado la revisión holística y sistemática de las distintas educaciones, lo que sugiere educar valorando el aprendizaje informal. “Existen tantas formas de aprendizaje de lo cotidiano y es un hecho que la familia no está ni ha estado en la agenda de la política educativa ni en la de los maestros” (Torres). Existe, por tanto, “la oportunidad de pensar de forma diferente las formas de aprender, repensando la relación con los padres de familia y la comunidad, rescatando políticas focalizadas” (Gajardo).
La pandemia constituye la oportunidad de recuperar los saberes comunitarios y el papel que las familias en lo cotidiano pueden aportar, pensado en las interacciones que se producen, aquellas maneras de pensar, hacer y sentir que se han desvalorizado dentro de la escolarización, “reconocer las historias de las familias, las narrativas sobre sus saberes para así educar en formas de convivencia de la cual hay mucha experiencia acumulada” (Schmelkes). Se sugiere promover la comunicación entre los miembros de las familias a través de la educación que genera preguntas, que propicia la creatividad, la innovación y que atiende a la actual realidad, equilibrando ocio con juego, arte y cultura.
- Alinear con la salud
Es necesario el alineamiento de la educación con el sector salud, actualmente los sistemas educativos y en especial los profesores no cuentan con ninguna clase de apoyo. “Hay que focalizar los aprendizajes sociales que se han logrado con la aparición del COVID-19 a partir de las preguntas ¿Dónde está la prioridad en las decisiones?, ¿cumplir con el currículum en lugar de asegurar la emocionalidad de los profesores, de los alumnos y de las familias?” (Reimers).
Estos aprendizajes se vinculan con la necesidad de gestionar las emociones, la adaptación sobre lo que no conocemos y encontrar la manera de resolver el desafío de la gestión social en esta pandemia. Reimers propuso crear un marco de apoyo en la toma de las decisiones, donde cada escuela tenga un plan de contingencia específico, de acuerdo a las necesidades que tengan que afrontar en su propio contexto.
Con estas recomendaciones, el debate sigue abierto y surge la posibilidad de reflexionar el sentido que cobra la relación de abajo hacia arriba, repensando el papel protagónico de las comunidades educativas y de la investigación, especialmente en este tiempo de contingencia y cuando se toman decisiones de política educativa.
Referencias.
Latapí Sarre P. (2008) “Porque ya atardece, Algunos textos significativos”. Edición privada
Hacia un Plan para Aprender https://educacion.nexos.com.mx/?p=2300
*Doctora en Educación por la Universidad Iberoamericana Puebla.
Investigadora educativa en temas de migración- educación, formación de profesores y
educación abierta, actualmente su campo de estudio es el de los saberes y las emociones. Maestra en Tecnología Educativa por la Universidad Popular Autónoma del Estado de
Puebla UPAEP con estudios de Maestría en Educación-Formación Docente-por la
Universidad Pedagógica Nacional.