Rodolfo Calzada Alfaro*
Diversos autores han estudiado las emociones y su clasificación. Uno de los más representativos es Paul Ekman quien clasifica en primarias o básicas una serie de emociones como el miedo, la ira, la alegría, el asco y la sorpresa. Para Ekman estas emociones son básicas y son universales; pueden ser observadas en los seres humanos en todas las culturas. También existe la clasificación de emociones secundarias o derivadas que se producen de la combinación de emociones primarias y que pueden ser traducidas en sentimientos, por ejemplo: el odio o el amor. La idea de que existen emociones primarias y secundarias es aceptada por diferentes teóricos de la emoción.
Por otra parte Lisa Feldman Barret plantea en la teoría de la emoción construida que las emociones no son universales, sino que varían de una cultura a otra y que son creadas por el cerebro a partir del entorno donde el sujeto se desarrolla, por su cultura y educación. Discutir la validez de las teorías de la emoción de Ekman y Feldman no es el tema central del presente escrito, sino identificar el tópico del papel de la cultura en la construcción de las emociones, los sentimientos y estados de ánimo en la masculinidad.
Es relevante reflexionar en la producción científica del estudio de las emociones que existen factores culturales que influyen en los patrones de conducta, en la construcción de las emociones y en el comportamiento de las especies en diferentes culturas. «Una emoción – dice el Dr. Rafael Bisquerra en el libro Psicopedagogía de las emociones– es un estado de ánimo complejo del organismo caracterizado por una excitación o perturbación que dispone a la acción. Las emociones se generan como respuesta a un acontecimiento externo o interno. Un mismo objeto puede generar emociones diferentes en distintas personas».
Somos seres emocionales y racionales, vivimos influidos por acontecimientos que se producen en un contexto cultural y que regulan nuestra conducta y emociones de manera consciente o inconsciente; a través de la cultura existe una comunicación que se teje y que crea símbolos y emociones en las especies de acuerdo con acontecimientos externos o internos que se desarrollan en un contexto cultural.
Ejemplo de esto son los primates; ellos al igual que los humanos en su condición de especie crean símbolos de acuerdo a su contexto. En la obra de Carl Sagan Los dragones del edén en el capítulo: El cerebro y el Carro. Se describe de manera lucida el comportamiento del tití Caspar, un animal que exhibe su miembro genital a otros machos adultos, con la intención de mostrar y dejar constancia de su dominio sobre los demás y con pocos intereses sexuales.
Al analizar el comportamiento del tití Caspar los científicos llegaron a la conclusión de que la exhibición era considerada como un símbolo social que tiene gran eficacia, para resaltar la jerarquía dentro de un grupo donde el mono indica que él es el que manda en ese territorio y utiliza ese símbolo con una intención comunicativa.
En nuestro contexto nacional y racional mexicano, de acuerdo con el filósofo Samuel Ramos, lo importante es subrayar que en este órgano genital masculino no reside solamente la potencia sexual, sino toda clase de potencia humana. Esto se traduce en una de tantas expresiones como la de “Yo soy tu padre”, cuya connotación es afirmar el predominio de un hombre sobre otro; dejando de lado el sabor paternal (Ramos,1985), así lo describe Ramos en el capitulo el Pelado en su obra El perfil del hombre y la cultura en México.
Lo esbozado en el párrafo anterior, denota una condición de un sentimiento culturalmente condicionado y aprendido del que el sujeto es consciente y que se traduce en comportamientos determinados. Para el Dr. Rafael Bisquerra un sentimiento es una emoción hecha consciente. Lo descrito nutre la idea de que la cultura interviene en la creación de las emociones y los sentimientos, es decir, del sentir del sujeto.
Los hombres en muchas ocasiones no expresan sus sentimientos hacía el mismo sexo de manera afectiva. Esto parece algo irrelevante, sin embargo esto puede ser el problema del desarrollo de expresiones emocionales culturales y violentas del Mexicano como las que describe Samuel Ramos.
En diferentes territorialidades de la Ciudad de México y otras partes del país el sujeto se encuentra condicionado y educado para expresar emociones secundarias de acuerdo a sus parámetros como hombre; el impacto afectivo de estimación que puede expresar un hombre hacía un compañero o amigo, no puede ser manifestado de la misma manera que una mujer lo hace a otra mujer.
El sexo femenino tiene mayor apertura para abrazar, dar besos en la mejilla y expresar de manera pública sus emociones a otra persona sin importar el sexo. Una mujer tiene un horizonte amplio en el que puede expresar sus emociones. Los hombres tienen restringido socialmente la posibilidad de expresar el amor o la ternura hacía otro hombre.
El lenguaje masculino obstaculiza y merma las posibilidades de que el hombre exprese sus emociones y que se atreva a hacerlo de la misma manera en que está permitido a una mujer. Realizarlo aumentaría las posibilidades del desarrollo de una experiencia negativa y una crítica dura, que podría desembocar en la expresión de un estado ánimo irritable o melancólico.
Las emociones y sentimientos del sujeto en diferentes partes del país han sido condicionados por una cultura en la que al hombre no se le permite expresar socialmente a otro hombre sus emociones de manera afectiva… existen otras formas de expresarlas, pero no con afecto. A la mujer está permitido denotarle cariño al saludarla con un beso en la mejilla, en México eso es algo que no ocurre entre hombres, todo se queda en el saludo de mano.
La profesora Karina García Reyes del departamento de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Bristol explica en un artículo periodístico que lleva por título: Por qué fracasa la “guerra contra el narcotráfico”: entrevista a 33 ex narcos mexicanos para quienes morir “es un alivio”, que en el análisis de las respuestas de los ex narcos se reconoce que los hombres no pueden mostrar sus miedos, emociones y debilidades, es decir las emociones vulnerables se inhiben y en muchas ocasiones se expresan de manera negativa; por medio de la fuerza y el dominio de territorios, o través de expresiones que denotan machismo y violencia. Para la profesora García las causas del crimen de violencia en el continente latinoamericano se debe a dos factores: la pobreza y las masculinidades tóxicas (el machismo).
Es importante entender y reconocer que debe existir una educación socioemocional que permita identificar, expresar y construir emociones y relaciones interpersonales positivas en nuestra cultura y contexto. La violencia se expresa y se manifiesta bajo patrones culturales y las emociones se construyen culturalmente. Toda cultura edifica emociones y sentimientos en la vida diaria del sujeto que se desarrollan de manera consciente o inconsciente.
Octavio Paz explicó en su obra El laberinto de la soledad que para Rubén Darío, la mujer es el conocimiento mismo. Un conocimiento que los hombres no poseerán nunca. Por esa frase interpreto que una de las raíces del machismo y del sentimiento de menospreciar a la mujer, se debe a que el hombre tiene un recelo hacía la mujer porque el género masculino no tiene el conocimiento que tiene el género femenino de dar vida.
En la actualidad no debe escaparse de los análisis teóricos y prácticos la importancia que tiene la cultura en la construcción de las emociones masculinas. Analizar por qué los hombres no expresan sus emociones afectivas, no es algo intrascendente, por el contrario a través del estudio de este tópico se puede contribuir a dar respuesta a una serie de problemas relacionados con el machismo, la violencia y conductas de riesgo para la salud.
Por lo tanto, los análisis teóricos de las emociones deben abrir el camino al papel que funge la cultura en la edificación de las emociones y sentimientos masculinos. Esto permitirá comprender el comportamiento individual y colectivo del sujeto en nuestro país y en cualquier contexto.
*Licenciado en Sociología. Estudiante en la Especialidad en Educación Socioemocional de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.