Luis Alberto Mojica Galaviz*
La educación es un pilar fundamental para el desarrollo social y económico de una nación, así como para mejorar la calidad de vida de cada persona, tal como lo expresa el Objetivo de Desarrollo Sostenible cuatro: Educación de Calidad, de la agenda 2030 de las Naciones Unidas, “la educación permite la movilidad socioeconómica ascendente y es clave para salir de la pobreza” (Naciones Unidas, s. f.).
En México el Sistema Educativo Nacional (SEN) se encuentra conformado por tres tipos: básico, medio superior y superior; este último conformado por la licenciatura, la especialidad, la maestría y el doctorado, la educación normal en todos su niveles y especialidades, así como el nivel de Técnico Superior Universitario (TSU), que se integró como una opción previa a la conclusión de la licenciatura (SEP, 2015).
Específicamente la educación superior, de acuerdo con la reciente Ley General de Educación Superior (LGES), se encarga de fomentar el desarrollo humano integral de las y los estudiantes con base en la formación de un pensamiento crítico; la consolidación de la identidad, el sentido de pertenencia y el respeto; la generación y desarrollo de capacidades y habilidades profesionales para la resolución de problemas; el fortalecimiento del tejido social; la construcción de relaciones sociales, económicas y culturales basadas en los derecho humanos, así como el respeto y cuidado al medio ambiente, entre otros (SEGOB, 2021).
La educación, al ser un aspecto primordial en la sociedad, ha de atender distintos problemas presentes en ella, relacionados con las dimensiones del derecho a la educación: adaptabilidad, aceptabilidad, disponibilidad, accesibilidad y calidad (Tomasevski, 2005), en todos sus tipos y niveles, pero además, se presentan otras situaciones, como la que particularmente concierne al TSU: la identidad social.
Por lo anterior, este texto hace un breve recorrido por la situación a la que se han enfrentado los egresados de carreras de TSU, a lo largo de 30 años de existencia en México y explora su relación con la teoría de la identidad social.
El TSU a 30 años en el Sistema Educativo Nacional de México
En México la educación de tipo superior, de acuerdo con el artículo 3° de la LGES, es la que “se imparte después del medio superior y está compuesto por los niveles de técnico superior universitario profesional asociado u otros equivalentes, licenciatura, especialidad, maestría y doctorado. Incluye la educación universitaria, tecnológica, normal y de formación docente” (SEGOB, 2021, p. 2).
Fue a partir de 1991 que se incorporó el nivel de Técnico Superior Universitario (TSU) al SEN mexicano, a través del Subsistema de Universidades Tecnológicas (SUT), con el principal objetivo de atender las demandas educativas del tipo superior. El modelo de TSU se inspiró en los Institutos Universitarios de Tecnología de Francia, el cual era muy conocido en ese mercado laboral, pero no en el contexto mexicano (Ruiz-Larraguivel, 2010).
Incluso dentro de la Clasificación Internacional Normalizada de la Educación (CINE) se le considera educación terciara de ciclos cortos en el nivel 5 (Instituto de Estadística de la UNESCO, 2013), por ofertar carreras con una duración de dos años, con programas eminentemente prácticos y distribuidos en cuatrimestres, además, cabe desatacar que tiene una fuerte vinculación con el sector productivo.
Actualmente, el Artículo 11 de la LGES indica que los estudios de TSU son aquellos que se cursan posterior a “los del tipo medio superior y están orientados a desarrollar competencias profesionales basadas en habilidades y destrezas específicas en funciones y procesos de los sectores productivos de bienes y servicios, preparando a las y los estudiantes para el mercado laboral” (SEGOB, 2021, p. 6).
En algunas de las investigaciones realizadas en México se indica que el TSU suele ser considerado un nivel educativo muy inferior a una licenciatura. Esta situación ha provocado que los egresados se enfrenten a diversas dificultades en sus procesos de inserción al empleo, movilidad ascendente y mejoramiento salarial en las organizaciones, razón por la que suelen aspirar a concluir una licenciatura (Ruiz-Larraguivel, 2007).
Así también, se ha presentado poca demanda por parte de los egresados de nivel medio superior, al considerar que su desarrollo profesional se encuentra limitado, así como el acceso a mejores oportunidades salariales por no tener un título de licenciatura. Incluso se ha reflejado cierta desigualdad en el reconocimiento social de los profesionistas de TSU, en comparación con los de licenciatura (Flores-Crespo y Rodríguez-Arias, 2021), por lo tanto se podría asumir que la identidad social de los egresados se ha visto afectada.
Por lo anterior en 2009, por iniciativa de la SEP, las Universidades Tecnológicas (UT) implementaron la continuidad de estudios, opción que permite a los egresados de carreras de TSU obtener un título de licenciatura al cursar seis cuatrimestres más (Ruiz-Larraguivel, 2011). Cabe señalar que, en el SEN, el SUT es el principal organismo que brinda estudios de TSU a través de las UT.
Fue a partir de 2007 que se comenzaron a ofertar carreras de TSU en Instituciones Particulares de Educación Superior (IPES), al obtener el Reconocimiento de Validez Oficial de Educación (RVOE) correspondiente; actualmente hay 87 IPES en el país que ofrecen diversas carreras de TSU.
Pareciera que existe una contradicción con la apertura e incremento de la oferta de carreras de TSU, sobre todo en las IPES, dada la poca demanda por parte de las y los jóvenes, y el reconocimiento en el mercado laboral y la sociedad, en comparación con las licenciaturas. Sin embargo, es clara la diferencia en cuanto a matrícula se refiere, pues tan solo en el ciclo escolar 2019-2020, se encontraban 176,176 jóvenes inscritos en alguna carrera de TSU, de los cuales 5,927 corresponden a las IPES; frente a 4’265,386 estudiantes de licenciatura, de los cuales 1’522,758 pertenecen a las IPES (ANUIES, 2019).
Probablemente la imagen y el reconocimiento del TSU no se encuentra consolidados, y es por ello que a pesar de estudiar una carrera de TSU, tanto los estudiantes como los egresados buscan alternativas que les permitan concluir una licenciatura, sobre todo en las instituciones que todavía no ofrecen esa opción.
Es importante señalar que el origen de las carreras de TSU fue atender la demanda de educación superior para los sectores populares, en los que se considera existen limitantes para que las y los jóvenes ingresen a la educación de tipo superior, específicamente licenciatura, que implica más años de estudio (Silva-Laya, 2009).
Del mismo modo Sevilla (2017, p. 10) expresa que una de las características de la educación técnica superior es “albergar a una población de menor nivel socioeconómico y que tradicionalmente ha sido excluida del sistema educativo formal, o se ha visto imposibilitada de alcanzar niveles avanzados en este”.
Lo indicado anteriormente puede ser un elemento que interviene tanto en el proceso de construcción de la identidad social del TSU como en su reconocimiento social. En este sentido, el contexto familiar, educativo y el laboral intervienen en el proceso de formación de la identidad social de los futuros profesionistas.
En consecuencia, a continuación se revisa cómo intervienen los factores mencionados dentro del proceso de construcción de la identidad social de quienes cursan una carrera de TSU en México, a la luz de la Teoría de la Identidad Social (Tajfel, 1984).
La identidad social y el TSU
La categorización social, pertenencia, representaciones sociales y estereotipos son algunos de los elementos de la Teoría de la Identidad Social (Tajfel, 1984), que ayudan a indicar cómo se percibe el proceso de construcción de la identidad social del TSU en el contexto mexicano, motivo por el cual se presentan en este apartado.
Tajfel (1984) expresa que así como las personas realizan un esfuerzo para conseguir su propia imagen o concepto de manera satisfactoria, al mismo tiempo forman parte de diversos grupos sociales, lo que contribuye a esa imagen personal, de manera positiva o negativa, por la propia pertenencia a esos grupos, donde interviene cierta categorización social.
Así pues, Giménez (2009, p. 29) indica que “la identidad de un actor social emerge y se afirma solo en la confrontación con otras identidades en el proceso de interacción social, la cual frecuentemente implica relación desigual y, por ende, luchas y contradicciones”
Por su parte, Tajfel (1984, p. 296) señala que la Identidad Social de un individuo es pensada como “el conocimiento que tiene de pertenecer a ciertos grupos sociales junto con la significación emocional y valorativa que él mismo le da a dicha pertenencia”. Por lo anterior, sería interesante conocer cuál es esa significación emocional y valorativa por parte de estudiantes y egresados de las carreras de TSU, para identificar esa pertenencia, sobre todo en las IPES, dado que todavía no tienen la opción para la continuidad de estudios.
Con respecto a la categorización social, las personas o individuos realizan asociaciones entre sus acciones, intenciones y creencias, derivadas del reconocimiento o valoración a ciertos objetos y sucesos sociales (Tajfel, 1984), lo cual tiene relación con las representaciones sociales, ya que a través de ellas se percibe e interpreta la realidad, y con ello los individuos orientan su comportamiento, derivado de ese conjunto de creencias y opiniones (Giménez, 2009), como lo es en la sociedad mexicana sobre un nivel educativo o una profesión en particular.
Cabe destacar algunos elementos de los autores anteriores: pertenencia, significado valorativo y emocional, interacción social y relación desigual, debido a que son relevantes para la situación en la que se presentan los profesionistas con carreras de TSU, dado que de acuerdo con algunas investigaciones, no se ha reflejado un gran sentido de pertenencia, ni significado valorativo y emocional por parte de los egresados (Flores-Crespo y Rodríguez-Arias, 2021; Ruiz Larraguivel, 2007, 2014).
Estos factores se podrían considerar los detonantes para la búsqueda de una continuidad de estudios, pues de acuerdo con Tajfel (1984), los individuos abandonan el grupo cuando no se sienten satisfechos y buscan pertenecer a otros cuando perciben contribuciones positivas a su identidad social.
Lo anterior se puede atribuir a que los jóvenes desconocen o tienen una idea equivocada sobre el TSU, derivada de las aportaciones que han realizado los grupos o categorías sociales a las que pertenecen, como la familia y el ámbito laboral, sin olvidar que la institución educativa juega un papel importante, en el que los estereotipos y las representaciones sociales son determinantes en el proceso de construcción de la identidad social.
Cabe aclarar que los estereotipos “pueden llegar a ser sociales solo cuando son compartidos por gran número de personas dentro de grupos o entidades sociales, entendiendo por compartir un proceso de difusión efectiva” (Tajfel, 1984, p. 173). Entonces ¿cuál es esa información que tienen las y los jóvenes sobre el TSU? y ¿cuál sus familias y los empleadores? Es posible que estos últimos tengan mejores referencias, sobre todo aquellos que han tenido alguna experiencia con ellos. Lo relevante será saber cómo esto ha contribuido a que el TSU no sea tan reconocido o valorado.
A manera de cierre
Se puede indicar que el TSU ha tenido que enfrentar diversas dificultades para ser reconocido en el campo laboral y social, no así en el educativo, pues a pesar de tener cobertura a nivel nacional, tanto en el ámbito público a través de las UT, como en el privado, todavía se sigue buscando una continuidad de estudios a licenciatura por parte de los estudiantes.
Pero cómo lograr ese reconocimiento cuando posiblemente el propio profesionista o estudiante no lo posee, no tiene claridad sobre cuál es su posición. Sobre todo, con respecto a su identidad profesional y social, su autodefinición en lo social y profesional se podría encontrar afectada, dadas la información y creencias que prevalecen en los contextos familiar y laboral sobre el TSU.
Por lo anterior, se hace evidente la necesidad de analizar a mayor profundidad el sentir y pensar de estudiantes y egresados, respecto a cómo se identifican socialmente, así como saber si la percepción de la familia, los empleadores y los profesores sobre el TSU repercute o no en el proceso de construcción de su identidad social. Ello, a su vez, ayudará a consolidar el reconocimiento del TSU como una opción viable y fructífera, tanto en estudiantes como en la sociedad.
*Licenciado en Relaciones Comerciales, egresado del Instituto Politécnico Nacional. Cuenta con 12 años de experiencia en la docencia, en 2008 se incorporó al Tecnológico Universitario de Valle de Chalco como profesor de asignatura y actualmente es profesor de tiempo completo en el área Económico-Administrativa.
Referencias
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Flores-Crespo, P., y Rodríguez-Arias, N. (2021). Educación superior tecnológica y movilidad social. Un estudio longitudinal basado en historias de vida. Revista Iberoamericana de Educación Superior, 39-57. https://doi.org/10.22201/iisue.20072872e.2021.33.856
Giménez, G. (2009). Identidades sociales (Primera). Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
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