En 1964 la fórmula de work-study comenzó a practicarse en los centros de estudio de los Estados Unidos, un programa que permite hasta ahora, que los estudiantes financien sus carreras trabajando dentro los servicios que ofrecen las universidades como cafeterías, bibliotecas y gimnasios.
Los estudiantes dentro de el programa, costaron a los contribuyentes durante el periodo académico 2010-2011, cerca de 1.2 mil millones de dólares que ayudaron a 711,588 alumnos y alumnas. La ayuda en algunos casos es compartida con las instituciones y en otros casos es totalmente pagada por el gobierno.
El año pasado el programa tuvo un revés importante cuando 50 millones de dólares fueron reducidos, forzados por el secuestro al congreso en los Estados Unidos a lo que el presidente no pudo acordar las reformas al presupuesto, dejando a 33 mil estudiantes fuera del programa.
En un artículo publicado en el Hechinger Report de Jon Marcus, es estudiado a dónde ha llegado esta ayuda, a qué centros de estudio está beneficiando más y a qué estudiantes les está llegando el dinero.
El estudiante de ingeniería en la Universidad de Columbia Gregg Noll, es parte del programa. El gimnasio universitario es donde realiza sus actividades laborales, llena botellas, trapea el sudor de la máquinas y recoge toallas por 20 horas a la semana a 9 dólares la hora, con el fin de comprar sus libros, comida y salir el fin de semana con sus amigos.
“Intento guardar algo pero es el college”, Noll dice. “Todos aquí necesitan dinero, ya sea si vienen de familias más acomodadas y ya no tienen dinero para vivir la vida que tenían o no tienen dinero en general y tratan realmente de vivir”.
Es un hecho, en los Estados Unidos que más del mil millón de dólares recaudado para el programa, va para beneficiarios de familias mejor acomodadas en universidades privadas y no para los que menos ingresos tienen.
La fórmula “desproporcionadamente beneficia a estudiantes que lo necesitan menos” menciona Rory O`Sullivan, de la organización de abogados jóvenes Young Invincibles.
A diferencia de otras ayudas financieras, el dinero para los work-study no se basa en cuántos estudiantes lo necesitan, sino en cuánto recibió la universidad el año anterior y cuánto cobra. Lo que ha provocado que las universidades que han invertido más tiempo en el programa y cobran más caro, sean las más beneficiadas.
El resultado es que 1 de 4 beneficiarios, viene de familias que ganan más de 80,000 dólares al año, de acuerdo con el Departamento de Educación de los Estados Unidos. Poco menos de la mitad de los beneficiarios se encuentran en la definición de necesidad de financiamiento.
Los colegios universitarios (colleges) comunitarios, muchos establecidos tras la fórmula de work-study, tienen en su matrícula al 30% de todos los estudiantes, incluyendo a muchos con pocos ingresos, pero solamente obtienen el 16% de la ayuda económica, en comparación con las escuelas privadas e instituciones sin fines de lucro que tienen el 17% de los estudiantes pero obtienen 40% del financiamiento.
La directora de investigación del Institute for College Access and Success, Debbie Cochrane, opina al ver que los colegios que desde el principio tenían el dinero, continúen obteniendo el dinero, que “es contraintuitivo que se tenga un programa de ayuda que debería respaldar a estudiantes que cursan en escuelas donde el dinero no llega”.
Algunas organizaciones del país vecino, están llamando la atención hacia el sentido de lo que es y no es justo en cuanto al financiamiento, por lo que el senado ha empezado a tener audiencias en lo que respecta a actualizar las guías del sistema, lo que ha demostrado la urgencia en hacer cambios a la ayuda financiera, aunque será un camino complicado ya que las universidades poderosas en los Estados Unidos como Harvard o Columbia, con gran fuerza en el congreso, reciben mucho financiamiento de este programa.
Las oportunidades que representa este programa para estudiantes de bajos recursos es muy importante para que puedan realizar sus cursos que normalmente no podrían terminar. las ventajas que significa en un país donde el 72% de los alumnos de pregrado trabajan mientras estudian, aumentan cuando se plantea que no tienen que salir del campus para trabajar y tienen horarios semanales menores que permite el programa, por lo que el replanteamiento es necesario y esperamos ver en los próximos meses un cabildeo fuerte dentro del congreso, pujando por un lado a las organizaciones que buscan que los dineros lleguen a los que menos tienen, y por el otro, a las universidades poderosas peleando por no perder la ayuda.