La evaluación magisterial y, en rigor, de todo el sistema educativo nacional, se convirtió muy pronto en la piedra de toque de Tirios y Troyanos. Quienes la descalifican argumentan que será utilizada para despedir maestros y quienes la aclaman afirman que debe aplicarse de inmediato y debe tener consecuencias. Pero la evaluación, o mejor: las evaluaciones, son, ante todo, instrumentos que permitirán conocer y sopesar una diversidad de variables y condiciones que han hecho posible que la educación en el país siga en el naufragio. En esta conversación, Sylvia Schmelkes del Valle, una de las mentes más lúcidas en la materia y actual presidenta del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), y Manuel Gil Antón, investigador de El Colegio de México y voz crítica en cuestiones educativas, desentrañan lo que debe ser el futuro de la evaluación, al tiempo que envían al desván a varios fantasmas chocarreros.
Manuel Gil: Uno de los componentes de la reforma educativa fue la creación del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación como entidad autónoma. Muchas personas desean saber para qué sirve este INEE. Voy por la calle y escucho: es que ahora el INEE va a evaluar a los profesores y va a decir quién se queda en el trabajo y quién no ¿Qué podemos esperar los ciudadanos de un instituto que ha despertado tantas expectativas?
Sylvia Schmelkes: La razón por la cual se crea el INEE autónomo como parte de la reforma educativa, tiene que ver con la necesidad de que las políticas educativas dependan de la evidencia, de nuestro conocimiento de la realidad y de la comprensión de la realidad educativa. Hemos estado acostumbrados en nuestra historia a que las políticas educativas vayan y vengan según llegan o se van las administraciones. Llega una administración nueva y se quitan las políticas educativas anteriores, se inician nuevas sin que medie ningún tipo de evidencia que sostenga decisiones de esta naturaleza. Ahora hay la convicción de que los cambios educativos son lentos, que se necesita una política educativa de largo plazo y que es necesario, en todo caso, fundamentar las razones por las cuales una política educativa se tiene que cambiar. ¿Cómo podemos transitar en el país hacia una política educativa basada en el conocimiento y la comprensión de nuestra realidad? Eso es lo que este INEE quisiera aportar. El INEE va a hacer evaluaciones pero también va a hacer investigación. La evaluación tiene la capacidad de ordenar lo que antes estaba desordenado, puede poner las cosas en su lugar, dimensionar los problemas, cuantificar las brechas, conocer las condiciones que no permiten que se logren objetivos.
MG: El INEE tiene, para decirlo en los términos que se usan hoy, dientes; es decir, tiene poder. Sin embargo, la ley también establece que van a ser las autoridades educativas federales y estatales las que van a ejecutar, por ejemplo, los criterios para evaluar profesores y eso ya no queda tan claro.
SS: Al INEE se le dan estas dos facultades: Establecer los lineamientos sobre las evaluaciones educativas -y en ese sentido el INEE es la máxima autoridad en evaluación educativa en el país-, y ahí hay dientes muy claros porque son lineamientos vinculantes para todas las autoridades educativas, federales y estatales, en el siguiente sentido: lo que nosotros digamos acerca de qué hacer en evaluación, cómo hacerlas, qué solidez técnica darle a los instrumentos, etcétera, todo eso es vinculante: las autoridades educativas tienen que obedecerlos. Por otro lado están las directrices, que son justamente eso, recomendaciones que se derivan de estas evaluaciones y de las investigaciones que las rodean. Esto es, para mí, de las cosas más importantes de la reforma: que esas directrices, basadas en el conocimiento y comprensión de la realidad educativa, se tienen que hacer públicas y tienen que ser respondidas públicamente. Nosotros hacemos una recomendación a la autoridad educativa correspondiente y esta tiene un plazo para decir: “sí podemos o sí podemos pero no ahora, o podemos parcialmente y las razones son estas” y eso se hace público y entonces la sociedad entra a jugar como un actor en este proceso.
MG: Vamos a hablar también, más adelante, de lo que hará el INEE con respecto a los alumnos, los programas de estudio y la infraestructura educativa, pero abundemos un poco más sobre los profesores, en quienes se ha puesto más el acento tanto en medios de comunicación como en la discusión pública y porque es donde ha causado más inquietud. Te lo planteo en estos términos: ¿Quién va a evaluar la evaluación?
SS: La división del trabajo es muy clara. La evaluación que tiene repercusiones sobre individuos la hacen las autoridades educativas y la evaluación que no tiene repercusiones sobre individuos, pero que nos ayuda a comprender la realidad educativa porque está basada fundamentalmente en muestras, la hace el INEE. Entonces, hacemos evaluación también nosotros pero las características de nuestra evaluación son distintas.
MG: Es decir, ustedes hacen una evaluación y nos informan a nosotros como ciudadanos: “El magisterio mexicano está compuesto de tal y tal manera, tiene estas grandes fortalezas, tiene estas deficiencias, sugerimos directrices”, pero, para que nos quede claro, la evaluación que aplicará la SEP en términos de conservación o no del empleo, sus lineamientos, ¿son también responsabilidad del INEE?, ¿también van a evaluar que esos lineamientos se sigan?
SS: Le corresponde al INEE emitir los lineamientos y supervisar su aplicación, desde luego.
MG: ¿Podríamos decir, entonces, que tenemos en el INEE a un representante crucial de la ciudadanía, de la sociedad?
SS: Justamente así quisiera imaginar al INEE. Un poco como la formalización de una vigilancia ciudadana sobre el quehacer de la autoridad educativa. Así lo quiero imaginar y ojalá así se pueda tomar.
MG: Tú sabes que en la política siempre hay tensiones y, bueno, no le voy a enseñar el abecedario a la maestra, pero creo que el INEE enfrentará una disyuntiva: puede ser el mejor aliado de la sociedad para que la autoridad educativa se centre en lo educativo o que el INEE, digamos, sea el que legitime la acción de la autoridad sin poder parar eventuales abusos o sin poder supervisarla. Ojalá se vea al INEE, y en efecto sea, el responsable de tutelar el máximo interés en esta materia que es el aprendizaje de los niños.
SS: Por eso dijimos que nuestra carta de navegación era el derecho a la educación, es decir, los aprendizajes de los niños, los jóvenes, los adultos -porque también nos corresponden los adultos en educación obligatoria-, son el interés fundamental del INEE. Pero el derecho a la educación es responsabilidad del gobierno. De ese modo, lo que vamos a hacer es tratar de que se cumpla la aspiración de la sociedad por la vigencia plena del derecho a la educación, y por derecho a la educación entendemos que la gente acceda; que no existan barreras, expulsiones, o exclusiones; que se pueda adaptar la educación a las condiciones específicas del contexto en un mundo diverso y que la educación que se imparta sea útil, aceptable, amena, agradable, con sentido y significado para quien la reciba. Eso es el derecho a la educación. ¿Qué vamos a hacer? Pues vigilar que eso se vaya cumpliendo cada vez mejor y por ahora estamos muy lejos de su cabal cumplimiento. Por eso consideramos que estamos de lado de la sociedad.
MG: A mí me gustaría decirlo en términos que no sé si son muy acertados para los expertos pero que al menos para mí tienen sentido. Me imagino que ese INEE al que aspiras y al que yo creo que aspiramos nosotros como ciudadanos, es una institución del Estado mexicano y es el Estado el que garantiza el derecho a la educación. Entonces esta institución autónoma estará revisando, asegurando o reportando el incumplimiento o cumplimiento de la acción de cada gobierno en materia educativa.
SS: …Y orientando las decisiones de política educativa hacia un mejor cumplimiento de ese derecho a la educación; las dos cosas creo yo.
MG: Muy bien. Ahora, si quieres, hablemos de evaluar programas. Hay maestros que me han dicho: “Profe, cómo le voy a hacer si por un lado en matemáticas me dan permiso de que haga yo mis planeaciones, pero tengo un programa muy largo. Si hago mi planeación a lo mejor no cumplo más que la mitad, ¿por qué? porque voy al ritmo del grupo ¿no? Sin embargo, el examen que se va aplicar a mis muchachos es sobre todo el programa”. ¿Cómo hacer, Sylvia, para que el profesor tenga más capacidad para conducir el proceso de enseñanza-aprendizaje?
SS: Creo que tiene dos aspectos la pregunta que me estás haciendo, es decir, por un lado hay que evaluar programas, y por programas entendemos, a la vez, el curriculum pero también programas específicos como los compensatorios, el de Escuelas de Calidad y cualquier otro que surja como ahora el de media superior para evitar el abandono. Esos son los programas que, desde luego, nos interesa muchísimo evaluar. El Programa Sectorial de Educación está lleno de nuevos programas y va a ser muy importante darles seguimiento, porque me parece que todos ellos son necesarios. Dicho esto, hay que considerar que el curriculum está sobrecargado, los maestros no tienen tiempo para hacer las adaptaciones y las adecuaciones, no les da tiempo de cubrir los programas, etcétera. Esos problemas tienen que surgir al evaluar un programa y los resultados se tienen que hacer públicos y de ahí derivar recomendaciones. Por otro lado, tenemos el propósito de que lo que entendemos por cultura de la evaluación sea algo que verdaderamente llegue al aula. Es decir, que el maestro pueda hacer esas evaluaciones por él mismo y decir, por ejemplo, “bueno este programa está demasiado grande y verdaderamente no lo voy a poder cubrir, y de este otro programa voy a tomar tal y tal decisión de cómo cumplirlo”. Entonces, que esa capacidad de hacer evaluación respecto del propio contexto de los alumnos y de sus capacidades, pues también quede cada vez más en las manos de los docentes. Eso es un propósito de largo plazo: Fortalecer la cultura de la evaluación pues lo que más importa es que esté en el aula y en la escuela.
MG: Sí, porque si sólo se publica en el periódico el lugar en el que estamos en PISA pues…
SS: Exacto, no trasciende.
MG: Sobre programas, alumnos, profesores, etcétera, compartimos la certidumbre de la frase de Robert Birnbaum que dice: “Si no podemos medir lo que es valioso terminaremos por valorar nada más lo que es medible”, y como a mi juicio durante todos estos años la evaluación no ha sido comprendida como una acción que aspira a ver también lo que no es medible, sino que se ha reducido a la examinación que a su vez se ha limitado a examen de opción múltiple y este a una regla de tres para decir ¡reprobaron tantos! ¿No? Así, con toda esta cosa terrible que vacía a la evaluación de su contenido (y otra vez estoy enseñando el abc a la profesora) ¿cómo hacer para que, por ejemplo, en la actividad docente, que es una actividad tan compleja y fundamental en el aprendizaje, sepamos la sociedad y los profesores mismos qué es aquello que no es tan fácil de medir pero que es crucial: liderazgo, creatividad, imaginación, autonomía?
SS: Creo que es muy importante hacer la distinción entre medición y evaluación, entendiendo que la medición es lo que se puede hacer con un instrumento relativamente estandarizado, fácil de calificar y que se puede aplicar masivamente. Pero también entendemos que eso es sumamente parcial ¿verdad?, pero en muchas ocasiones es necesario y lo tienes que utilizar. Por ejemplo, me parece que es muy claro que los maestros tienen que conocer la materia que enseñan y la mejor manera de saber si la dominan o no es a través de un examen. Habrá que examinarlos, pues. Lo que sería un terrible error es hacer depender a la evaluación solamente de un instrumento que mide ¿no? Lo que realmente queremos es evaluar una actividad muy compleja con un aparato complejo de evaluación, pues es la única manera de responder ante una realidad tan diversa. Entonces hay que imaginarse la evaluación del desempeño docente como una evaluación que toma en cuenta muchas cosas, evidentemente el conocimiento y dominio de su materia y el dominio de conocimientos pedagógicos y didácticos propiamente dichos. Si un maestro no sabe matemáticas es imposible que los niños aprendan matemáticas, por tanto eso es lo primero que tiene que saber, pero, desde luego, ahí no termina la labor del maestro. Además, una persona que sabe matemáticas puede ser un pésimo maestro ¿verdad? Nosotros planteamos que la evaluación tiene que ser muy compleja, basada en múltiples instrumentos, que implique visitas a las escuelas para conocer el contexto en el que están trabajando los docentes, las características específicas de la escuela, sus condiciones de trabajo, infraestructura, número de alumnos que tiene, si cuenta o no con materiales didácticos, etcétera. Una evaluación donde podamos observar las clases: este es un reclamo de los maestros en todos lados, que dicen “si me van a evaluar vengan a verme, vengan a ver dónde estoy trabajando y vengan a ver cómo trabajo, porque finalmente lo que están evaluando es a mí como docente y yo me desempeño como docente en la práctica, en el aula, entonces vengan a verme”. Así, es necesario saber si el maestro sabe planear y entonces habrá que recoger sus planeaciones; será muy importante saber cómo evalúa a los alumnos y cómo incorpora las evaluaciones en sus propias planeaciones y, bueno, las opiniones que sobre él tienen sus pares, su director, las que tienen los padres de familia. Va a ser muy importante recoger todas las opiniones. Por tanto, nosotros sí nos imaginamos una evaluación que toma en cuenta la escuela-comunidad, que evalúa tanto a la escuela y su funcionamiento, como las condiciones de su desempeño y que también, obviamente, emite recomendaciones. Y no lo hará un sólo evaluador sino cuando menos dos, los que de alguna manera habrán de coincidir en sus percepciones y que cuando no coincidan deberán tener la posibilidad de acceder a una tercera persona, probablemente externa, que pueda dirimir aquello en lo que hay discrepancia y que ayude a documentar el proceso. Pero además la evaluación es un proceso; no es algo que se pueda hacer de una sola vez. La primera evaluación de un docente por ejemplo, permite su ubicación y el estado de su desempeño docente; después, las evaluaciones siguientes lo que medirán es si el maestro fue capaz de mejorar entre una y otra evaluación, pero, entre una evaluación y la siguiente tienen que pasar muchas cosas, tiene que haber formación, acompañamiento, apoyo y mejoría de las condiciones de trabajo cuando estas no cumplan con el mínimo indispensable ¿no? De modo que si vemos la evaluación como proceso, entonces ya estamos hablando no de medición sino de algo bastante más amplio y complejo.
MG: Ahora, Sylvia, te preguntaría como profesor ¿es posible una evaluación así de compleja, holística, con los recursos que ahora tenemos?
SS: Bueno, me parece que es posible si nos imaginamos que no va a partir todo de un sólo centro y que desde este centro se va a hacer absolutamente toda la evaluación. Es decir, son 32 entidades federativas y cada una de ellas puede jugar en esto un papel muy importante. Se puede pensar inclusive en que las zonas escolares tengan algo que ver en los procesos de evaluación. Cuando se empiece a desmenuzar la realidad se verá, quizá, que sí es posible, es decir, que el pastel se pueda dividir en pedacitos ¿no? Luego, si nos imaginamos que la evaluación no se hace en un sólo momento sino en un periodo largo de alrededor de tres o cuatro años, tendremos que todos los maestros habrán pasado por un proceso de evaluación, aunque no pasarán todos en el primer año. Esto es todavía un poco complicado porque Carrera Magisterial -que va a terminar en 2015, según dice la legislación-, tiene que ser sustituida por otra figura que tendrá que valer para todos.
MG: Me quedo con mucho optimismo, aunque creo que necesitamos la colaboración no solo de los interesados en la educación, sino de toda la sociedad interesada en el futuro del país.
SS: La evaluación tiene como finalidad mejorar y la evaluación debe ser formativa y no punitiva. Debe servir para que las personas crezcan como alumnos o maestros, y para que se desempeñen mejor como maestros o directivos. El propósito central de la evaluación es que todos crezcan en términos profesionales. Si podemos cumplir esto, vamos a tener credibilidad.
MG: Claro, porque hay personas que esperan que para que el INEE sea creíble, deben ser despedidos 10 mil o 15 mil profesores.
SS: Ah bueno, yo digo que si salen dos o tres maestros va a ser creíble el INEE (risas). Lo que te quiero decir es que incluso he llegado a pensar que la evaluación es un derecho porque eso es lo que te da la posibilidad efectivamente de mejorar, y tendríamos que verlo así, como un instrumento que me ayuda y me da insumos para crecer profesionalmente.
MG: ¿Un derecho para el evaluado?
SS: Un derecho para el evaluado.
MG: ¡Ah, qué bien!
SS: Todo el mundo tendría que tener derecho a ser evaluado porque es lo que te permite tener retroalimentación y visión desde fuera para que puedas dar el estirón y crezcas, con apoyo.
MG: Es decir, una condición de posibilidad en mi mejoría en vez de ser la ocasión para que el Big Brother vea si me corre o no, o si soy bueno o malo como profesor.
SS: Eso me encantaría. Que esta idea, la evaluación como un derecho, se fuera quedando como sedimento de lo que el INEE quiere que se entienda por evaluación.
MG: Me parece que va a ser muy importante que el INEE, en esa lógica de credibilidad de la que hablas, sea cada vez más conocido y reconocido. Lo que yo veo es que si la patas de la reforma educativa eran, hasta ahora, la evaluación con el INEE, el Servicio Profesional Docente y la nueva ley general de Educación, es necesario conseguir que sea el INNE el espacio en que como sociedad podamos confiar, en el sentido de que lo que sucede en el sistema es algo valioso y mejorable, y no nada más que todo está mal, que una y otra vez estamos en el último lugar en PISA. Creo, entonces, que hay dos retos: uno, que la sociedad tome la palabra al INEE en cuanto la evaluación como un derecho y, dos, que el Instituto se abra a la sociedad para que a través de él podamos saber lo que está pasando.
SS: Y asumir el reto de demostrar a la sociedad que efectivamente la evaluación sirve para mejorar.
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