Por fin han llegado las vacaciones de primavera, para algunos un respiro, para muchos otros sólo postergar el problema para mejores tiempos. Desde hace un par de semanas las escuelas públicas en el país han cerrado sus puertas como medida preventiva para evitar contagios masivos de coronavirus. La escuela ese espacio institucional lleno de tantas cosas, hoy se debate nuevamente.
Según el colega argentino Emilio Tenti Fanfani, para miles de niños y niñas la descuella es el único espacio social que ofrece contención afectiva y emocional, en la escuela se encuentran y se distinguen los amigos y amigas, ahí se garantizan espacios de refugio, de aislamiento, de soledad o de distracción, de negociación y de intercambio cultural. En las escuelas cada quien encuentra lo que busca o lo que necesita, para dar y para recibir.
Cuando las escuelas cierran, la responsabilidad regresa nuevamente a las familias, es la familia como instancia social la encargada de brindar lo que la familia da y ha dado por tradición, más lo que los niños y niñas reciben en las escuelas.
Los miles de niños y niñas no han quedado desligados del compromiso escolar y de tareas, lo que ha cambiado es el formato a través del cual se define la tarea y se aclaran las dudas. La interacción docente con los alumnos ahora ha estado mediada o regulada por los entornos virtuales, se supone que de esta manera ya no hay tiempo para la distracción, para platicar con los colegas, para sacar aquellas cosas que se van acumulando y de las cuales no hay forma de darle salida en los hogares.
Para los miles de niños y niñas cuyo único espacio de socialización y de intercambio de saberes sociales lo encuentran en la escuela, cunando la escuela compensa la ausencia de los padres por cuestiones de trabajo o de otro tipo de circunstancias o evasivas; esta contingencia no ha servido para darle aluda a esta serie de rezagos y distanciamientos afectivos y sociales.
Muchos niños y niñas terminaron extrañando a la escuela, a esa la que asisten todos lo dais, pero no tanto por los conocimientos que se pudieran adquirir sino por el conjunto de relaciones sociales que son insustituibles en todo tipo de entorno de aprendizaje.
La escuela a la que asistimos la mayoría de nosotros, sigue siendo vigente hoy más que nunca, su oferta formativa es valiosa ya no por el factor académico sino por el espacio de socialización y de desarrollo afectivo social que garantiza y –como dice Tenti Fanfani- en donde dicho espacio de socialización será el único que les sirva a miles de niños y niñas que viven en el abandono o en condiciones de desamparo social.
Después del paréntesis escolar por el periodo vacacional, las escuelas continuarán cerradas, la contingencia nos exige medidas preventivas, pero el amigo o amiga, el compañero de grupo, no se podrán ver pronto. Ellos y ellas son los verdaderos maestros que de manera subterráneas, favorecen aprendizajes si bien no son académicos si son para toda la vida. Esa es el modelo de escuelas que extrañan los niños y las niñas, la escuela de los espacios libres, de la libertad para expresarse, para vivir, para jugar, para sentirse solidarios y no solitarios, esa escuela que escucha y no persigue. Esa escuela es la aquí necesitamos abrir pronto, muy pronto.