Fidel Ibarra López
En algún momento el extinto Fidel Castro Ruz durante su discurso en la reunión del Sistema Económico Latinoamericano (SELA) celebrada en La Habana el 2 de diciembre de 1998, ironizó al afirmar los niños mexicanos conocían más sobre Micky Mouse que sobre los “héroes de su patria”. Textualmente, su discurso fue el siguiente:
“Ustedes pueden hacer la prueba. Le pueden preguntar a muchos niños, por ejemplo, a muchos niños mexicanos, quiénes fueron los padres fundadores de la patria y es posible que muchos no lo sepan, pero sepan en cambio quién es Micky Mouse, quiénes son todos los personajes principales de los dibujos animados procedentes de Estados Unidos; y lo mismo pasa con América Latina. Es una verdad que conduce a una pérdida tremenda de la identidad” (La Jornada, 9 de diciembre de 1998).
Posterior a estos hechos, la Cancillería cubana intentó enmendarle la plana a Fidel Castro y se adujo que Fidel Castro se refería al hecho de que nuestro país se había acercado más a los Estados Unidos luego de la firma del TLCAN que había suscrito el gobierno mexicano con sus socios comerciales de América del Norte; y en contraparte se había alejado de los pueblos hermanos en América Latina. Esta explicación no dejó “satisfecha” a la representación mexicana, puesto que las palabras del comandante fueron tomadas como un agravio para el pueblo mexicano. A grado tal, que se exigió una respuesta personal -a manera de disculpa- por parte de Castro. Esta disculpa la ofreció el comandante cubano al pueblo mexicano -y sobre todo a los niños-, pero no al gobierno del presidente Ernesto Zedillo.
El apunte anterior viene a colación a propósito del planteamiento del presidente López Obrador de eliminar los “puentes largos” para que las fechas históricas se celebren en el día que les corresponde. El planteamiento del presidente nos lleva nuevamente a esa condición que señalara Fidel Castro, respecto a que el pueblo mexicano desconocía su historia y a sus héroes nacionales. Lo gringo ha sido muy absorbente -como diría el poeta español, Javier Krahe- para el pueblo mexicano.
El presidente tiene razón en que se debe fortalecer el conocimiento de la historia de nuestro país. Y no sólo por una consideración histórica -esto es, para conocer del pasado que nos ha dado una identidad como nación, como estado y como sociedad-; sino sobre todo para fortalecer la construcción de la ciudadanía debido a que procedemos de un pasado donde ésta era una entelequia que sólo aparecía en términos formales en el papel, pero que en los hechos no tenía importancia alguna para las élites en el poder. En ese sentido, en efecto, requerimos que las generaciones de hoy y del mañana conozcan nuestra historia para, a partir de ello, configurar la conciencia crítica en el individuo. Y como señalamos, para construir la ciudadanía en este país.
Coincidimos entonces con el propósito que plantea el presidente López Obrador; pero diferimos en los medios. Cancelar los denominados fines de semana largos –mejor conocidos como “puentes”- no fortalecerá el conocimiento de la historia en los alumnos. Ese objetivo solamente se puede lograr a través de la formación, capacitación y actualización de los docentes en lo concerniente a la enseñanza de la historia; es decir, en la didáctica de la historia. Aquí radica el quid del asunto. Por lo tanto, si desde el gobierno federal se pretende “alentar” el conocimiento de la historia entre los mexicanos, entonces lo conducente es atender el tema desde la figura del docente y no con una medida de carácter ejecutiva que conlleva incluso el que se tenga que reformar la Ley Federal del Trabajo.
No obstante, lo que llama la atención es que ante este planteamiento que ha hecho López Obrador, el tema ha terminado siendo absorbido -por completo- por los funcionarios del gabinete económico. Lo anterior es entendible por los dividendos económicos que generan los “puentes” para varios destinos turísticos; pero ¿por qué no han salido al frente los funcionarios involucrados directamente con el tema educativo? En estos ha habido un mutis total. No han dicho ni pio sobre este asunto. ¿Qué acaso no estamos ante la oportunidad de discutir los problemas que se tienen en la enseñanza de la historia? Al parecer desde el frente educativo no se ha concebido de esta forma. Incluso, ni los profesionales de la historia -los historiadores- se han pronunciado al respecto. Desde el gabinete económico se ha anunciado que se va a formar un comité para analizar la viabilidad (económica) de la propuesta del presidente. Y desde el lado educativo, no hubo ni siquiera un pronunciamiento sobre el tema. Así de importante es la enseñanza de la historia en este país.
El presidente abrió una oportunidad para discutir en serio el tema de la historia, debido a la importancia política que le confiere a esta gran maestra del hombre -rememorando a Maquiavelo-; pero la oportunidad entró por la puerta y salió por la ventana. El tema terminó -como diría Marx- en las gélidas aguas del cálculo económico.
Bajo estas condiciones, el resultado de la propuesta del presidente termina confirmando el porqué se tiene un vacío en el conocimiento de la historia de nuestro país: la historia no importa. Es un asunto ocioso y de poca valía. El único momento en que importa es cuando se tiene en el calendario escolar la celebración de una fecha histórica y se pueda descansar de la escuela, el trabajo y la cotidianidad, aunque se desconozca qué se celebra.
El presidente López Obrador tiene razón en pretender empoderar el conocimiento de la historia en nuestro país; pero erra al plantearlo por la vía de la eliminación de los fines de semana largos. Al plantearlo por esa vía el tema terminó desdibujándose. Y la oposición aprovechó la oportunidad para calificar como una “ocurrencia” el planteamiento del presidente.
No es una ocurrencia en ningún sentido. Al contrario, es un asunto de suma importante. El problema es que pareciera que al único que le importa este tema es al propio López Obrador. Desde la esfera educativa se ha tenido el “mutis” como respuesta.
Desde nuestra perspectiva, no se debe desaprovecha esta oportunidad para discutir el tema de la enseñanza de la historia a fondo. De hacerlo, confirmaría lo que se plantea como un supuesto en el título del presente artículo.