La educación en el mundo está llena de ritos y ceremonias que son parte primordial para mantener visiones compartidas y alcanzar propósitos no sólo del aprendizaje de los estudiantes, sino también valores de convivencia e inclusión social. La paz mundial y el entendimiento entre los países fue el mensaje fundamental para la creación de la Organización de las Naciones Unidas, en 1948. La paz es el estandarte y eje central de celebraciones periódicas. Ciertos expedientes no logran penetrar en la mente y acción de los ciudadanos del mundo ni de los grupos dirigentes de los Estados miembros. No obstante, la insistencia arroja resultados, aunque no siempre a la velocidad deseada ni en la cuantía necesaria.
La ONU y sus organismos machacan frases alineadas a los valores universales y arengan a los países a que cumplan con sus consignas, que no mandatos. Por disposición de la Asamblea General de la ONU, hoy se celebra por sexto año consecutivo el Día Internacional de la Educación, bajo el tema paraguas Aprender para una paz duradera. La Unesco lidera las conmemoraciones con el fin de “generar visibilidad a escala local e internacional acerca de la importancia de la educación en el reforzamiento y la preservación de la paz”. Lo liga a la meta 4.7 de los Objetivos del Desarrollo Sustentable: “Garantizar una educación incluyente, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”.
El llamado de la Unesco es dramático con base en un diagnóstico realista y documentado: “El mundo asiste a una oleada de conflictos violentos, paralelo a un preocupante aumento de la intolerancia y la discriminación. En particular, el discurso del odio puede adoptar formas peligrosas que no sólo causan daño a nivel personal e incitan a la violencia dirigida contra grupos, sino que también son un ataque contra la inclusión, la diversidad y los derechos humanos”. Por ello, “la educación para la paz tiene que ser transformadora en su esencia”.
Apelar a la transformación de la educación parece, pero no lo es, un recurso retórico. La expectativa del organismo internacional es que “un sistema educativo transformado y bien dotado de recursos puede ser una herramienta preventiva eficaz a largo plazo que proteja, construya y sostenga la paz antes, durante y después de los conflictos”. La consigna: hacer realidad el derecho humano fundamental de los educandos a una educación de calidad, accesible y equitativa. Además, es urgente contrarrestar los discursos de odio por medio de la educación.
El punto débil: muchos de los gobiernos de los Estados miembros no aportan los recursos suficientes para la educación regular y menos para proyectos concretos, como educar para una ciudadanía global donde el valor fundamental sea la paz. Luego convoca a promover mayores niveles de financiamiento nacional e internacional de la educación en general y de la educación para la paz, en particular, ya por medio de recursos públicos, ya mediante mecanismos y asociaciones innovadoras y de múltiples partes.
Cavilo que hoy habrá una ceremonia en la Secretaría de Educación Pública, con representantes diplomáticos y personal de la Unesco y otros organismos intergubernamentales. Habrá oratoria y el gobierno mexicano dirá que la transformación educativa es parte esencial de la Cuatroté y —tal vez— diga que la educación para la paz es una realidad en este país, quizá hasta algo se diga en la mañanera (la paz se sintetiza en abrazos y no balazos). Pero nadie se hará responsable de asignar mayores recursos a la educación. Además, el gobierno rechaza asociaciones con múltiples partes, más si son organizaciones de la sociedad civil. La razón: son parte del bloque conservador.
RETAZOS
Este domingo falleció Francisco José Loera Fragoso. Un destacado geólogo y un ser humano ejemplar. Mi pésame a su viuda, hijas, hermanos y demás familiares. Descanse en paz.