Eclipsados por lo que en el terreno político ocurrió el pasado 5 de junio, el tema educativo pareció diluirse en la inmensidad de los infortunios partidistas. El Secretario Nuño por su parte, no halló la manera de llamar la atención, cual preludió de una tormenta en su carrera política hacia la silla grande; esto, por los resultados electorales que se obtuvieron en varias entidades de la República Mexicana, particularmente en Oaxaca, donde la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), cambió su estrategia logrando con ello, poner en serios aprietos a quien, desde su oficina, dirige los destinos de la educación en nuestro país –y se siente presidenciable–.
Palabras más palabras menos, el malestar social y el fastidio que se percibe en el medio educativo ha ido en aumento; lo acontecido en días pasados en Comitán, Chiapas, encendió la mecha de un polvorín que a unos metros de distancia está por estallar aunque se diga que el país está en calma. Desde mi perspectiva –y no se necesita ser sabio para ello– la sociedad está cansada de tanta miseria, injustica, impunidad y corrupción que observa a diario en diferentes escenarios de la vida nacional, y cuyos protagonistas son funcionarios que ocupan diversos cargos públicos en diferentes niveles de gobierno.
Y la educación… ¿en dónde queda? Siendo rehén de los discursos, prisionera de las falacias y secuestrada por la clase política mexicana. ¿Hasta cuándo será liberada? Hasta que los ciudadanos digamos: ¡ya basta! Basta de utilizarla para fines puramente electoreros. Basta de considerarla el botín del cual se obtienen jugosas ganancias. Basta de usarla para aprovecharse de la ignorancia y desgracia de quienes, por azares de la vida, nacieron en la pobreza. Basta de emplearla para justificar todos los males de México. Basta de todo eso… ¡ya basta!
Ciertamente la máxima Ley en nuestro país define los derechos y obligaciones de todos aquellos que formamos parte del estado mexicano. Como bien sabemos, los niños tienen derechos, los ciudadanos tienen derechos, Nuño tiene derechos, Peña Nieto tiene derechos pero… el maestro o la maestra: ¿no tiene derechos?… Por ser integrante de la CNTE: ¿no tiene derechos?… Por ir en contra de las ideas que el gobierno en turno promueve y busca a imponer a toda costa: ¿no tiene derechos?
Lamentable ha sido la postura que ha tomado el gobierno federal en los últimos días, dada la manifestación en contra de la reforma educativa que un grupo de docentes de tres o cuatro entidades del país –Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán– han lanzado a los cuatro vientos. ¿Perdida de privilegios de sus dirigentes? Con seguridad, pero… ¿culpa de quién ha sido el gozo de esos privilegios? De todos y ninguno, quizás; pero no nos hagamos, el “meollo” de este asunto es más profundo, tiene raíces más gruesas y ramificaciones más amplias. Toca niveles que usted y yo conocemos porque sencillamente ya no nos chupamos el dedo.
¿En dónde ha quedado la posibilidad de manifestarse, agruparse o de expresar libremente las ideas en México?¿En dónde ha quedado la posibilidad de ser escuchado y atendido por la vía institucional sin que sea reprimido y sentenciado ese deseo?¿En dónde han quedado esos derechos que como mexicanos tenemos?
En diversos foros, espacios, charlas, clases, en fin, en varios momentos he manifestado que no comparto las tácticas que emplea la CNTE para exigir sean escuchados, sobre todo por la afectación que realizan a terceros pero, no por ello, estoy en contra de su libertad de expresión y mucho menos he pretendido callarla.
Debemos entender que los tiempos han cambiado y que las formas de negociación que en antaño fueron muy “productivas” para “algunos”, han dejado de tener vigencia en un país como el nuestro. Obviamente los medios de comunicación han jugado su parte en este proceso pero, también, las redes sociales. Dese cuenta, mientras en los noticieros se intenta tergiversar la información sobre los mentores, facebook o twitter desnudan los hechos. En un lado se presenta a los “violentos maestros” pero, del otro, se exhibe a “policías violentos”… Y la educación ¿en dónde queda? Atrapada en los discursos, en ese choque de visiones, en esa pugna por el poder por el poder mismo, sin que alguien se pregunte ¿es válido ese discurso demagógico, esa lucha desigual y arbitraria, ese poder autoritario e inquisitivo para mejorar la educación en su conjunto?
De unos meses para acá, he escuchado decir que todas y cada una de las acciones que se están implementando en el medio educativo se justifican en razón de los derechos de los niños, y créame que comparto esa opinión pero… ¿acaso vivimos en comunidades, municipios, estados o regiones tan distantes unas de otras? ¿Acaso la constitución no otorga los mismos derechos a todos los mexicanos?
Usar a los niños y sus derechos para justificar el desmantelamiento del corporativismo en México, ha sido una buena estrategia, no lo niego; sin embargo, el descontento social provoca una aglomeración inequívoca cuya reacción se mide, por ejemplo, en los resultados que se obtuvieron en 7 de las 12 entidades donde el Partido de la Revolución Institucional (PRI) dejará de ser figura en próximos días. ¿Acaso alguien que estudió Ciencias Políticas, como el Secretario Nuño, no conoce este aspecto? Desde luego que lo sabe pero, imagino, está pensando que siempre gozará del beneplácito de la gente o de Mexicanos Primero.
No nos equivoquemos, la educación está siendo rehén de cuanto pillo ha querido. Disfrazar los hechos no nos ha llevado a nada bueno. Por ello, sugiero que como ciudadanos liberemos a ese derecho de las manos de sus secuestradores ¿Cómo? Haciendo conciencia de los que a diario vemos y conocemos. ¿Cómo lograrlo? Enseñando a pensar y a defender el derecho de pensar con libertad porque “sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no sirve de nada” (Sampedro, José Luis).