María Teresa Galicia Cordero
Según se lee en el documento de trabajo del Marco Curricular Y Plan de Estudios 2022 de la Educación Básica Mexicana, el planteamiento curricular se estructura a partir de un conjunto de ejes articuladores que refieren a temáticas de relevancia social que pueden abordarse en más de un campo formativo, con los contenidos específicos de cada grado, nivel y modalidad educativa. Esta definición de los ejes articuladores tiene como perspectiva una educación que coloca en el centro de los procesos educativos a la comunidad-territorio, cuyo principio pedagógico se basa en la elaboración de proyectos dirigidos a la justicia social y la solidaridad con el entorno (p.92).
Entre estos siete ejes articuladores, cobra especial relevancia el relacionado con la Interculturalidad critica, donde se abre la posibilidad para que las maestras y maestros, en tanto profesionales de la enseñanza, construyan con sus estudiantes diversas formas de articulación con la realidad, en cuya interacción se puedan erigir otras formas de relación con el mundo, considerando de manera efectiva la interacción simétrica con diversas culturas, saberes y lenguas (p.102).
Esta articulación con la realidad sugiere entonces vincular lo que sucede tanto en el entorno inmediato, en la región o en todo el mundo. En el contexto actual, no podemos dejar de lado lo que sucede en cuanto a los desplazados, refugiados y migrantes, tanto en nuestras comunidades, en el país y fuera del él. Hoy se habla de Ucrania, pero desgraciadamente, esto sucede y seguirá sucediendo en muchas otras partes del mundo.
Más allá de los motivos existentes para desencadenar este hecho, no puedo dejar de pensar en los miles de niños, niñas y adolescentes NNA, cuya vida cambió en un momento, convirtiéndose en refugiados y migrantes por las acciones de otros. Datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ACNUR muestran que, en diciembre del año pasado, las restricciones a los viajes impuestos provocadas por la pandemia podrían haber influido en las cifras de migración internacional en el 2021, aun así, el número de personas obligadas a abandonar sus hogares debido a los conflictos y la persecución creció hasta alcanzar cifras récord.
Hasta noviembre del 2021, más de 84 millones de personas se habían visto obligadas a desplazarse, huyendo de la violencia en África, como en República del Congo y Etiopía o por la creciente crisis humanitaria en Afganistán, por el colapso socioeconómico de Venezuela o de manera reciente, por el estallido de la guerra en Ucrania por mencionar algunos.
El caso particular de los desplazados en México y Centroamérica también no tiene precedentes, casi un millón de personas de la región han huido de sus países a causa de la violencia, amenazas, extorsión, reclutamiento de pandillas, prostitución, falta de oportunidades, estragos de la pandemia y hasta por el cambio climático (ACNUR, 2021).
México es ya un país de destino, además de tránsito hacia los Estados Unidos. UNICEF, a finales del año pasado destacó que, en muchos albergues mexicanos, los niños, niñas y adolescentes NNA representan al menos el 30% de la población migrante. La mitad de ellos han viajado sin sus padres, lo que supone la mayor proporción jamás registrada en México.
Debido a esta situación, su proceso escolarizado y todo lo que implica se ve trastocado, los migrantes son el grupo poblacional que experimenta los peores resultados educativos porque la exclusión es mucho más grave que la de otros grupos. Los NNA más afortunados estudian en sus lugares de origen y de destino, unos meses en un lado, otros meses en otro o dejan la escuela por mucho tiempo. En México, únicamente el 18% de la población NNA son migrantes internos que asisten a la escuela, lo que constituye que sea el grupo más excluido del sistema educativo nacional.
¿Por qué sucede esto? En parte por las propias características de la oferta educativa al no existir una oferta flexible para ellos, porque en la mayoría de los casos la niñez migrante ya no tiene las mínimas condiciones sociales, económicas y educativas para seguir en la escuela y ya no cuentan con el apoyo moral, material e intelectual de la familia y carecen de itinerarios migratorios estables y compatibles con la asistencia escolar, por lo que su permanencia en el sistema educativo es inestable y como consecuencia, sus niveles de aprendizaje son muy bajos.
La migración interna en México, como es el caso de los NNA jornaleros migrantes, presentan una situación de ‘analfabetismo funcional’ (incapacidad de utilizar las habilidades de lectura, escritura y cálculo de forma eficiente en las situaciones habituales de la vida) situación que se agrava con el hecho de que, al convertirse en jornaleros agrícolas como sus padres, seguirán atrapados en el círculo de la pobreza, que ha pasado de generación en generación desde hace muchos años.
De acuerdo a los derechos de los niños, niñas y adolescentes, todos tienen derecho a la educación. En el caso de México y Estados Unidos, cada país presenta variables diversas en torno a este derecho. En Estados Unidos, por ejemplo, se presenta el fracaso escolar de quienes no se ajustan a los parámetros establecidos, especialmente cuando los programas diseñados para atender a estudiantes inmigrantes tienden a excluirlos y segregarlos por sus diferencias culturales y sociales; el inglés es otra barrera, porque si no lo saben tendrán dificultades para acreditar materias de contenido académico en el idioma oficial de la Unión Americana.
En nuestro país, es común observar la falta de adaptación a las prácticas escolares instituidas de manera unívoca y centralizada, que no permite que su formación cubra sus necesidades y expectativas no solo en lo académico sino especialmente en lo social, lo que desde luego pasa por la readaptación/ adaptación al lenguaje, lo que puede ser complejo según las condiciones en la que se presentó el retorno de los migrantes y el contexto de migración donde se viva (Jiménez, 2018).
En el caso de los menores, adolescentes y jóvenes, el espacio escolar es central para la socialización y para el proceso de adaptación, no solo aquí en México, existen injustas experiencias de acoso y discriminación que muestran que los sistemas educativos a nivel global, deberían de prestar servicios escolares para una población diversa, tratando de eliminar la violencia institucional.
La violencia no institucional que se presenta en las comunidades de las sociedades de destino suele ser de tipo cultural, simbólica y física, incluyen actos de discriminación por diversos rasgos, como la racial, de género, orientación sexual, edad, actividad económica o por origen territorial que denigran la dignidad humana de los migrantes.
Es un hecho y la realidad nos lo muestra, que los procesos migratorios originados por el desplazamiento de las familias por diversas razones, va a seguir existiendo y si realmente se busca la inclusión e integración de la diversidad de los grupos poblacionales, entre ellos a los refugiados y a los migrantes, es necesario entonces que los sistemas educativos no sólo correspondan con los procesos de movilidad de las familias, en particular con sus hijos en edad escolar, sino que a su vez se flexibilice y se adapte en sus procesos administrativos y estructuras curriculares, para construir una sociedad que valore y no discrimine la diversidad socioeconómica y cultural y se puedan erigir otras formas de relación con el mundo, considerando de manera efectiva la interacción simétrica con diversas culturas, saberes y lenguas en un mundo donde siguen presentes enormes desigualdades en un contexto de incertidumbre.
Referencia
Jiménez, I. D. (2018). Jóvenes migrantes de retorno. Proceso de socialización en el contexto escolar. En I. García y E. Sánchez (coords.), Migraciones globales, redes sociales y construcción de espacio público de migrantes transnacionales (pp. 63-78), Xalapa: Red Iberoamericana de Academias de Investigación, A. C.
Twitter: @theresagalicia