Seis años de estancamiento y deterioro de la calidad educativa
Estamos a muy pocos días de vivir la llegada de un nuevo gobierno, el cual no es cualquier gobierno, será el gobierno que representa la transición estructural y de una vuelta de tuerca hacia la izquierda.
El gobierno que se va, se ha caracterizado con distinciones, por ser uno de los peores en la historia moderna de nuestro país, el gobierno que se va deja una estela caracterizada por la controversia, el encono y las disputas en pugnas por el poder.
Un balance de seis años en educación, implica colocar en el centro del balance, el contraste entre las intenciones y los logros de dicho periodo. Como parte del programa estratégico el sexenio 2012 – 2018, se caracterizó por el compromiso de mejorar la calidad de la educación, a través de dos estrategias: a) emprender una compleja reforma educativa y b) incorporar a la evaluación del desempeño docente como el dispositivo central para alcanzar la mejora de la calidad educativa.
En los hechos el sexenio que está a punto de concluir, intentó cambiar la regulación y el estatuto laboral con relación a los docentes y demás trabajadores de la educación a partir de emprender la mal llamada reforma educativa.
Podemos decir que el gobierno se planteó el cumplimiento de tres objetivos estratégicos:
1. Emprender acciones para ofrecer una educación de calidad con equidad, dirigida a niños, niñas y jóvenes.
2. Llevar a cabo una serie de cambios en la ley con la finalidad de modificar el estatuto y la regulación laboral de docentes en todo el sistema educativo nacional (SEN).
3. Emprender una serie de cambios de carácter curricular encaminados a diseñar un modelo pedagógico, que defina con la mayor claridad posible, “los aprendizajes clave para la educación del futuro”.
En la esfera federal el gobierno tuvo tres titulares de la SEP, en el ámbito local hubo dos titules (me refiero al caso Jalisco).
Los tres titulares de la SEP fueron personajes con estilos diferenciados: El primero (Emilio Chaufett), golpeador político y muy buen negociador inició con el ambicioso proyecto de sacara adelante la reforma laboral disfrazada de educativa. El segundo (Aurelio Nuño), condicionó el trabajo y la gestión de la Secretaria a partir de promover sobradamente su imagen personal, con aspiraciones presidencialistas, cuando ni siquiera fue capaz de ganar la candidatura de su propio partido y el tercero (Otto Granados), con menos reflectores, a él le tocó cerrar de manera decorosa lo que sus dos amntecesoisres hicieron mal.
El gobierno de Enrique Peña Nieto, nunca encontró la forma de darle un buen cauce al proyecto y a las acciones de política educativa. De esta manera se puede afirmar que el sexenio se caracterizó por protagonizar una serie de tensiones de principio a fin, entre el magisterio disidente, los intentos por imponer nuevas reglas de ingreso, promoción y permanencia e incluso con cambios en la dirección nacional del sindicato que representa a los propios docentes.
Otra distinción del sexenio que concluye fue la obsesión por la evaluación, nunca en la historia de nuestro país, un gobierno se había aferrado tanto a querer imponer una estrategia política (evaluar el desempeño docente a toda costa como capricho y no como una política racional).
Al final los indicadores de calidad y de eficiencia de la tarea educativa quedaron prácticamente inalterables, no avanzamos con relación al comparativo internacional y se ha dejado al final, un SEN violentado, arisco y con pocas posibilidades de proponerle una nueva reforma educativa.
El sexenio se acabó y los saldos y las promesas en educación seguirán pendientes.