Oslo, Noruega. Noruega es el país más rico del mundo; tiene el segundo ingreso en dólares corrientes más alto del mundo, solamente después de Luxemburgo, pero como un 25% más alto que Suiza, lo que ya es un decir.
Noruega, además, tiene la riqueza más alta del mundo, es decir, el fondo de ahorro más grande con una cifra astronómica en valor de mercado de 930 billones de dólares. En el último trimestre de 2014 el fondo aumentó en 32 billones de dólares que es una cifra equivalente al Fondo de la Universidad de Harvard acumulado durante toda la vida de la universidad más rica del mundo y que abrió sus puertas en 1636.
Los noruegos tienen además el honor de ocupar el primer lugar en el prestigiado Índice de Desarrollo Humano auspiciado por las Naciones Unidas, y en el índice de Democracia del mundo desde el año 2010. Los cinco países más democráticos del mundo son: Noruega, Suecia, Finlandia, Suiza y Dinamarca; todos en el mismo orden desde 2010. Es el club de los democráticos. En este mismo ranking México ocupa el lugar 53 entre 115 países.
Aún así, en educación de acuerdo con PISA de la OCDE, Noruega se ubica en el promedio de la OCDE con un resultado de 489 puntos, contra los 613 de Shanghái o los 573 de Singapur.
Los noruegos tienen más del doble de ingreso per cápita que los finlandeses, son vecinos, comparten el rasgo de nórdicos, aunque no escandinavos (Finlandia no es escandinavo) pero están por debajo de Finlandia en 30 puntos en la prueba de matemáticas de PISA, y eso que Finlandia se deslizó 26 puntos del 2003 al 2012.
Estamos acostumbrados a escuchar el argumento: papás ricos, hijos educados; países ricos, ciudadanos educados. Bueno, todo es relativo y depende de la definición de educación y de riqueza. Pero ciertamente los resultados de Noruega son de llamar la atención.
Durante toda la semana visité escuelas en Noruega, entrevisté y platiqué con maestros, directores y escuelas; he recorrido las calles, platicado con gente; y pensado en el eslabón perdido.
En medio de esta vorágine, estoy tratando de encontrar la cuadratura del círculo, precisamente porque el próximo martes 30 presentaré una conferencia invitada con motivo del lanzamiento de mi libro sobre la educación en Finlandia, precisamente en la Universidad de Helsinki. La verdad, me siento inquieto. Hablar de la educación finlandesa en la Universidad de Helsinki es como ir al Vaticano y platicar con el Papa sobre la iglesia católica, o dar una lección sobre relatividad con la presencia de Einstein. ¡Ya veremos!
Los noruegos, como los suizos, los neerlandeses, y quizá los suecos y daneses, tienen el problema de la educación al revés que los estudiantes de los países dominados por una economía de mercado capitalista. Los nórdicos y suizos, que viven en una sociedad con un fuerte estado benefactor, siendo el noruego quizá el más potente de todos, por su inmensa ahorro derivado de su riqueza petrolera y que decidieron esterilizar para el beneficio de la economía y sus futuras generaciones, sufren el fenómeno de la apatía estudiantil. Los jóvenes, y algunos adultos también, no tienen de qué preocuparse; si no estudian no pasa nada; tienen todo resuelto, inclusive antes de nacer. No tienen la motivación que se deriva de una economía de mercado donde se entroniza la individualidad.
¿Qué es mejor? ¿El capitalismo que sacrifica lo social en favor del desarrollo individual? O ¿La socio-democracia donde se sacrifica el crecimiento individual pero se consolida la estabilidad e igualdad social? Son pensamientos radicalmente opuestos que producen ciudadanos totalmente opuestos. Los occidentales capitalistas vis-à-vis los socio-democráticos nórdicos y suizos. Esta impresionante diferencia ideológica y vivencial no es tocada por la globalización.
Pero PISA sí ha tocado las puertas de todos los ministerios de educación del mundo y todos quieren aumentar los puntos PISA.
Los directores de las escuelas del mundo se sienten presionados por esta ola de cambios que en algunas partes se ha convertido en frenesí, excepto, quizá, en Finlandia. Y casi todos los directores del mundo, piensan que el enfoque PISA es reduccionista. Muchos directores, como me lo dijo la directora de una escuela en Noruega, tienen que buscar la forma de cumplir con las pruebas estandarizadas, pero al mismo tiempo lograr una formación holística. La tarea es monumental. La presión sobre las escuelas y maestros es muchas veces injusta. PISA tendrá que cambiar. En 10 años más PISA será completamente diferente.
Todo esto está bien, o mal, pero no resuelve mi problema de qué les voy a decir a los finlandeses el próximo martes.