La educación en México y también en Jalisco vive actualmente una profunda crisis de comunicación, una etapa de profundización sobre las tramas del poder o el distanciamiento con las esferas políticas de la sociedad y las esferas civiles.
La parte gubernamental toma medidas y emprende decisiones de manera arbitraria a partir de la ocurrencia, del sentido común y de la improvisación, en el mejor de los casos y en muchas ocasiones basan dichas decisiones en actos regulados por intereses políticos futuristas de aspiraciones personales de los sujetos que se encuentran en la elite más alta del poder.
Hemos pasado en los últimos meses de una educación de debate a una educación de intercambio de silencios. Los grupos en el poder no consultan, ni preguntan, ni siquiera leen las posturas que se oponen a su galopante proyecto político, los grupos y las voces que desde espacios periféricos o desde los propios márgenes del sistema, exigen un diálogo horizontal de cara a la sociedad tampoco se detienen a verificar quién los escucha y que respuesta dan a sus propuestas. En todo ello, prevalece la educación del silencio y en el silencio hay voces que emergen desde los sótanos del sistema, desde los recovecos del poder.
También hay silencios que se le imponen a los sujetos, por lo que hoy vivimos de manera inédita, inaugura un estilo de interlocución entre las esferas política y la sociedad civil. ¿A quién beneficia la educación del silencio? A aquellos grupos y personas que le temen a la circulación de la palabra, incluso en las esferas del poder está roto el diálogo entre el ejecutivo y los legisladores, de nuevo la educación del silencio se erige como imposición, como bota que aplasta las embrionarias voces que aspiran a escenarios educativos diferentes.
Somos muchos los que hemos reclamado desde espacios académicos o periodísticos una mejor interlocución, respuestas ante tantas preguntas y demandas ciudadanas, como rezagos en pagos a trabajadores, como improvisación y mala conducción de la política educativa.
Ante las voces y los gritos, la respuesta única ha sido el silencio aplastante desde los sótanos del poder y sus improvisadas decisiones. Si bien como han creado los poetas, el silencio es un espacio de las personas construyen para pensar y reflexionar las acciones realizadas o aquellas que están por venir. La educación del silencio es un obstáculo, es un muro erigido que impide el avance y el desarrollo.
La educación del silencio aspira a convertirse en diálogo, para ello se requiere claridad en las ideas por discutirse y disponibilidad gubernamental hoy inexistente. Por último, en las instancias del gobierno se confunde al silencio con la aceptación (antaño el que calla otorga), la imposición con el consenso, el pacto con los comparsas como el arribo de grandes acuerdos.
Es necesario hacer gritar al silencio y que a partir de un fuerte estruendo los funcionarios de gobierno entiendan de una buena vez, que su reforma no pasa y no pasará por inviable pedagógica e históricamente.
Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Guadalajara
Correo: mipreynoso@yahoo.com.mx