En el último tramo de las campañas por la presidencia de la República las propuestas de los
candidatos en materia educativa conservaron, prácticamente en los mismos términos, sus
formulaciones originales, acaso con algunos matices. La coalición Todos por México (PRI,
PVEM y PANAL), encabezada por José Antonio Mead, insistió en la continuidad de la
reforma educativa porque de ello, señalan, depende alcanzar el objetivo de mejorar la
calidad del sistema educativo en todos sus componentes. En algo subió la apuesta el
candidato Mead: aumentar la cantidad de guardería, preescolares y primarias de tiempo
completo y lograr que éstas tengan y controlen su propio presupuesto. Añadió que se
propone incrementar sustancialmente el salario docente, aunque sujetar los términos de
ingreso, promoción y permanencia a la normativa vigente.
La novedad, en todo caso, en el discurso de Meade de las últimas semanas fue calificar
negativamente las propuestas del líder de Morena. A eso dedicó buena parte de sus
pronunciamientos finales sobre la reforma. El 14 de mayo, víspera del día del maestro, el
candidato afirmó, en un mitin en Irapuato, que “la cancelación de la reforma educativa,
como propone Andrés Manuel López Obrador, condenará a los niños del país a un pasado
oscuro” (fuente). En el mismo sentido, Meade acusó a López Obrador de tener un acuerdo
con la corriente del SNTE afín a Elba Esther Gordillo y con la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación (CNTE) cuyo propósito sería acabar con la reforma educativa
(fuente).
Ricardo Anaya, abanderado de la coalición Por México al Frente (PAN, PRD y
Movimiento Ciudadano), ha sostenido la postura de mantener los ejes básicos de la reforma
educativa, es decir la evaluación docente y nuevo modelo curricular. Sin embargo, el
candidato presentó un matiz basado en la crítica de los procesos de comunicación y de
implementación de la evaluación docente. En varias ocasiones el candidato Anaya perfiló
su postura respecto a la reforma con la doble estrategia de mantenerla, pero mejorarla. ¿Qué
habría que mejorar? básicamente el uso de la evaluación docente, es decir transitar de un
modelo de evaluación de impacto, con posibles consecuencias negativas, a otro fincado en
la evaluación diagnóstica, cuya finalidad tendría que ser detectar insuficiencias para
remediarlas mediante procesos de formación continua y actualización de los maestros.
El tema de la formación y actualización de los docentes permitía a Anaya una doble
operación: por un lado, criticar la desproporción entre el gasto federal en evaluación y la
inversión en acciones y procesos enfocados a la capacitación del magisterio. Al respecto el
candidato hacía notar que, en el sexenio, la SEP gastó más del triple en implementar la
dinámica de la evaluación de los profesores que en formarlos y actualizarlos. Por otro lado,
dicho tema le permitía tomar distancia de la postura continuista de la coalición encabezada
por el PRI. Al centrar su propuesta en las necesidades formativas, afirmó “transformar
integralmente las escuelas normales, actualizando su plan de estudios y vinculándolas con
las universidades y mejorar su infraestructura, además de garantizar su conectividad en los
planteles” (fuente).
Al igual que Meade, Anaya aprovechó la ocasión para confrontarse con el candidato López
Obrador en materia educativa. En las inmediaciones del tercer debate presidencial (12 de
junio 2018), que incluía la explicación de las propuestas educativas de los contendientes, el
candidato de Por México al Frente, repitió que cancelar la reforma educativa, según la
intención del candidato López Obrador, “sería un crimen” contra la niñez de México
(fuente).
Sin entrar en controversia directa con sus competidores, el abanderado de la alianza
electoral Juntos Haremos Historia (Morena, PT y Encuentro Social), ha sostenido, con
marcado énfasis, que de llegar a la presidencia se compromete a cancelar “la mal llamada
reforma educativa” porque esta ha dañado al profesorado y porque no hay evidencia de que
esta haya contribuido a mejorar la calidad educativa. En el debate del 12 de junio, López
Obrador criticó a la reforma, en su vertiente laboral, por haber “humillado, desprestigiado y
reprimido” al magisterio. Aclaró no estar en contra de la evaluación de los maestros, sino
del uso laboral de las evaluaciones, y sobre todo que se practiquen las mismas antes de
capacitar debidamente a los profesores (fuente).
La postura de AMLO es explícita acerca del enfoque que se quiere dar a la evaluación
docente, prácticamente no ha abordado el segundo eje de la reforma, aquel que tiene que
ver con la reforma de los planes y programas de estudio de la educación básica. Solamente
ha señalado al respecto que, en la construcción de una nueva propuesta, o en la rectificación
de la actual, se tomará en consideración la voz de los maestros, de los especialistas y de los
padres de familia. Otra pista la ofrecen sus pronunciamientos, repetidos en mítines en
varias ciudades, acerca de la importancia de incluir en los programas de estudios contenidos
relacionados con las culturas locales y los contextos regionales, pero no mucho más.
Si bien la reforma educativa del sexenio ha sido en las campañas el tema preferido al
discutir las perspectivas de continuidad o renovación de la política educativa, los
candidatos han difundido algunas otras propuestas de interés. Meade, para comenzar,
insistió en la importancia del objetivo de universalizar la educación media superior. Anaya
enfatizó el acceso y uso de tecnologías digitales para mejorar la gestión y la cobertura del
sistema, así como para propiciar innovaciones pedagógicas. López Obrador, en cambio,
insiste en fomentar la inclusión y permanencia en el sistema educativo de las poblaciones
más desfavorecidas a través de extensos programas de becas y otros apoyos.
Así están las cosas la víspera de las elecciones. Interesante será observar y analizar el paso
siguiente: la construcción de la agenda educativa para el próximo sexenio.
Publicado en Campus Milenio 28 de junio 2018.