«No es el castigo sino la disciplina lo que evita la mala conducta.» — Plutarco
Es frecuente pensar que la labor docente en un centro escolar es algo sencillo y que solo se trata de tener el conocimiento académico de español, matemáticas o ciencia para poder transmitirlo, sin embargo, ello implica mucho más que solo saberlo, implica pararse al frente de un grupo con 20, 30 o más niñas, niños o adolescentes y conocer como desarrollar además estrategias efectivas que favorezcan el aprendizaje.
La labor de educar y mantener la disciplina en entornos familiares y escolares suscita preguntas relevantes sobre el porqué de la dificultad en casa, con un número reducido de hijos, en comparación con un docente que gestiona una cantidad muy importante de estudiantes. La habilidad para mantener la disciplina en la escuela no es una mera casualidad ni un rasgo innato; es el fruto de un profundo entendimiento del desarrollo social, biológico y psicológico de sus estudiantes, complementado con años de experiencia en la práctica.
Así, ser docente es una profesión que exige más que solo conocimientos académicos o la capacidad de dirigir una clase. Es un ejercicio de profesionalismo que abarca el desarrollo y la implementación de estrategias pedagógicas específicas. Estas estrategias incluyen la creación y mantenimiento de normas claras y consistentes, así como la promoción de una comunicación efectiva. La justicia y equidad en la evaluación formativa no solo fomentan un ambiente de aprendizaje justo, sino que también validan el esfuerzo y la dedicación de cada estudiante.
Adoptar una actitud positiva pero firme, ser un modelo a seguir y brindar reconocimiento y refuerzo positivo son aspectos fundamentales que conforman la columna vertebral de la práctica docente. La autoridad de un educador no debe ser sinónimo de temor o resentimiento, sino de respeto y confianza. La capacidad docente para resistirse a las presiones, saber cuándo y cómo decir que «no», y mantener una guía efectiva más que una búsqueda de popularidad son las cualidades que diferencian a un maestro competente de uno ordinario.
La esencia de la profesión docente radica en la capacidad de transmitir seguridad y confianza de manera constante, al establecer un clima de aprendizaje donde sus estudiantes pueden aprender. Este conjunto de «saberes explícitos» que se manejan en la docencia, y que se reflejan en cada decisión tomada dentro del aula, realza la importancia del profesionalismo en la enseñanza. Así, se clarifica que la tarea docente es una vocación altamente especializada, que requirie de un conjunto de habilidades y conocimientos que no son evidentes para todos y que desafían la lamentable noción de que cualquiera puede enseñar. La profesionalidad en la educación es una amalgama de arte, ciencia y humanidad, algo que se perfecciona con la dedicación y el compromiso a lo largo de una carrera dedicada al servicio de la enseñanza y el aprendizaje. Porque la educación es el camino…
Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann. Doctor en Gerencia Pública y Política Social.