Hace algunos días la SEP hizo el anuncio de que, por fin, se terminaba el monopolio de las escuelas normales y que cualquiera que tenga una licenciatura distinta a la docencia podrá concursar por una plaza de maestro. Una decisión que a todas luces tiene una alta dosis de irresponsabilidad política, y un escaso conocimiento sobre los procesos de construcción de los aprendizajes de los estudiantes.
Lo absurdo de muchas de las decisiones de la Reforma Educativa Mexicana ya no extraña a nadie medianamente pensante. Las pifias y errores de las personas que dirigen los destinos de la educación de nuestro país ya no generan sorpresa. Pero lo que realmente preocupa es que este cúmulo de errores va dejando sedimentos de influencia y muchos integrantes de la sociedad sucumben seducidos ante el anuncio, avalando con ello también el error que se avecina: error más error genera más error sin duda.
Efectivamente, todos sabemos perfectamente sobre la gran crisis que vive el Sistema Educativo Mexicano y el bajo nivel académico de los más de 24 millones de estudiantes que lo integran. Es una realidad que es imposible soslayar y esconder. Sin embargo y por enésima vez el gobierno se va a lo fácil, a lo inmediato, a decisiones rápidas y poco pensadas que desafortunadamente nos conducirán a un nuevo error y al estancamiento.
Para Nuño y compañía, la causa fundamental de este bajo rendimiento educativo son los docentes. Los maestros normalistas no dan el ancho, lo que obliga a traer al escenario de la enseñanza a otros profesionistas que puedan hacer correctamente la chamba, no faltaba más. Para ellos no hay variable más determinante en el acto educativo que la función del maestro. Los problemas sociales no son determinantes, por eso es indispensable traer rápido a “los mejores” de donde sea, su perfil no importa, el fin justifica los medios.
A esta gente poco importa lo que dice el conocimiento teórico pedagógico y la experiencia educativa del extranjero; en su ecuación no hay lugar para el análisis, la confrontación de ideas, el análisis de datos, la investigación. Su pragmatismo y sus proyecciones políticas, además de su debilidad por las cuentas alegres y rápidas, los incitan a tomar decisiones fuera de toda lógica racional.
Con lo aberrante de sus decisiones despedazan de un tajo las extraordinarias experiencias educativas de Finlandia, Singapur y Hong Kong, países que en las tres últimas evaluaciones internacionales de PISA lograron el privilegio de ser los sistemas educativos de élite a escala mundial, de acuerdo al informe Mckinsey.
Lo lamentable es que esta supremacía educativa no es vista por la miopía de la clase política que dirige nuestra nación, que afanosamente quiere sepultar lo más rápido posible el histórico normalismo mexicano. Su limitada perspectiva dificulta a nuestras autoridades poder darse cuenta que en estas naciones se privilegia la carrera docente, de hecho es una política de estado estratégica, la cual está especializada en la formación de maestros. Para ellos el acto de enseñar es una ciencia y como tal requiere de una constelación de constructos metodológicos y teóricos que deben asimilar los futuros profesores.
En estos países para ser docente se requiere transitar meticulosa y arduamente un trayecto disciplinario de conocimiento pedagógico y de práctica en las escuelas, donde los aspirantes van compilando aprendizajes especializados y metodologías para desarrollar habilidades, destrezas y conocimientos psicopedagógicos que utilizaran al momento de enseñar a sus alumnos a construir el aprendizaje: de allí la importancia que tiene su expediente académico sobresaliente.
Por eso sería un craso error del gobierno mexicano y la SEP cerrar gradualmente las escuelas normales y abrir a cualquier profesionista la trascendente tarea de la docencia, dos acciones que van en contra de lo que están haciendo las naciones exitosas en el tema educativo. No podemos aspirar a lograr avances significativos en la calidad educativa si vamos transitando por coordenadas equivocadas.
Es cierto que el normalismo vive una grave crisis en la formación de maestros, pero eliminarlo sería un terrible desacierto que se estaría cometiendo. Aún y con sus dificultades y limitaciones es lo más cercano a lo que hace la carrera docente en los países educativamente exitosos, de allí la relevancia de refundar el normalismo y oxigenarlo con las aportaciones que pueden realizar la experiencia y el conocimiento pedagógico de los maestros valiosos que tenemos en el país.
Por eso es necesario conservar las escuelas normales. Bien o mal son los centros donde se intenta especializar a los futuros maestros, instituciones que deberán sufrir cambios, de eso no hay duda, pero su función es la guía de su cambio. Es vital que no desaparezcan, de lo contrario estaríamos destruyendo una verdadera opción ya probada hacia el desarrollo educativo tan necesario para nuestra sociedad.
Sin embargo, si la lógica inmediatista y llena de yerros de la política educativa del Estado mexicano se impone una vez más como la está haciendo con la Reforma Educativa, será necesario que avisen para empezar a repasar guías de estudio y de esta manera llegar también a ser doctor, psicólogo, abogado y de otras especialidades del saber humano, al fin y al cabo parece ser que para nuestras autoridades el conocimiento especializado en propiciar el aprendizaje no tiene valor y cualquiera lo puede ejercer con un mínimo de conocimientos, o al menos, ese es el mensaje que nos están enviando con esta desafortunada idea.
Profesor de Nivel Primaria, con 18 años de servicio frente a grupo. Actualmente se desempeña como docente en la Escuela Primaria “Año de las Américas” T. M. en Fracc. Latinoamericano de Torreón y en la Escuela Primaria “Lázaro Cárdenas del Río” T.V. en Ejido San Miguel, Matamoros, ambas en Coahuila.