La contienda por la educación es una costumbre arraigada en la historia de México. Quizá el ciclo de mayor conflicto y lucha social fue durante las guerras de reforma, en el siglo XIX. Fue una disputa entre el laicismo y la educación dogmática, controlada por la Iglesia católica. La institución de un Estado y educación seculares costó miles de muertes; triunfaron los liberales, pero la contienda subsistió de manera soterrada.
Debates ideológicos sobre la educación afloraron con fuerza en el siglo XX. Ya en los debates en el Congreso Constituyente en 1916-1917 sobre el artículo tercero, ya en elaboración de la política educativa, con la creación de la Secretaría de Educación Pública en 1921. Ideología y luchas políticas se agudizaron durante el interregno de la educación socialista, en la década de 1930 en levantamiento de la educación para la unidad nacional, de finales de la década de 1940.
Sin embargo, excepto con la educación liberal del siglo XIX, la repercusión de la ideología y la política en las aulas y práctica de los maestros fue escasa —no inexistente— porque las relaciones escolares entre alumnos y maestros y las de los maestros con la burocracia se desenvolvieron a su propio ritmo. Cambiaron, sí, mas la persistencia didáctica y el estilo de trabajo en el aula delimitan reglas internas que reproducen la cultura escolar.
En este año electoral las pugnas ideológicas y las propuestas de política educativa estarán en la palestra entre las contendientes por la Presidencia de la República y las gubernaturas en los estados donde habrá cambio del Ejecutivo. Para los candidatos a legisladores la educación será una prioridad lejana, excepto si son miembros del magisterio. Los municipios casi no pintan en el sistema escolar, los candidatos a presidir ayuntamientos no pronunciarán algo importante.
Tal vez en este 2024 las propuestas sobre la educación nacional serán tan polares como en la etapa de la educación socialista. Correrán piezas de oratoria contrastantes entre Claudia Sheinbaum, la candidata de la Cuatroté, y Xóchitl Gálvez, la del frente opositor.
Para Sheinbaum, la prolongación (el segundo piso) será (ya es) el caballito de batalla de sus planteamientos sobre la educación nacional. Acaso resurjan frases como “justicia curricular” y “soberanía cognitiva”; énfasis en los proyectos comunitarios y elogios al nuevo paquete de libros de texto gratuitos. Los mensajes tendrán un aire de triunfalismo, dirá que la política de AMLO ya eliminó el modelo neoliberal meritocrático y clasista; lo que falta es concluir la construcción del arquetipo del “humanismo mexicano”. Quizás, en algún mitin con los agremiados del SNTE —que, al parecer, ya están alineados con el grupo gobernante—, asegurará que el magisterio es el brazo fuerte de la transformación. La apuesta política: continuidad.
El estandarte de Gálvez será la crítica a la Cuatroté. Planteará que pondrá de nuevo en marcha programas educativos que son auténticas redes de protección, en especial para mujeres pobres y trabajadoras: estancias infantiles y escuelas de tiempo completo. Defenderá los libros de texto gratuitos tradicionales y se arriesgará a señalar que, de ganar la elección, enterrará al nuevo paquete por las deficiencias que expertos y docentes les encuentran. También por el sesgo ideológico. Parlamentará sobre la necesidad de asignar mayor financiamiento al sistema escolar y pondrá el acento en la formación y actualización de docentes. A lo mejor habla acerca de la dignidad del magisterio y que deben tener control sobre sus trayectorias profesionales, pero se cuidará de no agraviar a las corrientes corporativas, sabe que son las que mandan en la política educativa. La jugada: retornar a la escuela del régimen de la Revolución.
Pienso que, aunque Sheinbaum gane la Presidencia, su política educativa no tendrá ramificaciones trascendentes en las aulas. La escuela es una institución resistente, como apuntó en alguna ocasión el autor de La educación encierra un tesoro, Jaques Delors, quien acaba de fallecer. La apuesta de Gálvez, aunque apunte al pasado, es congruente con la cultura magisterial. Propone el cambio por la vía del no cambio.