Vaya forma de celebrar el Día del Maestro. El presidente López Obrador invitó a comer a 300 docentes, la mayoría líderes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, pero no se prestó para la selfie. Y, si los convidó, los cabecillas de la Coordinadora al Palacio Nacional a la misma hora del festejo.
Los panegíricos fueron a lo que le interesa al presidente y a los líderes, no se habló de educación. Lo que la prensa destacó, ya que lo anunció en la mañanera, fue el incremento a salarios y prestaciones del 8.2% retroactivo al 1 de enero. También que ningún maestro ganará menos de 16 mil pesos al mes. Pero según Valeria Moy, del Instituto Mexicano para la Competitividad, los números no dan.
El presidente también habló de las becas y contra el neoliberalismo. Anunció lo que ya se sabe, aunque no dijo que, según la Ley General de Educación, debería haber planes y programas primero: “115 millones 343 mil ejemplares de libros de texto gratuitos están en proceso de elaboración para preescolar, primaria, secundaria, así como libros para docentes, títulos especiales y complementarios…Los contenidos de los libros de texto corresponden a la nueva realidad del país y del mundo, y tienen una orientación científica y humanística”. Asunto que especialistas ponen en duda y maestras frente a grupo apuntan que tienen muchas faltas, incluso de ortografía.
El presidente se aventó una promesa imposible. Ratificó que el gobierno federal trabaja para mejorar los servicios del ISSSTE: “Personalmente estoy atendiendo esta demanda, y antes de que termine mi gobierno habrá servicios médicos de primera, como lo merecen ustedes, maestras, maestros, y todos los trabajadores al servicio del Estado”. No dijo que como en Dinamarca, pero a lo mejor lo pensó.
Pudiera discurrirse que, en este convite, el presidente y la dirigencia del sindicato revalidaron un pacto electoral. Cepeda Salas fue primero a la aclamación; expresó que en los últimos cinco años el magisterio ha sido más valorado y más respetado por el Gobierno Federal, porque ha atendido demandas como el incremento salarial por encima de la inflación.
Después ventiló la contrapartida. “Sin embargo, aún hay pendientes, entre los más sentidos se encuentran mayor presupuesto para basificación, mejoras en la infraestructura escolar y cambios en el funcionamiento de la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros”.
La demanda de mejorar los edificios de las escuelas quedará para el registro. En este gobierno son menos que en los anteriores; además, se usan con opacidad exuberante ya que se les entrega fondos directos a los padres de familia. No rinden cuentas.
La basificación de profesores interinos, que según se dijo ayer, son ya más de 800 mil en el sexenio, son juegos de poder compartido. Es brincarse la norma —lo cual no es extraño en este gobierno— ya que son los líderes quienes con la complacencia de las autoridades nombraron a la mayoría de los interinos. Es el retorno de prácticas corporativas que tanto daño causan a la educación mexicana.
Pero la solicitud que puede sellar el pacto para el futuro, es que el presidente permita a los dirigentes sindicales recolonizar el sistema de incentivos, la Usicamm, como antes del gobierno de Peña Nieto gobernaban en la Carrera Magisterial. Ellos y no la autoridad, decidían quién ingresaba y quién ascendía en la escala. Los fieles eran los favorecidos; en los territorios de la CNTE se replicaba el mecanismo.
No fue un 15 mayo rutinario; la oratoria de valores entendidos tiene en la mira las elecciones del Edomex y Coahuila, pero más las de 2024; la madre de todas las elecciones.
Retazos
Discorde. A una maestra no le gustó el pollo.