“Olvidemos nuestro enfado y volvamos al amor/porque si no es a tu lado dónde voy a estar mejor”, así comienza la canción de Marie Laforêt, popular en los años 70. Bien, parece que los militantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, que alguna vez estuvieron enojados con el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, hoy le dan el sí, pero con ciertas condiciones. En el otro lado, sin quedarse atrás, el Comité Ejecutivo Nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación también quiere que se olviden sus mohínas y regresará al carril de subordinación corporativa ante el nuevo jefe; claro, con algún provecho.
Líderes representantes de varias facciones de la CNTE se reunieron en la Cuidad de México el sábado 25 de agosto. Tras horas de discusión, acordaron desplegar un “Manifiesto a la Nación”, en el que exigen al Presidente electo: 1) abrogar la matriz constitucional de la Reforma Educativa y sus leyes secundarias; 2) desaparecer el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación; 3) eliminar al Servicio Profesional Docente; 4) desechar el Nuevo Modelo Educativo; 5) frenar la Reforma en Normales; 6) acabar con la autonomía de gestión; 7) prescindir del Sistema nacional de información y gestión educativa; 8) desmantelar al Fondo de Aportaciones de Nómina Educativa y Gasto Operativo y regresar el control de la nómina a los estados; 9) finiquitar los programas de Escuelas al Centro, Escuelas al CIEN y Escuelas de Tiempo Completo; y, 10) que el próximo gobierno federal repare los daños, resuelva las consecuencias y costos provocados por la aplicación de la ley educativa.
Además, la Coordinadora retomó su retórica revolucionaria: “justicia a las masacres del sexenio y resolver los problemas relacionados con víctimas, presos políticos, cesados, órdenes de aprehensión, suspensión de pagos y retención de cuotas”.
F. Bartolomé, en Reforma (29/08/2018), satirizó las exigencias de la CNTE: “Seguramente, una vez que les cumplan esto, podrán enseñar en las aulas que la tierra es plana, que el hombre nunca llegó a la luna y que el limón corta la grasa”. Pero a fe mía que los dirigentes de la Coordinadora hablan en serio y piensan que pueden alcanzar sus metas. Ya preparan sus enseres para continuar con la lucha prolongada, aunque esta vez se permitieron un galanteo con el presidente electo: “El pueblo ha decidido que Andrés Manuel López Obrador sea el encargado de dirigir la limpieza de toda la estulticia que los gobiernos neoliberales han dejado en nuestro país”.
Sin aspavientos y sin el puño izquierdo levantado, los líderes del otro lado pusieron sus cartas sobre la mesa. El sindicato más grande de América Latina, “democrático y trasparente”, retoma porciones del discurso de AMLO; asegura que cree en el derecho a la educación de calidad con equidad, pero que hay que comenzar por “fortalecer y transformar en verdaderas instituciones de educación superior a las escuelas Normales, así como la creación del Instituto para el Desarrollo Profesional de los Docentes”. Una propuesta interesante que valdría la pena explorar.
No obstante, la pretensión política, aunque con un lenguaje borroso se manifestó: “el SNTE es parte del Estado mexicano y en esta nueva etapa del país, como lo ha hecho históricamente, participará en la construcción de la agenda educativa”. En otras palabras, a cambio de sumisión, queremos recolonizar el gobierno de la educación básica, el cogobierno es consustancial al sistema educativo mexicano.
Exigencias campanudas o demandas discretas, pero las facciones del SNTE quieren regresar al pasado, que se olviden los enfados y que el próximo presidente los deje gobernar en la educación. Pero, contrario a como invoca la canción, hoy sí hay nubes de tormenta.