Justo en el momento en que cierro estas líneas, el Secretario de Educación, Aurelio Nuño, “presenta” a los mexicanos los Planes de Estudio que habrán de mejorar, lo que desde su perspectiva, está mal en la educación que se imparte en mi México querido.
Desde mi punto de vista, éste es uno de los últimos eventos a través del cual dicho Secretario, llamará los reflectores de propios y extraños, para posicionarse ante el electorado con miras al 2018. Argumentos para sustentar mi dicho son muchos y muy variados pero, como siempre digo, vayamos por partes porque de este asunto, varias cosas se desprenden.
En las múltiples visitas que he realizado a varias escuelas de los diferentes niveles educativos que conforman el Sistema Educativo Mexicano (SME), para compartir algunas experiencias que se desprenden del quehacer docente que miles de maestros y maestras realizamos a diario; he podido constatar que la supuesta “reforma educativa” implementada por el gobierno federal, es un sueño guajiro del cual, no quiere despertar quien despacha en la calle de República de Argentina en la Ciudad de México y, mucho menos, quien habita en Los Pinos.
Las tensiones, preocupaciones, angustias, desesperanza, estrés, y varios adjetivos calificativos más, permea en el ánimo de los mentores. Las evaluaciones, las planeaciones, las evidencias, el portafolio, la “subida” de calificaciones, las argumentaciones, en fin; son innumerables las acciones que los maestros tienen que realizar a diario, como parte de esos “requisitos” administrativo/burocráticos que las autoridades de las distintas Secretarías de Educación en las entidades, piden a los profesores que cumplan; esto, con la idea de demostrar que sus alumnos han aprendido a lo largo del ciclo escolar, como si con tales actos, realmente se reflejara lo que en el aula se vive cotidianamente.
¿Dónde queda el proceso de enseñanza y aprendizaje si en los hechos se nos obliga a entregar los informes que ni los asesores técnicos pedagógicos (ATP), supervisores, jefes de sector, coordinadores de academia, entre otras supuestas autoridades, revisan para que a partir de lo que entregamos, nos orienten para mejorar lo que hacemos en el aula? – escuché decir a una maestra en días pasados –. Y tal expresión es pertinente. Y es pertinente porque en los hechos, poco o nada se ha avanzado para lograr que todos los agentes educativos, comprendan que los procesos educativos, van más allá de lo que en un informe se puede entregar o conocer sobre el proceso de enseñanza y de aprendizaje.
De las visitas del ATP, mejor ni hablamos. Reconozco que algunos de ellos, están debidamente capacitados y cumplen al cien por ciento con la tarea encomendada; sin embargo, en su mayoría, adolecen de varios conocimientos técnico-pedagógicos que los lleven a realizar su trabajo con eficacia y eficiencia – por decirlo de alguna forma –. ¿No acaso uno de los propósito de la supuesta reforma era que cada uno de estos actores estuviera capacitado para que desarrollara adecuadamente su trabajo?, ¿cuál es el panorama que se vive actualmente en este sentido?, ¿por qué existe una brecha en cuanto al discurso pomposo del flamante Secretario y lo que sucede en cada región, zona escolar y escuela?
¿Por qué nos cambian los planes y programas cuando apenas comenzamos a comprender los anteriores, dada la escasa orientación que hemos recibido de nuestras autoridades educativas sobre los mismos? – expresaba un maestro hace un par de semanas –. Y tal pregunta es válida. Y es que mire usted, tal parece que la educación pasa a un segundo término cuando nos damos cuenta que por meras “modas sexenales”, quien ocupa la silla en la SEP, pretende dejar su huella.
Tengo claro que la educación, y todo lo concerniente a ella debe evolucionar, dados los cambios y/o transformaciones que vive a diario el mundo entero pero, ¿no podría fijarse un plan educativo que vaya más allá de esas modas sexenales y de las ocurrencias de cuanto político por mera coincidencia se sienta en un puesto administrativo?
Ciertamente este día, Nuño habrá de acompañarse de aquellos que fueron parte de la construcción de dichos planes; algunos de ellos, he tenido la fortuna de conocerlos, con otros, no he coincidido, pero sé que conocen el medio. Su capacidad no está en duda, que no se piense lo contrario. Sin embargo, los planteamientos que habremos de revisar en los próximos días, distarán de lo que en las escuelas de la sierra negra de Puebla se vive cotidianamente, o bien, de lo que en el bello estado de Chiapas se observa comúnmente. Esa, es una realidad que duele, que lastima, que indigna; porque la pobreza, la miseria, la paupérrimas condiciones de vida de sus habitantes, son las que estrujan el corazón y propician que pensemos y repensemos lo que un “supuesto” nuevo modelo educativo trae consigo.
Y es ahí, en esos lugares, como en otros tantos de mi querida y amada República Mexicana, que está un maestro. Un maestro que vive las realidades que sus alumnos y padres de familia enfrentan. Un maestro, que con poco hace mucho para que sus estudiantes aprendan. Un maestro, que da más de lo que la Secretaría de Educación y sus autoridades educativas le ofrece. Un maestro, que ha sido golpeado brutalmente por funcionarios públicos que, en pos de una supuesta “mejora educativa”, se esconden tras de un escritorio y diseñan políticas que atentan y han atentado en contra del servicio público que ofrece y ha ofrecido el docente.
Del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) qué puede decirse. En lo que va de este sexenio, ha sido fiel aliado del presidente en turno y de Aurelio Nuño. Fue doblegado, fue vencido, fue vapuleado; cual “charro” de esos que la historia del sindicalismo mexicano refiere en años pasados.
Sí, la reforma educativa va en picada. Sí, las elecciones que están en la puerta de la esquina habrán de marcar su caída. Sí, la reforma educativa no ha sido, más que el sueño guajiro de quien despecha en la SEP por el momento. Sí, existe un país llamado Nuñolandia, pero a éste… afortunadamente le quedan pocos meses.