Carlos Ornelas
Rematé mi artículo de la semana pasada con el apunte de que al sector educativo le llueve sobre mojado. Referí al anuncio de la Auditoría Superior de la Federación de que no ejecutaría la Auditoría de Desempeño 1514-DS, que corresponde a la Evaluación de la Política Educativa en el Desarrollo Económico de México; la publicó en el Diario Oficial de la Federación (11/02/22).
Lourdes Mendoza y Darío Celis, en El Financiero (18/02/22) y Pedro Flores-Crespo en su columna “Universidad Crítica”, analizaron con detalle los entretelones de cómo David Colmenares Páramo, el lánguido auditor se postró ante la Secretaría de Educación Pública. Mientras que Laurita Toribio (Excélsior, 21/02/22) reporta que sí entregó la evaluación de Aprende en Casa II, programa en el que la SEP tuvo un presupuesto de casi 200 mil millones de pesos.
Darío Celis apunta que el gobierno protege a la secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez Álvarez, pero ella no fue responsable del gasto en 2020. Mas hay bastante credibilidad en su afirmación de que “Luciano Concheiro y Juan Pablo Arroyo, subsecretarios de Educación Superior y Media Superior respectivamente, presionaron”.
Lourdes Mendoza exhibe copia del oficio de cuatro páginas que estos altos funcionarios le enviaron al auditor. Le dan lecciones de lenguaje y metodología; también apuntan errores conceptuales y equívocos. Al final, lo conminan a que cambie su veredicto.
Atención, ciertas de las precisiones que hacen Concheiro y Arroyo indican deficiencias de los auditores. Si sus respuestas son correctas, implica que los evaluadores no son profesionales de la educación, quizás contadores y economistas que desconocen el funcionamiento del sector.
Empero, la respuesta, como apunta Flores-Crespo, fue áspera. Y tuvo consecuencias; el auditor, según Lourdes Mendoza, cedió con una ilegalidad, se inventaron una “recalendarización”. Además, cavilo que, de cualquier manera, las recomendaciones del auditor quedarían en buenos deseos. La SEP no las tomaría en cuenta, la opacidad es la marca de la casa
Un libro que reseñé de Melanie Ehren y Jaqueline Baxter, Trust, Accountability and Capacity in Education System Reform: Global Perspectives in Comparative Education (Nueva York: Routledge, 2020) ofrece casos de reformas educativas que tuvieron consecuencias saludables en la preparación de los estudiantes, la profesionalización de los docentes y el desempeño general del sistema.
Uno de los componentes fundamentales para el logro de resultados favorables, incluso en el aprendizaje de los estudiantes, es la transparencia en el manejo de recursos y en acciones de la burocracia. La rendición de cuentas genera confianza y le permite al funcionariado —y al magisterio— desarrollar capacidades.
La reacción desmesurada de los subsecretarios muestra que no hay disposición para entregar cuentas y exponer que hacen su trabajo. Quizá su respuesta fuera más eficaz si hubieran esperado a que el auditor rindiera el informe y luego debatir sus inconsistencias.
Si la crítica que Concheiro y Arroyo hacen al informe es robusta y tiene asideros, un debate posterior con los auditores y tal vez en el Congreso, sentaría precedentes benéficos; las auditorias descuidadas tampoco generan confianza.
Si el auditor David Colmenares Páramo ya había revelado docilidad ante las embestidas del presidente, ceder ante dos subsecretarios reduce aún más su estatura profesional. Ya trascendió que se rebajó ante la SEP, no hay garantía de que no haya hecho lo mismo con otras dependencias. En especial en la revisión del gasto de los programas favoritos del presidente.
En suma, con Colmenares Páramo, la ASF se encamina hacia la irrelevancia. Es probable que en dos años no exprese lo que gasta la SEP para poner en marcha su nuevo marco curricular.