Guanajuato.- Sabemos muy poco qué pasa con la tecnología en el aula; creemos que nos va a dar equidad; una mejor preparación para la ciudadanía; más capacidades para el mundo laboral, o que la educación va a ofrecer por fin oportunidades para todos, pero estamos lejos de todo ello, dijo Judith Kalman.
La realidad es otra: el gran problema es que estas ideas e inclusive los materiales y programas que hemos visto en uso, parten de supuestos y especulaciones respecto de las tecnologías en el aula, señaló.
“¿Qué es lo que realmente implica para un profesor el uso de esa tecnología? Tenemos la obligación y el deber de ir a la escuela y entender qué es lo que pasa cuando esa tecnología llega al aula, cuáles son los obstáculos, cuál es el sentido que los actores -maestros y alumnos-, dan a su uso, etcétera”.
En la conferencia magistral “Premoniciones de lo posible: la incorporación de las tecnologías digitales en el aula”, del XII Congreso Nacional de Investigación Educativa, Kalman pidió a los participantes ir a las aulas para “entender qué es lo que pasa y que es lo que queremos que se haga”, en materia de uso de tecnologías en la enseñanza.
Kalman, coordinadora del Laboratorio de Educación, Tecnología y Sociedad del Cinvestav, dijo que tener una computadora en el aula es un cambio, pero hay que dimensionar hasta dónde llega: por su presencia pero no necesariamente por su uso o su impacto.
Seguimos haciendo lo de siempre, dijo. “Las mismas relaciones en el aula, las mismas tareas, las mismas preguntas, las mismas consignas, la misma organización de las actividades, el mismo trato (el profe asigna a los alumnos, los alumnos entregan, los profesores califican y los alumnos negocian la calificación)”.
Son, además, los mismos resultados, con la esperanza de que si los hacemos en pantalla vamos a tener consecuencias diferentes. El profesor, en la actualidad, rehúye y castiga el error, cuando el error debería ser una de las fuentes de mejora para la práctica docente, añadió.
Parece ser que es mejor entregar algo que hizo la mamá o algo que se copió en un café internet, que no entregar el trabajo porque el alumno no pudo o no entendió, y esto ocurre porque la escuela no tolera el aburrimiento ni el error, dijo Kalman.
Agregó que no es el profesor el que debe entender todo. “La crítica constructiva debe ser bienvenida. La retroalimentación es central. Un alumno necesita retroalimentación copiosa pero no todo viene del profesor, y un profesor también necesita retroalimentación de sus alumnos”.
Propuso, por último, transformar el trabajo del profesor: “un profesor diseñador, que elabora criterios de evaluación y formas de interacción; que entiende el error como oportunidad, que integra los recursos del grupo, que hace que la instrucción sea contextual. En el mundo de las tecnologías -concluyó-, todo es posible, pero no todo es probable”.