María Teresa Galicia Cordero
¿Qué está pasando y hacia dónde quieren llevarnos? El grito de muchos ciudadanos en el país y en el extranjero es el de justicia, porque ya no podemos ni debemos olvidar lo que ha pasado y está pasando en México. Si nosotros no empujamos a quienes están a cargo de las instituciones para que se aplique la ley en los actos en los que es evidente la nula aplicación de la justicia, nadie más lo hará.
Es cierto, la violencia genera más violencia y especialmente en Guerrero, Oaxaca, Michoacán y en el DF, donde han existido actos de vandalismo en supuesto apoyo a los 43 normalistas, aunque los padres y los estudiantes se han deslindado de estos actos. ¿Quién o quiénes están interesados en que a través de los medios de comunicación se difunda una y otra vez lo que esos encapuchados hacen?
Un ejemplo evidenciado en las redes sociales fue el de la quema de la puerta de Palacio Nacional, los guardias presidenciales que no son pocos, no hicieron nada por evitarlo, inclusive hay fotografías de personas detrás de la barrera de los guardias. ¿Por qué?
Este fin de semana los sucesos de violencia que se desarrollaron en la UNAM y en otras partes del país, hace evidente que esta situación está entrando en una etapa crítica ante la ausencia de una estrategia de aplicación de justicia clara y apegada a las leyes.
El asunto de la casa de la esposa del presidente, la ineficacia de las Comisiones de Derechos Humanos, la aprobación del presupuesto de egresos de la federación tan sólo en educación, la licitación del tren a Querétaro y el pago de una multa de millones de pesos del erario público, el caso de la desaparición de jovencitas en Ecatepec, el de Tlatlaya en el Estado de México, la manera en que los políticos se asumen como virreyes y los servidores públicos que no sirven a los ciudadanos, son parte de una red de complicidad que está relacionada con el caso Ayotzinapa, porque el hilo conductor que los envuelve es el de la injusticia, la corrupción y la impunidad.
Con mayor frecuencia, por todos lados aparecen delicuentes y criminales legitimados en los municipios, los estados y el país en general en complicidad con autoridades de los tres niveles de gobierno .
Sorprende como aún varios de mis colegas defienden a ultranza al Estado y especialmente al presidente y no analizan lo que de manera muy conveniente los políticos, a través de los medios de comunicación difunden para distraer o manipular a la opinión pública. En cambio me sorprende gratamente como la señora de las memelas, el bolero, el jardinero, el velador, la costurera, las señoras del aseo etc. hacen sus análisis y tienen una postura crítica ante estos sucesos que nos afectan a todos.
El asunto de la casa presidencial no declarada es en verdad intolerable, pero no es el único caso. Podemos rastrear a políticos y servidores públicos de hoy, de ayer o de siempre con propiedades que ni trabajando toda la vida podrían adquirir aquí en México o en el extranjero. En Puebla los chalets que en Europa tiene un exgobernador ha sido del dominio público y nunca pasó ni pasará nada.
En este México nuestro seguirán apareciendo comentarios, titulares y columnas en los que se debate si fue un crimen de Estado o no, en su momento fundamenté lo que pienso, pero creo que si estaremos de acuerdo en que no es posible aceptar que personal pagado por el Estado para realizar las funciones de seguridad para los ciudadanos haya entregado, tal y como lo declaró el procurador, a los estudiantes de Ayotzinapa al crimen organizado. Ellos los entregaron, y no fue un asunto en el que el procurador se haya detenido y nadie del actual gobierno haya comentado. Lo que es cierto es que nunca ha existido un plan definido para encontrar a los 43 desaparecidos con vida.
¿Por qué pasa esto en México?
a) La lucha contra el crimen organizado es el pretexto para disponer a discreción de la fuerza pública. Todos nosotros, los que integramos la sociedad civil estamos completamente desprotegidos, porque somos parte del botín junto con todos nuestros recursos naturales. Eso explicaría en parte las estadísticas crecientes en secuestros, extorsiones, amenazas y las desapariciones forzadas.
b) Hemos delegado ciegamente el poder al Estado. Es momento de plantear que el Congreso de la Unión, el gobierno federal , los gobiernos estatales y los municipales están ahí porque se lo merecen, ya que en realidad los ciudadanos les hemos otorgado la toma de decisiones de manera provisional .Nosotros deberíamos tener el poder.
Y este es un asunto que toca a la educación, ya que para el Estado es muy conveniente formar ciudadanos pasivos, resignados y que aprendan a recibir órdenes, porque aquel que sea crítico, aguerrido y “revoltoso” sigue sin ser bien visto en el sistema. Hasta por eso los desaparecen.
Pietro Ameglio, académico de la UNAM, dice que la sociedad se tiene que organizar para asumir el control del poder y no dejárselo a la clase política. Hay que poner freno e insistir en la lucha por el respeto a nuestros derechos humanos y ciudadanos.
Si la simbología actual de este momento es la justicia,unámonos en torno a las demandas legítimas de paz y justicia en México.
¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!