Ángel Santiago Villalobos
Estamos en un mundo plagado de injusticias sociales, resultado de la desigualdad, generada en gran medida por el abandono a los más oprimidos por parte de los gobiernos y autoridades, la clase social olvidada y como menciona Freire, los “desarrapados” del mundo; un amplio sector de la sociedad enfrentando un sinfín de dificultades para sobrevivir día a día en un mundo cada vez más clasista y discriminatorio, excluyéndolos casi al grado de los antiguos “guetos” de la segunda guerra mundial.
No es casualidad que en varios países aun sea utilizada esa palabra para referirse a los barrios o colonias olvidadas y segregadas, aceptando como algo normal su existencia, aun por parte de sus propios habitantes; como menciona Ziccardi (2012) el problema principal es la pobreza urbana que afecta a la mayoría de la población que habita las periferias de las ciudades o barrios centrales, pero degradados.
Nuestras comunidades son absorbidas y transformadas por la modernidad con todas sus implicaciones, modificando nuestras formas y estilos de vida cotidiana, lógicamente los lugares céntricos de las ciudades en desarrollo son las primeras en las que se pueden notar estos cambios, muchas han construido su historia con este problema, aunado a otras carencias ya clásicas por ser colonias y barrios alejados de las comodidades y oportunidades que ofrece esta modernidad; mismas que acrecientan los conflictos sociales llegando a los hogares más humildes.
En la mayoría de los ciudadanos esto es aceptado con resignación, esa resignación que como una droga duerme la conciencia de la gente, recordando un poco el discurso antisistema de Julio Anguita (1999), esto provoca que no se encuentre ni mucho menos se busque solución a los conflictos sociales, pero el primer paso es acercarnos como individuos; reconociéndonos en armonía como un mismo pueblo.
Afortunadamente en algunos de estos lugares es común encontrar una escuela, teniendo así los profesores la oportunidad de percatarnos de estas condiciones de desigualdad social que lamentablemente afectan a la mayoría de nuestros alumnos y que podemos contribuir desde los centros escolares con proyectos y actividades que se enfoquen a dichas problemáticas.
Como nos lo recordó Freire (1988), el profesor no debe quedar callado, reconociendo críticamente el origen de estas situaciones y promoviendo acciones transformadoras de la realidad para buscar cambiar dicha situación; mencionando a Freire, podemos apoyarnos en la pedagogía crítica y la teoría dialógica como fundamento teórico filosófico para la realización de proyectos comunitarios.
La Educación Física y el Deporte Comunitario pueden ser ese puente por el cual transite el dialogo entre los individuos y familias de nuestra comunidad, dentro y fuera de la escuela; y vuelvo a recordar a Freire (1988) que nos menciona la importancia de ese diálogo crítico y liberador que nos lleva a la acción, el mismo que se lleva a cabo con los oprimidos que se encuentran en lucha por su liberación; esto será un paso muy importante para la unión comunitaria, sabiendo que posterior a esto podrá realizarse una mejor organización para hacer frente a diversas problemáticas sociales.
El profesor de educación física puede establecer estrategias para acercarse a la comunidad y comenzar el dialogo, mismo que se transformará en acciones para la organización de nuestras comunidades; nuestra disciplina por ser abordada de manera lúdica es muy útil para lograr estos y muchos otros objetivos, ya que por medio del juego se logra la socialización, que es parte fundamental para la integración de los sujetos.
Esto es posible con una educación física integral, para ello es necesario concentrarnos desde dos puntos de vista; la integración en el ámbito académico-disciplinar y la integración en el ámbito social-cultural, proponiendo proyectos comunitarios ligados al juego y al deporte comunitario, esto en el sentido de no ver el deporte solo como una competencia o una rivalidad, más bien, que sea un punto de encuentro para fraternizar y crear lazos de amistad entre los ciudadanos.
Debemos recuperar el sentido original del juego, ese que existió antes ser concebido como un deporte; con el sentido recreativo y colaborativo, para el desarrollo de destrezas y habilidades, para fomentar la salud y su aspecto festivo del que muchos pueblos originarios continúan vivenciándolo desde tiempos ancestrales. Pero más que nada lo fundamental: el aspecto socializador.
Ya que el deporte ha sido utilizado en muchas ocasiones como un distractor a gran escala para la sociedad, con el cual no podemos ver claramente nuestra realidad, como menciona Borja (2018), desviando la atención de los problemas económicos y sociales de la población; es de esta manera que podremos encontrarnos como pueblo, primeramente partiendo de la unión y armonía desde nuestros barrios y colonias; reencontrándonos como humanos, compartir por medio del juego y del deporte comunitario experiencias y alegrías, logrando la organización para afrontar los problemas que nos aquejan de manera conjunta.
REFERENCIAS
Anguita, J. (1999). Revolution in Spain. Recuperado de http://revolutioninspain.blogspot.com
Borja, R. (Domingo 18 de Febrero de 2018). Politica y Deporte. El Comercio. Recuperado de http://www.elcomercio.com
Freire, P. (1988). Pedagogia del Oprimido. Mèxico: Siglo XXI Editores.
Ziccardi, A. (2012). Espacio Publico y Participaciòn Ciudadana. Gestiòn y Polìtica Pùblica. Volumen Tematico, 187-226.
*Escuela Primaria Amado Nervo
Tonalá, Chiapas.