San Pablo Guelatao tiene hoy un poco más de 500 habitantes. En este pueblito enclavado en la Sierra, un día como hoy, hace 209 años, nació Benito Juárez. En los libros de texto todo niño se sintió atraído por la imagen del pastorcito que tocaba una flauta de carrizo mientras cuidaba a sus ovejas. Así imaginamos al niño que quedó huérfano a corta edad y tuvo que huir en su temprana adolescencia hacia la capital en búsqueda de oportunidades. En Oaxaca, gracias al apoyo de don Antonio Salanueva y con el tesón que lo caracterizó siempre, Juárez tuvo la esmerada educación enciclopedista que primaba en la época, misma que le permitió, independientemente de su cuna, ir conquistando nuevos espacios y escalando puestos hasta llegar a la Presidencia de la República, con logros que hasta hoy podemos calificar de titánicos.
La hazaña suena irrepetible. En ese tiempo no se cuestionaba la igualdad rasa heredada de la Revolución Francesa, los indígenas irían incorporándose —se pensaba— paulatinamente a la cultura dominante. La igualdad en la diferencia es una nueva visión que comenzó a manejarse casi dos siglos después con el rescate y la valoración del multiculturalismo.
¿Cuál es la situación actual de los indígenas en México?
En cuanto al analfabetismo, datos de Conapred arrojan que más del 60% de indígenas entre 60 años y más, no saben leer y escribir. Esta cifra va disminuyendo respecto a rangos de edad. El 37.1% de indígenas entre 45 a 59 años, el 21.5% entre 30 a 44 años y el 9% del grupo de 15 a 29 años, son analfabetas.
La inasistencia a la escuela de niños indígenas sigue siendo muy alta y en el caso de Oaxaca, la situación todavía es más grave con el ya añejo conflicto magisterial y la ausencia de calidad y continuidad en la educación.
Una medición de Coneval indica que el 79.3% de los indígenas se encuentran en pobreza extrema o moderada.
El índice de desarrollo humano de la población no indígena es mucho mayor a la indígena. El aspecto más vulnerable es el ingreso. Los rezagos van desde las limitaciones para acceder a infraestructura educativa, de salud y vivienda hasta a oportunidades de generación de ingreso. La dispersión poblacional sigue siendo un factor relevante. No todos los hogares en las comunidades indígenas tienen energía eléctrica, ni agua entubada, ni drenaje conectado a una red pública; 18.2% de los hogares tienen piso de tierra y el 46% de las viviendas dispone de un solo dormitorio. Los indígenas siguen viviendo, a pesar de los esfuerzos institucionales con los distintos programas sexenales, exclusión, marginación y pobreza.
Los indígenas sufren además la discriminación derivada del origen étnico; de rasgos culturales como la forma de hablar o de vestir, o por el color de la piel. Así lo señala la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México 2010.
En vez de ir mejorando, la sociedad mexicana sigue marcando diferencias y aún faltan cambios estructurales para revertir la situación. La educación, tanto formal como la que se da fuera de las escuelas, es clave.
No cuesta trabajo imaginar las dificultades que alguien como Juárez tuvo que haber sorteado para romper barreras y lograr el reconocimiento público.
Actualmente, la sociedad está dividida en estratos que no permiten o dificultan la movilidad social. La segregación y la exclusión son marca de una sociedad clasista. Sería muy grave pensar que el México de hoy tiene más atavismos y prejuicios que en los tiempos de Juárez.
No sabemos si se podrá repetir algún día la historia del gigante zapoteco, pero hay otras historias que no deben seguir repitiéndose.
Coincidentemente para la ONU, hoy es día internacional de la eliminación de la discriminación racial.
Directora de Derechos Humanos de la SCJN