Frecuentemente cuando se publican estudios, análisis o datos que abordan el problema del desempleo en los jóvenes, suele responsabilizarse a la educación como la principal culpable de esta situación, pero es conveniente plantear la pregunta: ¿Es la educación la única responsable del desempleo en los jóvenes?
En días anteriores se publicó, en la revista de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), un interesante artículo titulado “Transición de la escuela al trabajo. Tres décadas de evidencia para América Latina”, a cargo de la investigadora del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS) de la Universidad Nacional de la Plata en Argentina, Mariana Viollaz.
La investigación da cuenta de la preocupante situación por la que atraviesan los jóvenes en América Latina, cuando transitan de las aulas al mercado laboral, en diez países para los cuales se contaba con información disponible sobre el empleo juvenil: Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, El Salvador, Honduras, México, Panamá, Uruguay y Venezuela.
El análisis nos indica que, en la últimas tres décadas, se incrementó el nivel educativo de los jóvenes en América Latina en comparación con generaciones anteriores, cambio que es más evidente en el nivel secundario y superior, sin embargo, pese a este aumento en los niveles de escolaridad, el número de jóvenes con estudios superiores que cuenta con un empleo disminuyó 3.5 % desde los inicios de la década de 1980 en la región.
En lo que a México corresponde, de acuerdo con los datos presentados en la investigación, el porcentaje de jóvenes desempleados con respecto al total nacional se encuentra en una cifra cercana al 50 %, una de las proporciones más altas si la cotejamoscon el valor máximo que representa Honduras, con 54 %, y el mínimo que registra Venezuela, con 37 %.
El documento sugiere dos posibles explicaciones al problema del desempleo juvenil: la primera, relacionada con un “componente involuntario” en el cual la calificación y experiencia para el empleo juegan un papel determinante en los requisitos solicitados a los jóvenes que aspiran a ocupar un puesto en el mercado laboral; la segunda, ligada a un “componente voluntario” en el cual el nivel educativo de los jóvenes influye en la búsqueda de un empleo acorde a su preparación académica, lo cual puede derivar en periodos prologados de desempleo, en ocasiones, superiores a los 12 meses.
A partir de lo anterior, se puede determinar que el mercado laboral cuenta con su grado de responsabilidad en el desempleo juvenil. Hablando específicamente de México, no se niegan las evidentes deficiencias de nuestro sistema educativo, las cuales siempre han estado ahí, pero recientemente no habían captado la atención de los reflectores más allá de las esferas académicas y de la investigación educativa.
Ya lo señalaba con anterioridad la Dra. Blanca Heredia en un artículo difundido en este espacio (Zapatero a tus zapatos), es complicado saber cuáles serán las “competencias” necesarias para mañana en el mercado laboral, el propósito de la educación trasciende el de formar personas calificadas para puestos de trabajo que hoy requieran cierto perfil de egresados y que mañana, de acuerdo con las dinámicas de la economía, ese perfil académico sea obsoleto, esto involucraría para las instituciones educativas, por lo menos las de educación superior, estar creado y cerrando carreras universitarias. El propósito de la educación es brindarles a los estudiantes capacidades que se extiendan más allá de momentos coyunturales de mercado.
Hay un tercer actor implicado en este problema, el Estado debe encargarse de crear marcos regulatorios eficientes en materia de empleo para los jóvenes. La insipiente Ley de Fomento al Primer Empleo que, entró en vigor hace más de un año, es letra muerta; siendo generosos con los resultados de esta ley, si se crearon nuevos empleos estos fueron de baja calidad; así lo señala la Encuesta Nacional de Empleo y Seguridad Social 2013 (ENESS) donde se muestra que los jóvenes, quienes en su mayoría inician su vida laboral, integran una población importante sin cobertura de seguridad social. Los datos indican que 30.3 % del grupo de edad que va de los 20 a los 29 años carecen de afiliación a la seguridad social, en contraste con el 22.7 % que registra la población en general a nivel nacional.
Es sencillo para los empleadores y gobiernos atribuir buena parte de la responsabilidad del desempleo juvenil al sistema educativo y a cada uno de sus componentes -llámense maestros, programas académicos, instalaciones, etc.-, pero se debe entender que este es un problema que requiere atención de los diferentes actores involucrados y que muchas circunstancias escapan de los alcances del ámbito escolar, mientras estos actores no trabajen conjuntamente, los esfuerzos por menguar la complicada situación por la que atraviesan los jóvenes en la actualidad seguirán sin generar resultados.
*Licenciado en Sociología por la UNAM