El debate educativo no termina porque la transformación educativa es permanente. Siendo ella misma un proceso de transformación –de despliegue permanente y progresivo de las potencialidades, de aprendizaje continuo- no puede ser estática su concepción, ni permanente o definitiva su traducción a prácticas e instituciones, su implementación como bien público.
En todas partes del mundo se debate cuál es la forma adecuada de formar a los docentes, de seleccionarlos para incorporarlos a las escuelas en función y de desplegarlos para que su labor tenga, siendo primerizos en la tarea, el máximo impacto a favor de niñas y niños. En México se viene encima una ardua discusión sobre si se debe quitar de la Constitución la obligación de concursar las plazas para nuevo ingreso a la docencia.
Fue un paso adelante para la educación en México que desde el umbral del año 2000, en diversas entidades se comenzaran a implementar los exámenes de ingreso al servicio. La experiencia de Yucatán o de Jalisco han dado frutos desde hace tiempo, y la estrategia de Sonora para articular todas las diversas opciones de escuelas formadoras de maestros y conectar la demanda en las escuelas con el perfil y el número de egresados, ha cosechado estabilidad y avance sólido.
Ya desde el final del sexenio de Calderón se estableció un concurso para el ingreso a la mayor parte de las vacantes definitivas, y la reforma a la Constitución y las leyes de 2013 lo convirtió en precepto obligatorio, como es vigente hoy desde la fracción III del artículo tercero, que proscribe y quita validez a cualquier otra forma de tener un nombramiento de docente de nuevo ingreso que no sea a través de la evaluación.
En la iniciativa de reforma educativa enviada por el presidente López Obrador a la Cámara de Diputados, se elimina dicha fracción. Muchos de nosotros argumentamos con vehemencia que, aunque haya promesas más o menos vagas de que eso se colocará en una Ley del Servicio Profesional Magisterial, perder el texto explícito es un retroceso para los derechos profesionales de los docentes.
Si hay más aspirantes que vacantes, deberán sortearse los afortunados si lo que cuenta es solamente el requisito de la credencial. Plazas a rifa, oportunidades iguales. Pero entonces es un contrasentido que el mismo AMLO, el secretario Moctezuma y una variedad de líderes sindicales que han reconocido que se abandonó a la educación normal, y que su lamentable estado actual requiere de una vigorosa intervención de apoyo para que cumpla cabalmente su propósito de formación inicial de los profesionales de la educación, y que por el otro, se asuma que todo egresado, en toda generación, modalidad y tira de calificaciones puede hacer un aporte igualmente consistente y adecuado para las niñas y niños que serán sus alumnos.
Del sistema del pasado, ni hablar. La herencia de las plazas es uno de los episodios más turbios de la historia de la educación, pues habla de un país infantil y precario en el cual lo importante era la movilidad social de los maestros, pero no de sus alumnos.
Sería una auténtica desgracia involucionar a que sea el ciclo de relaciones o el poder de compra de los padres de los maestros lo que determine su entrada y su posterior trayectoria. Y digo “padres” con todo propósito, pues los jóvenes maestros no tienen –todavía- ni dinero, ni relaciones. Es la historia que los maestros de cincuenta y sesenta conocen: nos fue bien como familia de maestros con tal dirigencia y mal cuando llegaron sus opositores. Las plazas y las adscripciones, sin criterios educativos, se manejan como las fichas de un juego de Turista, en el que te acercas o te alejas a lo deseado según los billetes que le pongas, o donde eres “desterrado” a escuelas lejanas y zonas aislados o peligrosas por desobediente, por envidia, por venganza, en el cambio de los liderazgos.
Peor aún, en el planeta alterno –como lo llama mi compañero Erik Avilés, de Michoacán- de ciertas secciones sindicales, el puntaje del marchómetro, la “constancia de actividades sindicales”, la “suma a la lucha” como manifestante permanente fue -¿es?, ¿será, Señor García que firma la minuta de la Sección 14?- más relevante que las competencias didácticas probadas.
Muchos criticamos y seguiremos criticando evaluaciones de ingreso que privilegien la respuesta ante opción múltiple y no la demostración en aula. Hay que mejorar los perfiles, parámetros e indicadores de la tarea docente, incluyendo los docentes de primer ingreso. Su inducción generosa y atinada al colectivo y una mentoría exigente y empática es vital para un maestro que comienza.
Dejarlo al azar de una discusión de leyes secundarias, con una bancada de Morena apurada en tiempos, deseosa de mostrarse amiga y continuadora del presidente, muy marcada por la presión y presencia de liderazgos sindicales es algo que puede no ser el inicio que se merece todo nuevo maestro, sino un tropiezo a su vocación y un atropello al derecho de los niños a contar, y no por fortuna, con un maestro calificado, como ya lo definió la Suprema Corte.