Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre.
UNA ÚTIL CONSEJA POPULAR.
El informe del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), del 14 de mayo, provocó opiniones encontradas. Unos se le fueron a la yugular, en especial los afectados por los datos revelados; otros lo elogiaron sin denuedo. También hubo análisis serenos, como los de Carlos Pallán Figueroa y Pedro Flores-Crespo en Campus Milenio (22 de mayo). Pero fueron minoritarios. Pienso que el Imco no es un ángel ni la SEP el demonio.
¡Qué bueno que el Imco realizó ese informe!, y que aun con las dificultades que narra su presidente, Juan E. Pardinas (Reforma, 18 de mayo), haya extraído información a la que no es fácil acceder. Pero como comienza su artículo, “nadie espera que las cosas salgan bien a la primera”, también se le puede aplicar al Imco. Pero de allí a tomarlo como si fuera una ley escrita en piedra es una exageración. Ya el subsecretario Del Val había salido al paro con algunas de los asuntos más escandalosos (aunque no negó la veracidad del resto del informe), y ciertos colegas se rasgaban las vestiduras por las Lupitas.
El SNTE y los gobiernos afectados, como era de esperarse, lo primero que hicieron fue denostar al Imco. Luego vinieron respuestas más razonadas y documentadas, como las del secretario de Educación de Jalisco, que con datos y fotografías mostró que las escuelas fantasmas no eran tales; además, puso en evidencia lo de no hacerlo bien a la primera, pues 22 de las escuelas, según él, sí existen, pero el INEGI no las censó.
La SEP erró en la estrategia de respuesta. No señaló que el Imco pudo hacer su investigación gracias a la información que hace un año no existía y que trata de alinear a los gobernadores, como lo hizo días después. Lilian Hernández (Excélsior, 22 y 24 de mayo) reporta que la SEP hace públicas las demandas a los gobiernos de los estados; hay, por ejemplo, una maestra en Coahuila que tiene cinco plazas o que Juan Díaz de la Torres cobra más de 56 mil pesos al mes. La SEP es cauta, primero pide a los gobiernos estatales que aclaren esos puntos.
Pardinas dice que hace 15 años la información de la SEP hubiera sido de gran valor, pero hoy es deficiente. Tal vez, mas a la Secretaría de Hacienda le tomó más de 15 años construir las bases de datos que Pardinas admira. Pero apoyo su demanda de mayor transparencia y facilidad para acceder a la información.
Es riesgoso trabajar nada más con los datos. Hay asuntos que merecen más estudio; claro, la SEP tendrá puntos que esclarecer cuando se depuren las cifras y, de nuevo, su credibilidad será puesta en duda por los intransigentes, aunque no conozcan al sistema educativo por dentro. De los poco más de 113 mil docentes que el INEGI no encontró en su lugar de trabajo, una buena parte de ellos son comisionados legítimos. Me explico. Son trabajadores de la educación que no están frente a grupo, pero sí laboran en algún programa para el que no hay plazas. Aquí caben varias decenas de miles de asesores técnico pedagógicos. Otros acaso que realicen tareas en los centros de maestros o sean encargados de cierto tipo de actividades, como la maestra que imparte clases a niños enfermos en un hospital de Guadalajara.
El informe del Imco se va con las cifras y no abunda en detalles. Otro ejemplo, un supervisor de zona de secundarias me escribió y señaló (resumo): “Tengo más de diez maestros de base a los cuales les adeudan dos años de su salario por incremento de horas; y las recategorizaciones por concurso en la UPN, tardan hasta tres años en pagarlas”. Pero eso no aparece en las bases de datos, son asuntos que son invisibles para la investigación cuantitativa.
El Imco no es tan imparcial como parece ni hace su trabajo nada más por el ánimo de transparencia y rendición de cuentas. A los autores del informe se les hizo fácil concluir que como la educación pública cuesta mucho, hay que privatizarla. Claro lo hacen bajo el manto de la ideología de libre elección. Quieren que el dinero público se destine a las escuelas particulares mediante los vouchers. Pero en este país la educación privada, con algunas excepciones, es tan mala como la estatal. La glorificación de lo privado, eso sí, es parte de una corriente neoliberal global. Esto quema al Imco, no alumbra.
*Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana
Publicado en Excelsior