Rogelio Javier Alonso Ruiz*
Se dice que un sistema educativo debe estar orientado hacia la promoción de la movilidad social y regido por principios de equidad y justicia. De este modo, el asistir a la escuela debería representar una oportunidad de mejoramiento en cuanto a las oportunidades de desarrollo del individuo. Desafortunadamente, el Sistema Educativo Mexicano actúa a la inversa: en vez de propiciar las condiciones para procurar la movilidad social de quienes atiende, reduce drásticamente las posibilidades de superación de sus estudiantes. Es más, según palabras del Dr. Manuel Gil Antón, la escuela mexicana se especializa en encadenar el origen y el destino de los estudiantes: si los padres de un mexicano no tienen estudios, sus probabilidades de asistir a la preparatorio son del 2%, mientras que si los padres cuentan con estudios de posgrado, la probabilidades aumentan al 93%. Datos tan contundentes como el anterior ponen de manifiesto que la educación mexicana promueve la desigualdad.
En nuestro país, uno de los grupos más desfavorecidos son los indígenas. Desafortunadamente, en México se les asocia, de manera casi automática, con pobreza y discriminación. El Censo de Población y Vivienda 2010, reveló algunas injusticias que sufre la población que habla lengua indígena. En materia laboral, de la población económicamente activa, más del 40% se ocupa en el sector primario, es decir, en el de menor remuneración; 69% recibe menos de dos salarios mínimos por su trabajo (incluso 30% no recibe salario); sólo el 1.8% percibe una jubilación. En cuanto a educación, el 8.9% de los indígenas de 15 a 24 años son analfabetas, por sólo 1.3% de los no indígenas. Por último, en relación a salud, el 42.9% de quienes hablan una lengua indígena no tienen derecho a servicios médicos.
Así pues, es evidente que los indígenas son quienes más necesitan de la educación para superar sus precarias condiciones de vida. Si la equidad fuera un principio rector de nuestro sistema, las escuelas indígenas tendrían que ofrecer un mejor servicio que las escuelas generales. El propio INEE (2014), ha puesto a la luz rasgos de la escuela mexicana que confirman su naturaleza discriminatoria. Por ejemplo, en cada escuela primaria pública indígena hay, en promedio, 3.5 docentes, es decir, a cada uno le corresponde atender dos grados; en cambio, en las primarias públicas generales, el promedio es de 6.7 profesores. No obstante que la cantidad de maestros tiene que ver con la matrícula escolar, lo cierto es que los alumnos indígenas no tienen la posibilidad de contar con un maestro especialmente para el grado que cursan; asimismo, los profesores de estos planteles enfrentan mayores dificultades pedagógicas al tener que atender simultáneamente a dos o más grados. En suma, una injusticia para los alumnos indígenas.
En cuanto al equipamiento de las escuelas, el 15.8% de las primarias indígenas tienen acceso a una computadora para fines educativos, mientras que la media nacional se sitúa en 39.6%; en el acceso a internet, sólo el 8.3% de las escuelas indígenas cuentan con acceso a internet, por 37% de los planteles del país. Las privaciones de las escuelas indígenas llegan a situaciones increíbles: la mitad de las primarias no cuenta con drenajes, uno de cada cuatro preescolares carece de sanitarios y, además, también una cuarta parte tiene un techo en condiciones precarias. Si algún indígena logra la hazaña de llegar a Educación Media Superior, se encontrará con que es casi imposible encontrar a un docente de este nivel que hable su lengua (0.6%). En un sistema educativo que debería estar regido por la equidad, es decir, darle más a los que menos tienen, es inadmisible que los planteles escolares indígenas sean los que encabezan las carencias en infraestructura, afectando así a la calidad del servicio que ofrecen precisamente a quienes más necesitan de éste.
No es casualidad entonces que Oaxaca y Chiapas, las entidades con mayor número de indígenas, sean también las que tienen mayor número de analfabetas en el país. No es fortuito tampoco que el índice de abandono escolar durante el tránsito educativo ideal de las escuelas primarias indígenas (9.9%) sea el doble que el de las escuelas primarias generales. Tampoco es coincidencia que de cada 100 alumnos, haya cinco más en educación indígena que en educación general en edad no ideal. Está claro: los indígenas asisten a una escuela que representa un obstáculo para su superación.
Por el bien de los indígenas y muchos otros mexicanos desfavorecidos, el sistema educativo debe ser reorientado en busca de la equidad. Las escuelas indígenas deben funcionar promoviendo la reducción de las brechas sociales entre los mexicanos y no perpetuándolas. Para eso, son necesarias muchas acciones para convertir a estas escuelas en verdaderos centros de superación: capacitación docente, mejoras en infraestructura y aumento de la planta docente de cada escuela, por mencionar algunas. No debemos olvidar también la importancia del mejoramiento de las condiciones socioeconómicas, pues de ellas depende en gran parte el éxito educativo de un alumno.
Fuentes de información:
INEE. Panorama Educativo de México. Indicadores del Sistema Educativo Nacional. 2014. Educación Básica y Media Superior.México: INEE, 2015.
INEGI. Censo de Población y Vivienda 2010. Disponible en www.censo2010.org.mx
GIL ANTÓN, Manuel. “La Reforma Educativa y la Educación que México necesita” (Conferencia). Sonora, 2016.
* Profesor frente a grupo de Educación Primaria, en la Esc. Prim. Distribuidores Nissan No. 61 T.V. y profesor normalista de la Licenciatura en Educación Primaria del Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima. Twitter: @proferoger85