La reciente publicación de los resultados de la evaluación al desempeño docente ha tenido diversas reacciones en el magisterio. No digamos entre los evaluados, sino entre los que están en lista de espera para someterse a este penoso proceso de “evaluación”.
Los buenos y destacados gritando a los cuatro vientos su resultado por las redes sociales, mostrando su constancia. Los suficientes no pueden hacer lo mismo, su resultado no les permite echar las campanas al viento, no pueden sonreír, no pueden festejar. Sólo pueden quitarse el estrés que dejó este proceso por cuatro años.
Yo estoy en el grupo de los insuficientes y a diferencia de los destacados, buenos y suficientes yo supe desde un principio mi resultado. Mis principios no me permitieron avalar esta farsa llamada “Reforma educativa” y por ello no completé las cuatro etapas del proceso de evaluación, como una forma de protestar ante esta vergonzosa manera de evaluar el desempeño de las maestras y maestros de México.
Hubo otro grupo de maestras y maestros que de manera más radical no presentaron ninguna de las etapas y ahora enfrentan un proceso de cancelación de su nombramiento como docentes frente a grupo. Mi admiración y respeto para ellas y ellos, pues exponiendo el bienestar propio y de sus familias, nos han dado una lección de valentía del tamaño casi de aquel que por una causa que considera justa ofrenda su vida.
Finalmente, los que no fueron evaluados en esta etapa están a la expectativa de afrontar este proceso y a la espera de conocer el siguiente grupo. Algunos tal vez pensando que será tan fácil como en esta primera etapa en la que la gran mayoría la libró. Este es el verdadero propósito de la reforma educativa, aparte de privatizar la educación, clasificar y con ello dividir al magisterio. Un magisterio que había encontrado después de muchos años de no hacerlo, un motivo de unidad nacional: el rechazo total a una mal llamada reforma educativa. El rechazo generalizado hacia la forma tendenciosa de “evaluar” el desempeño docente se había mostrado aún desde antes de aprobarse como ley. Únicamente esta reforma estaba respaldada por la cúpula empresarial cuya representación la hizo suya la organización Mexicanos Primero, los medios de comunicación, principalmente el duopolio televisivo Televisa-Tv Azteca, el espurio Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y las principales fuerzas políticas a través del Pacto por México. Las maestras y maestros habían encontrado en el rechazo a esta reforma la unidad que el SNTE no ha logrado en lo que tiene de existencia. Por ello es muy importante continuar mostrando este rechazo que había en el magisterio nacional.
Debemos seguir el ejemplo de la maestra Estela Navarrete de Delicias, Chihuahua, quien en un acto de valentía y dignidad reclama a Aurelio Nuño, Secretario de Educación Pública, que en México no hay maestros de primera, segunda o tercera. “En México hay maestros” le dice con mucha razón la profesora. Este es el mejor ejemplo de la actitud que debemos seguir mostrando todas las maestras y maestros del país: destacados, buenos, suficientes, insuficientes y cesados. Todos seguimos siendo maestros y no debemos permitir que se siga denigrando esta hermosa profesión. La maestra, a pesar de haber demostrado su capacidad intelectual ante la autoridad educativa, sigue rechazando esta manera de “evaluar”, porque sabe que no es la forma correcta de hacerlo.
La evaluación del desempeño se hace precisamente así, evaluando el desempeño, no únicamente los conocimientos. El rechazo a esta reforma debe seguir uniendo a las maestras y maestros de México, debemos seguir con las acciones de resistencia. Cada uno con su nivel de compromiso y su ideología debemos seguir luchando por una verdadera reforma educativa que dignifique la labor del magisterio. Una reforma que brinde a las escuelas los elementos indispensables para que las maestras y maestros desarrollen al máximo las capacidades de nuestros estudiantes: entiéndase equipamiento a las escuelas como aulas de medios, de ciencias, materiales educativos, desayunos escolares, etc. Una reforma educativa que capacite a las y los docentes de una forma integral y formativa, que fomente el trabajo colaborativo y no sea una forma punitiva de evaluar su desempeño. Una verdadera reforma educativa estará diseñada a mejorar el plan y programas de estudio, mejorar la infraestructura de las escuelas, sobre todo las más necesitadas. Fortalecer el normalismo, sobre todo las Normales Rurales, cuya historia está ligada a la educación de los más desprotegidos de este país.
En fin, los que nos dedicamos a la educación sabemos que en este fenómeno intervienen una diversidad de factores que es imposible pensar siquiera que un solo aspecto es determinante para mejorarla. Por todo lo anterior, el llamado es seguir en la lucha por la educación pública y gratuita. No caigamos en el individualismo al que le apuesta el poder económico que implementa estas reformas a través del gobierno. No dejemos solos a los maestros cesados, quienes representan el valor y la dignidad que debemos tener todos para defender un derecho que nos fue heredado por nuestros antepasados y que es nuestra obligación preservarlo para las futuras generaciones. Sigamos pues la lucha contra esta farsa llamada “Reforma Educativa”, que, aunque quieran dividirnos seguiremos siendo, como dice la profesora Navarrete, “MAESTROS”.
Profesor de Chihuahua, maestro frente a grupo con 19 años de antigüedad con resultado orgullosamente insuficiente.