Es de un fanfarrón insufrible que –para algo de verdad relevante– alguien se declare plenamente preparado. La vida es siempre más impredecible, más rica y más compleja que nuestras teorías y nuestros planes, y siempre habrá más imprevistos que lo que hubiésemos deseado anticipar. Por ello, suena sensato que cuando a una persona le preguntan: “¿listo?”, su respuesta sea: “no, pero sí dispuesto”.
Ineludible, entonces, no dárselas de sabihondo/a y sobradito/a y asumir con perseverancia que habrá faltantes y asuntos a solucionar ya en medio de la operación. ¿Cómo vamos a arrancar el ciclo escolar de educación básica 2019-2020? En muchos sentidos, impreparados.
No es tan halagüeño comenzar sin todos los libros de texto gratuitos en manos de niñas y niños, pero no es un descalabro mayúsculo. Las y los docentes son los mediadores con el conocimiento, no los libros; el libro es un aditamento del profesor, y no al revés. No tienen, ni el profe ni el grupo, que “cubrir el libro”, sino alcanzar los objetivos del programa. No puede ser el andén más importante que el tren, ni la escalera imprescindible por encima de la habitación a la cual conduce. ¿Imprevisión, traspiés, desajuste entre secretarías? Sí, pero ahí vamos con ello.
Muchísimo más relevante y preocupante es que llegamos al arranque del ciclo escolar –el cual es ya plena responsabilidad del nuevo gobierno federal– con gran confusión sobre los planes de estudio vigentes, especialmente en secundaria. ¿Tres planes de estudio a la vez? Muy mala idea. Molestia de los maestros. Confusión en los directores. Las familias ni enteradas.
Impreparados en la formación continua de los docentes. Con la mitad del presupuesto para formación continua con respecto del peor año de Peña Nieto, los cursos y plataformas son pocos, pobres y dispersos. Gran ausencia de la Federación, lamentable la falta de iniciativa de la autoridad estatal. Pero eso sí, muchas loas a los maestros, que quienes las escuchan son los líderes sindicales.
Impreparados para darles certeza a las y los educadores. Sin ley de Carrera de Maestras y Maestros, porque no se pensó en un proceso orgánico que tuviera continuidad con la reforma al Artículo Tercero. Sin un sistema público y transparente, abierto al escrutinio inmediato de cada maestro, de cada madre, de cada ciudadano, con respecto de las plazas vacantes. Impreparados para saber cómo se calificó el método por el que se asignaron en el proceso intermedio, con unos lineamientos atrabancados que no son ley, y que generan mucha confusión. Que cada secretaría estatal interpreta como puede y quiere.
Impreparados para entender cómo fue eso de las reinstalaciones. ¿Están todos los que son y son todos los que están? ¿Y cómo saber que no metieron de más las representaciones sindicales, aprovechando este “portazo” en el concierto? ¿Por qué andaba el administrativo de la SEP convenciendo a los estados que sean estos quienes paguen los salarios caídos, diciendo que “el otro estado ya aceptó”, lo que era falso? ¿Cómo está eso que el Ejecutivo federal, el cual no es el empleador, pueda interferir con un tribunal de conciliación supuestamente independiente, y luego aventarle las consecuencias a un estado libre y soberano de nuestra república federal? Aparte, ¿de dónde salieron las plazas? Cuando fueron legalmente separados, la plaza correspondiente se convirtió en vacante definitiva. ¿La escondió el estado? ¿Se la agenció a la mala la Federación? ¿Dejaron a los niños sin profe? Claro que no; si era un nombramiento del que cesaron los efectos, la plaza se liberó y entró en la convocatoria o de cadena de cambios o de convocatoria a concurso y alguien ya la ocupa. ¿Los reinstalados estarán con sueldo pero sin asignación? ¿Vacaciones pagadas?
Impreparados, con una guía llena de contenidos no oficiales y, además, facciosa, dado que favorece la propuesta del partido mayoritario para el Taller de la Nueva Escuela Mexicana (dele y repita la historia: póngale usted un nombre “distintivo”, que ya se encargará la siguiente administración de cambiarlo, y decir con sorna “la mal llamada…”). No hubo disculpa del tipo: “Ay, perdón; se nos barrió como consulta lo que en realidad ya dábamos, en nuestra desdeñosa planificación, como aprobado a estas alturas por la mayoría simple en el Congreso”. Impreparados para aclarar el descontón y cochambre en el indigno trato entre poderes (no vaya uno a pensar que los legisladores sólo están para agradar al Presidente y ajustarse a sus impublicados acuerdos con cúpulas sindicales); no hubo ni esa disculpa, sólo tropezón ardido de funcionarios improvisados.
Impreparados para aclarar las plazas. ¿Otro censo? ¿Nacional o estatal? ¿Para qué el INEGI si a las escuelas van a ir los “Siervos de la Nación”? ¿O jóvenes becarios? ¿O autollenado de una cédula? ¿O todas las anteriores? ¿Por qué un día dice el secretario que nunca cesó la venta de plazas, y al otro el Presidente dice que no se vendían, que nada más en el IMSS, y que es un infundio?
Lo mejor de todo es que, quienes más cuentan –las y los maestros, las familias, y sobre todo las niñas y los niños, ya están dispuestos. No estarán del todo listos, pero no se detienen. Ya va a tocar la campana de entrada. Que quepa sensibilidad y abunde la honestidad para los demás actores en educación –legisladores, sociedad civil, autoridades–, que se contagien un poco del aplomo y dignidad de quien va a la escuela.