Dra. Gloria Esther Trigos Reynoso*
Pensar en un programa becario me obliga inmediatamente a cuestionarme ¿qué sucede en la vida académica de los beneficiarios, después de recibir una beca para un propósito en particular? Nunca he podido entenderlo de otra forma. Máxime cuando desfilan ante mí, casos apremiantes que requieren de un apoyo sin conseguirlo y, casos que cuentan con doble beca y en ocasiones… no necesariamente cumplen con el perfil requerido.
De aquí se deriva mi interés de ir un poco más allá del momento de la asignación de un recurso. En esa línea, he seguido con atención la trayectoria de tres generaciones de becarios del Programa Nacional de Becas para la Educación Superior (PRONABES) hoy denominado Becas de Manutención; tres generaciones de becarios PRONABES que también forman parte del Padrón de Oportunidades; y, 25 generaciones de becarios del Programa Verano de la Investigación Científica que promueve la Academia Mexicana de Ciencias. Los tres, programas federales que han apoyado la formación de alumnos de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
Me guía en este esfuerzo un triple objetivo: por un lado, conocer más de cerca a los beneficiarios, en la medida de lo posible; saber si los recursos que se destinan a la formación de recursos humanos han tenido algún o algunos impactos; y, detectar las áreas de oportunidad en las que la institución puede incidir para potenciar la eficacia de estas iniciativas de gobierno. Esto último es quizá, a lo que le he concedido mayor valor, aunque todo es igualmente importante.
No obstante, considero que los tres objetivos están vigorosamente entretejidos ya que el primero conlleva a centrar nuestra atención en el conocimiento del becario como individuo con todo lo que ello implica, superando el concebirlo sólo como una beca más; por otro lado, conocer los beneficios que trajo a los becarios el hecho de contar con un apoyo, nos provoca una sensación de certidumbre, superando con ello el nivel de percepción en el que generalmente nos movemos; y, por último, al conocer los éxitos y fracasos (por denominarlo de alguna manera) de los ex becarios y de manera especial, sus causas, contaremos con una explicación muy valiosa que se debe tener en cuenta para atender casos similares. Es decir, se contaría con elementos reales para diseñar programas de intervención específicos para los diferentes tipos de situaciones que se detecten. El insumo para estos programas de intervención sería la propia realidad, no supuestos sobre la misma.
En otros artículos he compartido algunos hallazgos y reflexiones derivadas de los estudios realizados al programa PRONABES, ahora quiero referirme a un dato que ha captado mi atención sobre el Programa Verano de la Investigación Científica.
El Verano de la Investigación Científica, data del año 1991. En ese año esta Universidad sólo tuvo una participante quien ahora es una prestigiada Otorrinolaringóloga que profesionalmente se desempeña en la H. Matamoros, Tamaulipas, municipio de donde es originaria. A 25 años de distancia, es decir, haciendo un corte al año 2015, esta Institución contaba con 646 participantes. Todos ellos, han transitado con éxito sus respectivas carreras.
Siendo el objetivo de este programa fortalecer los estudios de posgrado y la investigación, consideré necesario conocer el perfil de los participantes de nuestra universidad. También, saber si habían realizado alguna especialidad, maestría o doctorado y si formaban parte del Sistema Nacional de Investigadores (S.N.I).
En este contexto, al enfocarme en una de las transiciones, específicamente en la parte que corresponde a la obtención de título y cédula profesional de cada uno de los egresados, encontré vacíos de información tanto a nivel institucional como a nivel federal; por ello, el dato sobre el que me parece necesario reflexionar y realizar algunas acciones, tiene que ver con los procesos de titulación a nivel institucional que vendría a robustecer el Registro Nacional de Profesionistas (RNP) de la Dirección General de Profesiones de la Secretaría de Educación Pública y con algún impacto en el S.N.I., en el Sistema de Gestión de Calidad y de Transparencia, entre otros campos.
Como producto de este estudio se dan a conocer algunos datos, aclarando que de los 646 becarios, 88 participaron en dos ocasiones en el programa, por lo que el número real de personas consideradas es de 558. Este número será la base para apreciar los siguientes resultados.
Entonces, de los 558 becarios:
- 547 concluyeron sus estudios de licenciatura.
- 11 están en proceso de concluirla; se encuentran realizando su servicio social o cursando las últimas asignaturas.
- 440 cuentan con cédula de licenciatura.
- 96 con cédula profesional de nivel técnico.
- 26 con cédula de especialidad.
- 84 con cédula de maestría.
- Ocho con cédula de doctorado, de las cuales tres no están registrados en el RNP.
- Ocho son miembros del S.N.I.
- Uno de los S.N.I. también fue becario PRONABES (programa orientado a personas en situación económica desfavorable); es decir, es ex becario de por lo menos dos programas.
- Cinco son investigadores del área de Ingeniería y 3 del área de Sociales y Administrativas.
- Cinco son de Tampico, uno de El Mante, uno de Reynosa y uno más, de Matamoros.
- Siete de ellos son egresados de lo que conocemos como Plan Tradicional (tuvo 50 años de vigencia en la UAT), uno del Plan o Modelo Misión XXI y, ninguno del Modelo Millenium III. En este sentido, considero que hay más de una hipótesis qué comprobar a nivel de Diseño Curricular.
- Tres de los ocho ex becarios S.N.I. laboran en la propia Universidad y el resto, en otras Instituciones Educativas del País.
- De los 547 que concluyeron sus estudios:
- 94 no cuentan con cédula profesional de ningún nivel educativo (técnico, licenciatura, especialidad, maestría o doctorado) lo que representa un 16.81% sin titulación.
- 30 cumplieron con alguna opción de titulación; no obstante, no realizaron el trámite para obtener su título y cédula profesional.
De cada uno de estos quince datos mostrados, se podrían comentar aspectos muy puntuales, sin embargo en virtud de que la trayectoria escolar de esta población es, a todas luces, exitosa, se ha considerado necesario insistir en la necesidad de brindar algunas facilidades y apoyos a estos egresados para la obtención de su título. Principalmente, para impulsar el logro de los objetivos del programa en cuestión ya que si no logran la cédula de licenciatura que es la base para aspirar a un posgrado, se torna más lejana la posibilidad de que lo cursen y que un día lleguen a formar parte del Sistema Nacional de Investigadores.
Por otra parte, el hecho de conservar el contacto con un buen número de estos ex becarios ya que los traté en diferentes etapas del trámite de la beca (desde la Convocatoria y una vez que obtuvieron dictamen favorable por parte de la Academia Mexicana de Ciencias) me ha permitido identificar que sus estudios de posgrado no están registrados en el RNP por el hecho de que los realizaron en el extranjero. Por ejemplo, no aparecen en el RNP los estudios de Maestría y Doctorado realizados en España, por dos ex becarios. Así como éstos, existen diversos casos a nivel Maestría, que están en la misma situación. También existe el caso opuesto, investigadores que realizaron sus estudios de posgrado en una institución nacional, tampoco aparece su registro en el RNP.
Como variante de esto, en la Universidad contamos por lo menos con el caso de una Investigadora de la Facultad de Ingeniería y Ciencias, quien realizó sus estudios de Doctorado en España, su título de Doctor fue registrado en el departamento mencionado y aparece en el RNP.
Los casos comentados sugieren la necesidad de trabajar sobre esta área de oportunidad de una manera muy directa y eficaz, exhortando a las personas que hayan realizado algún tipo de posgrado en el extranjero a que registren los documentos que los acrediten, en alguna instancia institucional para su posterior registro en el Departamento de Estudios en el Extranjero dependiente de la Dirección General de Profesiones y que, de esta manera, pasen a formar parte del Registro Nacional de Profesionistas. Esta acción permitiría, además de identificar más claramente la formación académica adquirida por nuestros egresados, contar con esta información para efectos de analítica académica, auditorías, certificaciones, etc.
Ante el panorama dibujado líneas arriba, no queda más que reconocer e insistir en que al alumno se le debe atender de manera sistémica, desde su ingreso hasta su inserción laboral y su ejercicio profesional. O… ¿de qué otra forma podríamos ayudar a mejorar los resultados de estos programas becarios?
Dirección de Sistemas Administrativos
Universidad Autónoma de Tamaulipas
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