Con sólo cinco días de diferencia, presenciamos dos eventos diferentes pero que apuntan hacía un elemento común: la exaltación de una identidad única y cerrada.
El sábado 5 de marzo, el estadio de la Corregidora de Querétaro fue escenario de un acto atroz. En el partido de Gallos Blancos del Querétaro contra el Atlas de Guadalajara, un grupo mayoritario o comunidad llamada “barra” golpeó salvaje y brutalmente a seguidores del equipo visitante. La violencia llegó a tal extremo que incluso queretanos seguidores del equipo “de afuera” se despojaban de sus playeras para tratar de borrar su identidad futbolística y así evitar ser agredidos en su tierra. Todo ello, ante la ineficiencia policial y de seguridad pública a cargo de los gobiernos estatal y local de Mauricio Kuri y Luis Nava, respectivamente.
Tan mal lo hicieron, que no hubo ningún detenido en ese momento. Era esperable que la especulación escalara. Varias preguntas siguen sin responderse (¿El crimen organizado ya infiltró el futbol mexicano? ¿Estaba planeada la golpiza? A cambio de jugosas ganancias, ¿se optó por relajar la seguridad en el estadio?). Lo que no dejó lugar a dudas fue la furia para aniquilar al otro, al que uno –arbitrariamente– clasifica para hacerlo ver diferente. “¡Mátenlos a todos!”, se escucha en un video que circula en redes sociales.
El otro hecho relacionado con la exaltación de la identidad provino del Gobierno Federal ante la resolución del parlamento europeo sobre la situación de los periodistas y defensores de derechos humanos en México (https://bit.ly/3I74tdq). Visto que la “violencia generalizada en México sigue intensificándose”, que somos el “lugar más peligroso y mortífero” para los periodistas fuera de una zona de guerra, y que el presidente intimida a “periodistas independientes”, AMLO respondió insultando a los legisladores extranjeros. Los llamó “borregos”. Luego mintió al decir que no habíamos enviado armas a ningún país, los mansplaneó (“infórmense y lean bien”) y para rematar, los acusó de colonialistas. “¡La patria es primero! Ni un paso atrás en la defensa de nuestra soberanía”, tuiteó Morena para respaldar a la “encarnación de la patria”.
Craso error asumirse como un gobierno impoluto anteponiendo un “ardor patriótico” y la imagen “nacional” construida con el “ejército de axolotes anclados en una identidad hostil a la metamorfosis”, en palabras de Roger Bartra. Para evadir su responsabilidad, el titular del Poder Ejecutivo, machacó su popularidad y ego olvidando principios universales que nos unen con Europa y con el mundo. ¿No son la libertad de expresión y los derechos humanos algo que todas y todos defendemos, independiente de donde nacemos?
Ante la violencia que produce la exaltación de la identidad única y cerrada, espero que los nuevos planes de estudio y los libros de texto gratuitos no la promuevan bajo la finta del “diálogo de saberes”. La educación de México, por mandato constitucional, debe luchar contra los “fanatismos y los prejuicios”, no obstante, a la par, este gobierno busca “la “recuperación de valores tradicionales mexicanos […] y de nuestra grandeza nacional”. Para salir de la contradicción, los políticos de la SEP bien podrían leer a Claudio Magris, quien piensa que la “única identidad auténtica” no es “monolítica”, sino aquella que es “capaz de enriquecerse merced a una nueva pertenencia”. Es decir una identidad móvil, abierta y plural para formar ciudadanos del mundo, no súbditos ni siervos de un gobierno.