Desde hace ya tiempo, existen diversas miradas para poder interpretar eso a lo que llamamos identidad y que permita repensar el tema desde una perspectiva que reconozca la pluralidad cultural existente, tanto en México como en América Latina, para construir interpretaciones que den cuenta de la complejidad, heterogeneidad y dinámica de las identidades.
Ya desde 2010, Vergara y sus colegas pensaban que predominaba un sentimiento generalizado de incertidumbre en nuestras experiencias identitarias, sobre todo considerando las fuertes influencias de la globalización económica, mediática y cultural desde los países del Norte. Reflexionando en eso es cierto que lo nacional está acompañado de una pérdida del sentido de pertenencia a una comunidad, potenciada por el deterioro de los espacios públicos, el predominio del individualismo en la vida institucional y pública, el incremento de ciertas formas de violencia y una tendencia a la formación de micro movimientos que conforman pequeñas colectividades regidas por principios simples y rígidos.
Estos procesos de modernización surgidos de dinámicas exógenas, ha venido resignificando la temática de la identidad, no para utilizarla como un argumento contra el cambio social, sino para repensar sobre las transformaciones que han tomado en cuenta para la noción de “cultura”, que como dice Clifford Geertz (2002), es definido de múltiples maneras, empleado de muchas otras e indefectiblemente impreciso.
Los estudios sobre la identidad nacional se han realizado desde diferentes campos, antropológico, histórico, sociológico buscando, por ejemplo, explorar la representación social de lo que significa México o ser mexicano. Cada uno de nosotros seguramente tendrá diferencias significativas de acuerdo a sus experiencias, pero también encontraremos formas de expresar y de sentir que son similares, porque de una u otra forma están atravesadas por cuestiones culturales.
Por eso es importante considerar que, en el mundo global, la idea de una cultura mexicana homogénea no es viable, por las múltiples condiciones sociales ante las cuales viven los diferentes grupos delimitados política y geográficamente en una nación. Estuve presente en el “Tianguis Nacional de Pueblos y Barrios Mágicos” organizado por la Secretaría de Turismo, fui invitada por Marina Ortiz y Jesús Irvin Martínez Juárez, representantes del Barrio Mágico nombrado recientemente como “San Francisco. El Origen”, en el cual están agrupados los barrios de la Luz, Analco y El Alto de la ciudad de Puebla.
En Veracruz, se reunieron la mayoría de los Pueblos y Barrios Mágicos de nuestro país. Además de apreciar la belleza de las diversas manifestaciones culturales que se viven cotidianamente en ellos, tuve la fortuna de convivir con Mayeli Niño González (artesana) y Brenda Grisel Luna González (diseñadora). Maye, liderando un proceso incansable, fecundo y creativo impulsa a los habitantes y artesanos de la región de Tepexi de Rodríguez a través de “Manos de la Mixteca”. Ellas expusieron en este tianguis, las hermosas e increíbles artesanías de su región.
Su propuesta muestra que el medio rural ofrece una alternativa económica basada en el binomio naturaleza y cultura. Los recursos naturales son un atractivo turístico que junto con las peculiaridades culturales diferencian unas zonas de otras, otorgándoles una identidad propia. En Tepexi de Rodríguez, se conjugan estas características naturales y culturales en la elaboración de artesanía de palma en sus cestos, abanicos, sombreros, manteles, aretes, folders etc. demostrando que la artesanía forma parte del patrimonio cultural y que puede convertirse en una alternativa de fuente de empleo en las comunidades rurales, además de promover la identidad colectiva de un pueblo y la conservación de sus recursos naturales.
Es complicado que en este espacio pueda describir todo lo hermoso y mágico que puede observar y tener en mis manos, unas verdaderas obras de arte desde muy miniaturas hasta figuras que rebasaban mi estatura, los participantes siempre ataviados con los trajes característicos de su pueblo o barrio y con las manifestaciones artísticas y culturales propias de su región. Siempre me han gustado todo lo que realizan, pero esto fue una fiesta de colores, formas, sabores, sentimientos en donde cada uno mostró lo que consideran propio y que destacaba su identidad.
Sin embargo, también me he preguntado en todas estas manifestaciones culturales y artísticas: ¿cuántas veces sabemos el nombre del artesano que las elabora, de que comunidad y región es?, ¿cuál es el material que empleó, hemos intentado conocer su contexto y sus vivencias?, ¿nos informamos sobre el proceso de elaboración, la técnica empleada y el tiempo utilizado, el significado de la iconografía que tiene etc.? Sin duda, lo más importante es que detrás de cada una de sus obras hay una historia que contar y en muchas de ellas hay expresiones de resistencia para no perder lo que representan y el valor que les otorgan en sus comunidades.
Eso para mí, es identidad. Es decir, no solo la pertenencia a un grupo o a un espacio geográfico, sino además aquello que transmitido de generación en generación se manifiesta en el respeto a sus recursos naturales, a la diversidad de sus productos culturales, a la riqueza presente en sus diferentes estilos de vida, a sus costumbres, creencias y valores de todos y cada uno de los pueblos. Les admiro profundamente y deseo que no solo valoremos lo que consideramos nuestro en estas fechas de septiembre, sino siempre.
Referencias
Geertz, C. (2002). Reflexiones antropológicas sobre temas filosóficos. Paidós, Barcelona, p. 32
Vergara, Jorge Iván, Vergara Estévez, Jorge, y Gundermann, Hans. (2010). Elementos para una teoría crítica de las identidades culturales en América Latina. Utopìa y Praxis Latinoamericana, 15(51), 57-79