Alejandro Moreno Lozano
La crisis se entiende en contraposición a la normalidad que prevalecía en la vida interna del internado de la Normal Rural Luis Villarreal del Mexe, Hidalgo. Esta normalidad transcurría con mediana regularidad, estructurada por la distribución del tiempo en cada parte del día. En este contexto, es importante destacar los honores a la bandera que se llevaban a cabo todos los lunes. Esta actividad representaba un ritual cívico históricamente instituido en las normales, con la intención de preparar, mediante la habituación, a los futuros profesores. Estos docentes, a su vez, se encargarían de reproducir las mismas pautas de acción en la población campesina, inculcándoles prácticas cívicas como los honores a la bandera, la reverencia a los héroes nacionales y los festejos patrios. , que por medio de la repetición alcanzó a sedimentarse en las conciencias de quienes participaban como una actividad social sujeta a reiteraciones constantes crea “pautas que luego puede reproducirse con economía de esfuerzos.” .
La dinámica esperada para los honores a la bandera, además de tener un componente cultural, a veces se transformaba en un escenario de ajusticiamiento, donde se ventilaban ante toda la comunidad estudiantil y el profesorado los desencuentros entre ellos. En ese espacio, podía manifestarse públicamente el rompimiento del pacto no explícito entre profesor y estudiante, donde se esperaba que este último mostrara respeto al docente por su experiencia en un área de conocimiento.
Sin embargo, la realidad superaba con creces lo idealmente esperado.
Los honores a la bandera ofrecían la puesta en escena ideal, ya que reunían por un sentido cívico a trabajadores manuales, de oficina, profesores y estudiantes. En ese contexto, se hacía del conocimiento público la decisión aprobada por el Comité Ejecutivo Estudiantil sobre el desconocimiento o expulsión de algún desafortunado. El desempeño académico no figuraba entre las razones por las que podía desconocerse a un académico, sino más bien la influencia política que este ejercía sobre el alumnado y, en algunos casos, por atreverse a reprobar sin causa justificada a alguno de ellos.
Sobre el temor constante al que se adhería el personal, se relata lo siguiente, perteneciente a un profesor de la licenciatura en educación especial. Este sentir es compartido tanto por los profesores de nuevo ingreso como por los más veteranos:
Me acuerdo que regresábamos a honores, para escuchar las novedades que se habían rumorado durante la mañana… digo, las veces que había ¿no?, muchas veces supongo que no hubo pero de las tres o cuatro que me tocaron ver para mi fueron muy impactantes mucho, mucho muy impactantes porque eh, yo no sabía de la existencia del Mexe, cuando a mí me dijeron pues esta, esta posibilidad para ir a trabajar yo dije ah, no si vamos no, pum, y nos fuimos, pero yo no sabía a dónde iba, yo de verdad que si hubiera sabido no se ahora al paso de los años me pregunto si hubiera ido, la verdad .
El temor al desconocimiento marcaba la cúspide del castigo, el cual podía llegar con o sin aviso previo. El juez era sin duda, el Comité Ejecutivo Estudiantil, representado usualmente por uno de sus voceros. El análisis de las conductas se llevaba a cabo en los locales del Comité, ubicados en la segunda planta del edificio principal, durante días o incluso semanas. La decisión pública impactaba con distintos grados en la planta de profesores.
Entonces yo llegaba y escuchaba de pronto estas cosas y las consignas y, y eso me estresaba un poco porque yo no venía digamos de un ambiente eh, a lo mejor contestatario o, o, o una idea con ideas socialistas de la educación no, no tenía nada que ver con lo que había sido mi formación, nada, nada, nada que ver, para mí fue un impacto duro no, cuando esa, me acuerdo que aquella primera ocasión en la que escuché que se iban ir a la hoguera los traidores, no sé qué, hay, y con las historias de terror que ya me habían contado, yo solamente decía a ver qué día me toca a mi acabar en el canal ¿no?, gracias a dios ya lo taparon pero pues con mala suerte hasta lo vuelven a abrir,,, lo vuelven a abrir y me echan. .
Frente a las imágenes que puede evocar la escritura sobre el estrés, este se entiende como una respuesta emocional a un entorno hostil, que surge cuando un individuo se siente amenazado. A diferencia del miedo, que es un temor justificado hacia un objeto específico, el estrés implica una sensación de desconocimiento del entorno. Esto ocurre en un espacio particular donde se esperaría que la educación moral se desarrollara dentro de límites estrictamente permisibles. “La educación como una empresa moral que comienza y termina con las decisiones valorativas.” .
La moralidad, en algunos casos, puede convertirse en un monstruo. El orgullo del actuar político, que pretende demostrar el poder de hacer cumplir sus designios, es un sentimiento que afecta a quienes tienen el poder de decisión. Este fenómeno ha caracterizado a la sociedad moderna, fascinada por el poder que somete los sentidos de aquellos que sucumben a su influencia. En este contexto, la simpatía queda anulada, al igual que la compasión, que busca aliviar el sufrimiento de los demás.
El desconocimiento o la expulsión no sigue reglas estrictas para llevarse a cabo; basta con el acuerdo del Comité Ejecutivo Estudiantil. En este proceso, prevalece la ley del más fuerte: “los seres inferiores deben ser castigados, incluso eliminados”.
Este hecho también explica por qué, en algunos casos, se sigue repitiendo la segregación, la exclusión y la expulsión mediante prácticas más discretas y sutiles hacia los profesores desfavorecidos por la percepción de los estudiantes normalistas. Ante la desaprobación de la que son objeto, estos profesores pueden llegar a experimentar, como cualquier ser humano, el miedo a sufrir algún tipo de destierro o aislamiento. Quien lo experimenta siente que su vida es menos interesante, exitosa y atractiva que la de los demás, y esta sensación de insignificancia le es continuamente restregada en la cara .