El Hip-Hop puso en ingeniosas rimas vivencias para señalar lo que es negado.
Bajo impresionantes estructuras de acero y cristal, se realizó el congreso de la Asociación Americana de Investigación Educativa (AERA, por su sigla en inglés) en Chicago, ciudad que ha atraído a millones de paisanos por su ambiente pujante. No olvidemos que ahí unos académicos (Schultz y Becker) sistematizaron lo que Adam Smith había observado siglos antes: si formas a las personas y cultivas sus habilidades, éstas pueden ser más productivas y con ello alcanzar un mejor desarrollo. La Teoría del Capital Humano sigue siendo válida, aunque sea verdad que a veces omita que los seres humanos no sólo somos “instrumentos” del crecimiento económico, sino también el fin mismo de éste (Sen, Latapí). El ingreso económico es solamente un medio para alcanzar la libertad.
Como todo congreso, el de la AERA no fue la excepción para escuchar y aprender de otros colegas, dar a conocer el trabajo de investigación propio y sobretodo, ampliar la mirada gracias a la crítica y a las pláticas de pasillo. El encuentro masivo de la AERA tuvo conferencias, convivencia, discusión, y una atractiva exhibición sobre los 50 años del Hip-Hop. ¿Por qué hablar en un congreso de investigación de una corriente musical? Por varias razones.
La primera es que el Hip-Hop tuvo su origen gracias a una cuestión netamente escolar. Dice la exhibición que en un marginado barrio de Nueva York, dos hermanos se organizaron en 1973 para hacer una fiesta con motivo del regreso a clases y recaudar fondos para costear sus útiles y uniformes. El DJ Kool Herc y Cindy Campbell condujeron el toquín en el Bronx, un espacio habitado por personas de color donde convergían la inseguridad, el consumo de drogas, y escuelas carentes de financiamiento público.
Ese contexto hacía que poca gente volteara a ver a la niñez y juventud de ahí. Pero, como leemos en un cartel de la exhibición, el arte y la creatividad hicieron su magia: Contar historias a través de un nuevo ritmo les dio la oportunidad a los chicos y chicas del Bronx de narrar sus vidas tal como la vivían y sobretodo, de aprovechar su imaginación para expresar aquello que ellas y ellos deseaban “más allá de lo evidente”. Quizás Víctor Hugo, el intelectual francés, tenía razón cuando dijo que la musica expresa aquello que no puede ser puesto en palabras, pero que tampoco puede permanecer en silencio. El Hip-Hop puso en música, y también en ingeniosas rimas, múltiples vivencias para señalar lo que es negado y deseado.
Pero el Hip-Hop no sólo es un ritmo musical, sino un “movimiento cultural para desafiar al poderoso”, convirtiéndose así en un instrumento para el “cambio social” de una manera auténtica (in its own unique way). La exclusión de algunos genera creatividad para el disfrute de muchos. Si bien esta no debe ser una fórmula, así nació el Hip-Hop.
Gracias a la exhibición mencionada, aprendí que hay al menos cinco elementos del Hip-Hop: (1) el vato que pone y mezcla la música, es decir, el diyei (DJ); (2) el baile del break, que mezcla acrobacia, ritmo e improvisación; (3) el graffiti, que nos ha llevado a debatir si estas pinturas son representaciones de vandalismo o arte urbano, (4) el animador también conocido como el MC (moving the crowd); y (5) el conocimiento de sí mismo.
Este último elemento me parece profundamente educativo porque se refiere a un “entendimiento crítico de nuestra propia identidad y posición” en el mundo. Si sabemos quienes somos individualmente podremos relacionarnos mejor con la comunidad y la cultura. El Hip-Hop, una pedagogía musical y libertaria.