Eduardo Gurría B.
La respuesta a la pregunta planteada en el encabezado de este artículo es, simplemente, al fracaso, debido a que las universidades no se cocinan al vapor, ni se construyen a base de nada, sin sustento alguno ni infraestructura o tan solo por un planteamiento de campaña, salpicado de demagogia o como una promesa populista cuya finalidad es la de atraer simpatizantes, como suele ocurrir cuando el progreso se deja en manos de políticos y, peor, cuando el cimiento de ese progreso, la educación, se coloca a la cabeza de las ideas peregrinas que, de entrada, nada saben de ello y tampoco les interesa.
López Obrador ofreció al inicio de su gobierno, la instauración de cien universidades llamadas “Universidad para el Bienestar Benito Juárez García” (UBBJG), con la finalidad de dar acceso a la educación superior – ¿y al bienestar? – a miles de jóvenes que, de otra manera, no lo tendrían y, así, con solo un proyecto de papel y con papel, arrancó.
La idea parecía ser buena, sin embargo, pasar del escritorio y el discurso a la realidad es otra cosa, ya que se requiere, para aterrizarlo de una gran cantidad de factores, entre los que se encuentran los económicos, las ubicaciones, la logística, los programas, las carreras que se ofrecerán, la accesibilidad, los recursos académicos, la convocatoria para formar la planta docente y directiva, administración, diseño e infraestructura general, como servicios de toda índole, además de los reconocimientos oficiales, como el REVOE, y la existencia de documentación de referencia.
Todos los elementos que se requieren para el establecimiento de cualquier institución educativa, no solo universitaria, están ausentes en el proyecto de las UBBJG; las “universidades” que se han abierto, han sido ubicadas en espacios para nada propicios: en locales, casas, baldíos, centros comunitarios y sin autorización del Consejo Nacional de Evaluación, precisamente por no cumplir con las condiciones arriba mencionadas, es decir, carecen de sustento de todo tipo, y no se sabe si continúan en operación o cuántas y cuáles lo hacen y en qué circunstancias.
Por otro lado, no existe información al respecto sobre el avance, la construcción y puesta en operación de las sedes; tan solo se sabe de estas en los estados de Oaxaca, Quintana Roo, Chiapas, Guerrero, Michoacán, Hidalgo, Tlaxcala, Estado de México, Puebla y Veracruz, es decir, en zonas en donde, hasta antes del seis de junio, predominaba la presencia de MORENA o de partidos afiliados (59 municipios) y en condiciones operativas totalmente deficientes o, al menos, dudosas.
Otro enfoque que se le ha dado al proyecto es que estos centros están dirigidos a grupos marginados, sobre todo del medio rural, de jóvenes cuya posibilidad de acceso a la educación universitaria regular es poco menos que nula, debido a las características propias de la marginación, sin embargo, llaman la atención dos aspectos: uno que la presencia de docentes se limita, promedio, a 4 maestros, sin mecanismos de selección, por cada 94 alumnos, independientemente de la cantidad y/o diversidad de asignaturas o especialidades –al parecer, el esquema es de 36 carreras y 19 programas, de los cuales, solo dos de ellos tienen registro-, y dos, que existe una especialidad en béisbol, por lo que se imponen las preguntas: ¿quién quiere una especialidad universitaria en beisbol? y ¿a qué suena esto…?
Independientemente de los números y del discurso, es el factor humano lo que debe preocupar, siendo que se trata de jóvenes que aspiran a una vida mejor y que, desarrollando su innegable potencial, puedan incorporarse al aparato productivo y de bienestar del país, al mismo tiempo que benefician a sus propias comunidades y familias, como factores humanos del desarrollo.
Sin embargo, estos eventuales estudiantes y aspirantes a un título, se habrán de enfrentar a situaciones que no previeron y de las cuales no son responsables y que les serán totalmente adversas a la hora de tramitar su documentación, el reconocimiento a sus estudios, el acceso a postgrados y, finalmente, su ingreso al mercado laboral profesional, es decir, ¿quién los va a contratar cuando presenten un documento “patito”, sin cédula profesional, sin registro oficial y con un muy dudoso acervo de conocimientos y cómo van a recuperar el tiempo perdido…?, no hay tantos equipos de béisbol y cualquier fanático de ese deporte es, en consecuencia, especialista.
No es justo, entonces, que tantos jóvenes sean engañados con una quimera politicoide y que sean utilizados como mera estadística para dejarlos con las manos vacías, destrozando las expectativas a las que tienen derecho.
El concepto general de universidad nos remite a profesionalismo, prestigio, cultura, desarrollo, conocimientos y, por supuesto, legalidad, seriedad y reconocimiento. Debido a eso, la universidad cuesta tiempo, dinero, dedicación, esfuerzo y trabajo, todo junto y al cien por ciento, de ahí que al gobierno debiera preocuparle más la otra riqueza, no la de votos o la de presupuestos, sino la de la juventud; debiera enfocarse en la veracidad y la credibilidad y si pretende proporcionar educación superior gratuita, que esta tenga los estándares reales y de calidad que corresponden a una universidad y no los estándares de un semillero populista, útil solo para el gobierno y de manera temporal, hasta que quede en el olvido. Si así va a ser, mejor que ni se meta en este tema tan importante como es la educación.
De otra manera, se está frente a un gobierno desleal con sus ciudadanos, ya que no solo se compromete y perjudica al estudiante, sino que también son arrastrados a este caos las familias y, en general, los ciudadanos que vemos, día a día, cómo se desperdician nuestros impuestos en chozas y jacalones ostentosamente llamados universidades.
Fuentes
…https://www.animalpolitico.com › 2019/04 › sep-univer…
https://contralacorrupcion.mx/universidades-benito-juarez-en-el-limbo/
…https://politica.expansion.mx › mexico › 2020/07/08