Sólo tiene sentido blindar algo cuando se considera valioso y se estima pudiera correr peligro. Evidentemente, todos los que se oponen a la reforma educativa en su conjunto, no tendrán ningún interés en evitar el que se revierta. Su interés estará, más bien, en aprovechar cualquier oportunidad para echarla abajo. En ese campo se ubican, los liderazgos de la CNTE y un número decreciente, pero significativo de sus bases.
Conviene no olvidar, sin embargo, que estos grupos cuentan con aliados potenciales latentes nada despreciables tanto dentro del magisterio como entre los políticos opuestos al gobierno actual.
En contraste, para todos los que pensamos que con limitaciones y todo, la transformación institucional en materia educativa apunta en la dirección correcta y debe ser continuada en sus aspectos centrales, el asunto de blindarlo de cara al 2018, resulta de vital importancia.
Crucialmente importante por varias razones, entre ellas, el que la reforma educativa requiera mucho más de dos años para consolidarse; el que las leyes no sean blindaje suficiente, y el hecho de que vivamos una situación política potencialmente muy amenazante para la continuación de esa reforma.
El tema de la temporalidad es bastante obvio. Un cambio educativo de fondo requiere tiempo, continuidad y persistencia para madurar y arrojar mejoras efectivas en calidad y equidad. Lo mismo para el caso de las leyes: en México, no son obstáculo para nada (excepto si eres pobre y no conoces a ningún poderoso). Lo tercero, si bien menos evidente, es clave. Enlisto a continuación, los principales riesgos y amenazas que enfrenta la supervivencia de la reforma educativa frente al cambio de gobierno del 2018.
Primero, los elementos nodales –fin al reparto discrecional por parte de líderes gremiales de plazas, promociones y canonjías para el personal docente y directivo– de la reforma del 2013 amenazan privilegios y hábitos de larga data de actores sociales con enorme poder electoral y político (en concreto: el magisterio organizado). Dado que, desafortunadamente, no hay todavía una masa crítica dentro de ese grupo comprometida (es decir, que le vaya la identidad y el salario en ello) con la reforma, la posibilidad de que pudieran apoyar su reversión es grande.
Segundo, la mayor parte de la sociedad mexicana no parece valorar mucho la calidad educativa ni interesarle especialmente el tema. Dado que, además y hasta el momento, la reforma no le ha aportado beneficios tangibles, no puede contarse con ella para defender su continuación.
Tercero, uno de los punteros, según las encuestas, para las presidenciales del 2018 –Andrés Manuel López Obrador– ha hecho público su apoyo a los opositores más recalcitrantes de la reforma educativa y de resultar electo, las probabilidades de que eche por la borda lo alcanzado hasta el momento en la materia es alto.
Cuarto, otra puntera –Margarita Zavala– para presidenta en el 2018, esposa de Felipe Calderón, durante cuyo mandato el poder discrecional y arbitrario del magisterio organizado alcanzó su punto culminante. Con base en ello y la incapacidad de su partido, cuando ha gobernado, para hacer algo distinto que exacerbar lo peor de la “gobernabilidad a la mexicana”, lo único esperable es que actúe desde la debilidad, o sea: termine echando la reforma a la basura.
Quinto, existen nulos indicios de que el puntero del PRI –Osorio Chong– mantenga el ímpetu actual a favor de la reforma educativa. Véase, por ejemplo, la centralidad y el comportamiento del subsecretario Miranda frente a la CNTE previo al cambio de titularidad en la SEP el año pasado.
Sexto, el “mal humor” de la sociedad mexicana provocado por tantos hechos abominables no aclarados por el actual gobierno, muy probablemente resultará en la generación de una alianza –formal o informal– antigobierno, dentro de la cual los opositores más directos a la reforma educativa tendrán enorme peso.
Séptimo, los apoyadores de la reforma son pocos y están muy divididos. Separados por ideología, pertenencia institucional, y aspectos que valoran y no de la reforma.
En suma, un panorama repleto de amenazas para que los alumnos mexicanos puedan adquirir y desarrollar los conocimientos y las habilidades para ser dueños de sus vidas y para contribuir a armar un país más justo y más próspero. Importa por ello y mucho, preguntarse sobre qué y cómo blindar la reforma educativa en curso. Interesa, pues de ello depende minimizar la probabilidad de que el que o la que llegue a la Presidencia de México en 2018 nos regrese a un país en que sea normal heredar plazas y no ocuparse de que los alumnos aprendan lo requerido para sobrevivir en el siglo XXI.
Twitter:@BlancaHerediaR