Una golondrina no hace verano, anuncia un refrán popular. Pero, quién sabe si varias hagan otoño. Si bien el secretario de Educación Pública logró sentar en una mesa a grupos irreconciliables, parece que los peores pronósticos sobre la política educativa del gobierno del presidente López Obrador comienzan a cumplirse.
El 8 de octubre, Esteban Moctezuma estuvo contento. Puso en un sitio a actores en una jornada que en otras circunstancias hubiera sido una batahola. No es común ver en la misma mesa a integrantes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, con otros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, al lado de los dirigentes de Mexicanos Primero y autoridades estatales. Además, acompañados por emisarios de iglesias y hasta de expandilleros.
Aunque la representación de grupos religiosos extenúa la concepción del Estado laico, esa reunión no es un hecho menor. Pudiera comenzar algo importante si no resulta golondrina veraniega.
Los normalistas de Tenería —y ahora las alumnas de la normal Aquiles Serdán, de Puebla— dan la razón a quienes arguyeron que con los cambios que impulsa este gobierno regresarán las viejas prácticas, pero agravadas. Secuestrar choferes y camiones, violar la ley da resultado. Las ganancias para los de Tenería no son de risa: un montón de canonjías, además de las 84 plazas.
No caben muchas vacilaciones. Los rebeldes de siempre están cerca del corazón del Presidente. “No vamos a reprimir la protesta”, “hay causas justas”, ha repetido. Pero choca con el trato —hasta verbal— hacia las universidades públicas.
Las universidades estatales solicitan una ampliación de 17 mil millones de pesos en el presupuesto de 2020. Si no hay más fondos están condenadas a la bancarrota.
Cierto, muchos de los desfalcos se deben a la corrupción, a políticas erráticas y a “conquistas” de los sindicatos universitarios, la mayoría liderados por gente que hoy es del partido del Presidente. Y, en contraste con el buen trato que les da a estudiantes de normales rurales, a los universitarios les espeta: “Si no se tiene la razón, aunque se pare el país, porque si no, vamos a estar a expensas de chantajes y nunca van a cambiar las cosas”.
Las nuevas leyes hacen felices a los líderes de la CNTE, acaso más a los del SNTE. Alfonso Cepeda Salas canta loas a la ley y se pone el birrete del triunfador. Acaba de anunciar que no serán 100 mil, sino 120 mil los trabajadores que se basificarán gracias a sus gestiones. No importa si obtuvieron el interinato por medios legales o lo heredaron.
El Presidente quiere que las universidades abran sus puertas, que no haya exámenes de admisión y las presiona para que sigan su dictados. Hasta hoy, los sindicatos de esas universidades no recurren a la protesta callejera —las autoridades menos—, pero el ejemplo de Tenería puede cundir.
Y contra ellos —quizá— sí se aplique la ley. No serán golondrinas de otoño. Todo pronostica un triste sexenio para las universidades.