“Tribus y territorios académicos” de Tony Becher (2001), fue un texto que hace años tuve la oportunidad de leer y que, de manera personal, me pareció de lo más interesante dado el debate que este autor plantea con relación a las disciplinas y las especialidades cuyas características o rasgos particulares, han dado paso a la conformación de tribus o comunidades profesionales en este mundo, donde el conocimiento, no puede desligarse del espectro social que lo ha construido.
Becher sostiene que la capacidad de un grupo de constituirse en comunidad, está ligada a la posibilidad de construir ciertos emblemas: una historia, un mito y un héroe (o héroes) en común. De ahí que en esa posibilidad de construcción, concurran miles de seres humanos, sencillamente porque manifiestan y tienen arraigadas determinadas ideologías, valores, actitudes, conductas y símbolos que los diferencian de las demás.
Pues bien, está breve referencia bibliográfica viene a colación, por el candente escenario educativo que estamos observando en México en los últimos días. Caso concreto, el movimiento magisterial a nivel nacional que se ha pronunciado en contra de la Reforma Educativa que el Secretario Aurelio Nuño sigue impulsando, porque a decir de él, con su implementación, se mejorará la calidad de vida de los mexicanos, no obstante que como sabemos, dicha reforma no ha tocado el modelo educativo que el país requiere, solo a los maestros en sus respectivos derechos laborales.
Ahí esté el meollo del asunto, ahí está la problemática. ¿Qué hubiese pasado si en lugar de proponer ante el Congreso de la Unión una reforma que tocara los derechos de los trabajadores de la educación se hubiera llevado un modelo educativo que buscara el desarrollo de los seres humanos como lo plantea el artículo 3º constitucional? ¿Se hubiese dado la misma reacción de los mentores? No lo creo, pero como “el hubiera” no existe, las acciones que ha emprendido el gobierno peñista a través de su actual Secretario, han ido de mal en peor, mucho por su intransigencia pero también, por su torpeza.
Y es que mire usted, los mexicanos, teníamos claro que la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), disidencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), tenía –y tiene– férrea presencia en Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, estados del país en los que el desarrollo económico y la desigualdad social son más que evidentes; sin embargo, después de los eventos de Nochixtlán, en donde fueron reprimidos maestros y pobladores oaxaqueños, el escenario cambió. Varios miles de maestros y ciudadanos en más de 20 estados de la República Mexicana, se han movilizado para manifestar su desaprobación de esa, la que fue llamada la reforma más importante de México: la educativa.
Aguascalientes, Coahuila, Morelos, Puebla, Tabasco, Tlaxcala, Veracruz, en fin, en varias entidades –insisto– se han visto sendas manifestaciones en plazas y avenidas públicas, donde la consigna ha sido una: “abajo la reforma educativa”. No obstante lo anterior, un estado que en demasía ha llamado mi atención – y que sigo a través de los medios de comunicación y con algunos colegas de esa entidad – ha sido Nuevo León. Entidad federativa que, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política y Desarrollo Social (CONEVAL), en su más reciente estudio, registró el menor índice de pobreza en el país, pero también, ocupó el octavo lugar a nivel nacional en cuanto a la evaluación de maestros y alumnos se refiere, esto, según el estudio denominado Índice de Cumplimiento de la Responsabilidad Educativa Estatal realizado por Mexicanos Primero.
¿La causa de la inconformidad? Asuntos meramente laborales y administrativos: la evaluación para asegurar cambios de adscripción y la separación del sueldo base del estímulo salarial denominado Carrera Magisterial (CM). Obviamente los hechos de Ayotzinapa y Nochixtlán son parte de esa lucha, de esa solidaridad, de esa identidad, de ese sentido de pertenencia a la comunidad magisterial del pueblo de México.
Según los datos que pude obtener, en el estado del Cerro de la Silla, existen alrededor de 50 mil docentes; 25 mil son federales y los otros 25 mil, estatales; como es lógico pensar dada su incorporación – sin ser consultados al momento de ingresar al sistema –, los federales pertenecen a la Sección 21 del SNTE y, los estatales, a la Sección 50 del mismo sindicato. No obstante que un grupo minoritario de ese grueso de profesores, se ha identificado con la Coordinadora.
Con estos datos podríamos preguntarnos: ¿por qué los maestros de una entidad donde la pobreza no es alta y mucho menos ocupa los últimos lugares en materia educativa ha manifestado su rechazo a la reforma que el Secretario Nuño ha tomado como bandera para su campaña política?, ¿sentido de pertenencia y de identidad magisterial como afirma Becher?, ¿afectación de intereses colectivos y no particulares que obliga a miles de maestros marchar en las calles?, ¿perdida de privilegios clienterales en una entidad donde la CNTE no tenía presencia?, ¿fuego amigo de ex líderes del partido tricolor en contra de Nuño y Chong?
Desde mi punto de vista, tengo claro que la reforma educativa es federal y como tal, aplasta los derechos de los trabajadores de la educación por igual. El SNTE ha sido doblegado, de eso no hay duda. La CNTE se ha posicionado y ganado terreno. Pero los maestros, esos maestros de México, están saliendo a las calles a manifestarse y pugnar por un derecho que es tan suyo como nuestro o… ¿acaso el único momento en que la mayoría de la gente piensa en la injusticia es cuando le sucede a ellos? (Bukowski, Chrales).
Culmino estas ideas retomando una de Gyarmati (1984) en la que señala que las profesiones no forman una clase o estamento social, ni tampoco una mera reunión de individuos, sino que constituyen una comunidad. Fuerza Regia Magisterial es una fuerza nacional educativa, porque los maestros son, como lo han sido, una gran comunidad.