Mi colega de la Universidad de Granada, de España, Miguel A. Pereyra, organizó el Simposio Internacional sobre la Reforma de la Formación Profesional Dual, el 2 y 3 de noviembre. Me invitó a que discurseara sobre “El Modelo mexicano de formación dual”; le agregué el subtítulo: “Entre el ideal y la burocratización”. Argumenté que la formación profesional dual no comenzó con el convenio entre el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica de Santiago Tianguistenco y la Mercedes Benz en 1993, sino que se remonta a la fundación del Conalep, en 1978.
Antes de entrar al análisis de los convenios entre el Conalep y el Instituto Federal de Formación Profesional Alemán (BIBB), y los de la Secretaría de Educación Pública en la década siguiente con la Corporación Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ), la Agencia Austriaca para el Desarrollo (ADA), abordé los orígenes de la educación técnica (o tecnológica o vocacional o profesional) contemporánea durante la educación socialista y la expansión subsecuente hasta formar una red increíble de instituciones de bachillerato y educación superior. La Cámara Mexicano-Alemana de la Industria y el Comercio (Camexa) y la Confederación Patronal de la República Mexicana lideraron la importación del modelo de Alemania, Austria y Suiza.
La formación profesional dual combina el estudio con el trabajo productivo y, en muchos planteles, con educación física y actividades artísticas, pero esto último no parece ser motivo de orgullo. La idea del Modelo Mexicano de Formación Dual (MMFD) penetró en el ánimo gubernamental y fue parte de la reforma educativa del gobierno de Enrique Peña Nieto y es encomiado por el gobierno de la Cuatroté. No obstante, una cosa es importar ideas, métodos y estructuras formales y otra distinta es su puesta en práctica. Además, los actores locales también ponen en juego sus intereses. El secretario de Educación Pública emitió el “Acuerdo número 06/06/15 por el que se establece la formación dual como una opción educativa del tipo medio superior” con el propósito de contribuir a mejorar la empleabilidad de los jóvenes y que las empresas cuenten con personal altamente calificado bajo estándares de calidad nacionales e internacionales. El fin último: “Incrementar la productividad y la competitividad de empresas”. Sin embargo, no genera entusiasmo entre los estudiantes, apenas rebasan los 10 mil inscritos.
La Camexa anuncia en su página web que la educación dual permite a las industrias participantes: 1) Contar con personal calificado acorde con las necesidades de la empresa. 2) Ahorrar en costos de reclutamiento e inducción/entrenamiento. 3) Disminuir la rotación del personal. 4) Reducir el riesgo de emplear personas que no tienen las competencias adecuadas. 5) Contar con trabajadores motivados y leales. 6) Aumentar la productividad y calidad de los productos y procesos.
Resumo mi interpretación. Visto en su parte programática y estructura curricular, la formación dual mexicana tal vez contenga algo de la educación pragmática (a la John Dewey) porque pretende educar la mente (conocimientos teóricos y conceptos abstractos), entrenar el cuerpo (trabajo fabril) y cincelar la conducta (actitudes favorables al trabajo) de los estudiantes. Pero en ninguno de sus planteamientos destaca la idea de formar personas plenas. Sin embargo, el potencial está allí, aunque subordinado a los afanes neoliberales de lucro. Elevar la productividad, sí, pero para favorecer a las empresas formando trabajadores más competentes, disciplinados y convencidos de que el sistema funciona por el bien común y de ellos mismos.
- RETAZOS
No pude ingresar a la Alhambra. La cola para quienes ya tenían reservada la entrada era como de 200 metros; gigante para quienes no hicimos reservación.